[RESEÑA]: "Rivers That Run for a Sea That Is Gone" - Reptile Youth

Por Diego Rodríguez (@MisledTheYouth)

A los dos años de un fresco lanzamiento debut, el dúo anti-héroe de Dinamarca, Reptile Youth, presenta un sólido pero no tan novedoso segundo capítulo. Al contrario de su predecesor homónimo,  Rivers That Run For A Sea That Is Gone (Internet Rec., 2014), no se siente tan veraniego. El intento de madurar musicalmente regresando a un sonido que evoca más a una retrospección (que ha funcionado con otros actos), no ofrece lo que tanto se nos prometió desde un principio. El inusual balance que une la ambición con lo desinteresado se empieza a inclinar más por lo primero.

El álbum empieza con “Above”, una creciente acumulación de notas e instrumentos que al principio se muestran simples para después tomar fuerza con las vocales de Mads Damsgaard. Con “Colours” es donde se da la urgencia ya sea de mover la cabeza lado a lado, o de tronar las bocinas y ponerse a bailar. Las percusiones concisas, los caóticos sintetizadores y las letras breves (lo único que se canta es el título de la pista) en el track que lleva el mismo nombre del álbum demuestran que Reptile Youth ha encontrado ya su sonido característico. Asimismo, el aplastante riff de bajo acompañado de falsettos à la powerpop en “Structures” refuerzan el sello que han estado forjando.

En tracks como “We’re All In Here” y “Two Hearts” regresa la energía que se da al cantar a todo pulmón mientras manejamos por la noche hacia una fiesta; es como esas canciones que aparecen repentinamente en el gimnasio y dan la motivación del “sólo uno más”. El primer sencillo “JJ” es el claro ejemplo de la nitidez en cuanto a producción que se escucha a través de todo el disco, existe más minuciosidad al pulir los sonidos comparándolos con la crudeza de sus trabajos anteriores. El final de “Diseased By Desire”, una explosividad de sintetizadores que deleita al oído en una forma cíclica, es un factor que hace que la música de Reptile Youth sea tan altamente atractiva e hipnotizante. Desafortunadamente el trance va disminuyendo conforme a cada nueva escucha.

Es claro que la energía sigue ahí, pero de forma diferente. El pop agresivo que caracterizaba a sencillos como “Speeddance” se ve puesto a un lado, y sustituido por un intento retro que resulta en algo al borde de lo light. Al final de un recorrido completo, es difícil distinguir una pista de la otra y el álbum en sí resulta difuminado en el reciclaje de las mismas ideas. Para el escucha se convierte en algo grande con potencial, pero que simplemente se escapa de las manos y no se alcanza en su totalidad.

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