Por Diego Rodríguez (@MisledTheYouth) Existen bandas que inevitablemente despiertan el deseo de ir a un bar y empezar a beber hasta el amanecer, ya sea por despecho, ira o simplemente aburrimiento. El nuevo disco de Howler evoca justo esto: la juventud en su creencia de ser inmortal, de ser invencible, de que nada malo puede pasar.
Tal vez el nombre del álbum haga referencia a la dicha que viene de la mano con la despreocupación. La banda norteamericana repite casi la misma fórmula que aplicó en su predecesor America Give Up (Rough Trade, 2012), con excepción de alguna que otra balada. Uno de los cambios que sufrió Howler fue la integración de Rory MacMurdo en la batería, pero la química entre los cuatro integrantes sigue vigente. La voz rasposa de Jordan Gatesmith predomina en casi todas las pistas de su segundo disco de estudio, sin embargo la poca experimentación sale a luz en la segunda mitad de éste con susurros que se notan un poco fuera de lugar.
La banda regresó a Minneapolis, su ciudad natal, y comenzaron a grabar World Of Joy (Rough Trade, 2014) con la ayuda de Chris Heidman, productor que a la vez ayudó a forjar el sonido de su álbum debut (otro factor que pudo influenciar en la similitud de ambos lanzamientos). La primera canción, “Al’s Corral” comienza con un marcado cowbell que pronto explota en una combinación de rapidez y ritmo. Con frases como “You tell me i have to wait, but i don’t wanna wait” muestran su característica dosis de rebeldía.
En segunda instancia se encuentra “Drip”, que continúa el entusiasmo predominante en los primeros tracks del disco. Sin embargo, el punto fuerte aparece con los sencillos “Don’t Wanna” e “Indictment”, para los cuales la banda decidió sacar sus respectivos vídeos antes que el lanzamiento del álbum. La primera se destaca por su melodioso uso del reverb, mientras que la segunda es una gran pieza bailable que frena y acelera el ritmo con un tino exquisitamente acertado.
Con sólo diez canciones y 28 minutos, World Of Joy viene y va como un fuerte golpe a la cabeza, pero el ser breve y conciso no significa que exista una carencia de matices. Hay un claro estilo á la Johnny Marr (curiosamente, en las letras de “Here’s The Itch That Creeps Through My Skull” y “Don’t Wanna” hay claras referencias a The Smiths), y en “Aphorismic Wasteland Blues” se notan tintes de folk rock estilo Bob Dylan. El espíritu de Howler se podría comparar con aquel de los Ramones: una creencia de que el rock n roll está bien tal y como es, y no es necesaria ninguna reinvención.