Todo en California es ecléctico. Especialmente si se trata de la música que el estado produce y que tiene como sede a algunos de los festivales más importantes en este ámbito. Pero también todo California se ha encargado al menos en los últimos seis años de sobreproducir música que, a pesar de tener una esencia que apuesta por la diversidad, se ha vuelto monótona por su saturación. Viven ahí desde dream pop y el electro rock local o importado, hasta el rock de secundaria digno de un Warped Tour, mientras que muchos se han olvidado del ruido constante del shoegaze de Silversun Pickups.
Si bien la banda originaria de Los Angeles ya tiene una trayectoria de 5 EPs y dos álbumes de estudio (el primero de ellos, Carnavas, cuyo sencillo “Lazy Eye” les bastó para darse a conocer), cabe mencionar que a pesar de haber tenido buenas críticas con su segundo disco, Swoon, la banda ha tenido una divergencia de opiniones en su más reciente producción, Neck of the Woods.
Brian Aubert, vocalista de SSP, define a Neck of the Woods como “Una película de terror”, y es por ello que las críticas han sido duras. Está claro que los tintes oscuros, los delays tanto de guitarra como de sintetizadores y un bajo estruendoso pero brillante, no son bienvenidos en los oídos de todos, en un mundo donde los ritmos melosos de Arcade Fire reinaron durante un par de años.
A pesar de que Silversun Pickups apuestan en su tercer álbum por el mismo ensamble vocal y musical (la voz y guitarra de Brian Aubert, las líneas de bajo constantes de Nikki Monninger, los redobles desfasados de Christopher Guanlao y el teclado y sintetizadores de Joe Lester), no existe un disco igual a otro, y Neck of the Woods no es la excepción. El terror se aprecia desde un inicio, en lo íntima que se va tornando la fuerza de cada canción, aunada a la lírica depresiva de Aubert, más oscura esta vez pero con intrigas por dejar al aire.
La portada es una casa vieja de estilo campirano, probablemente localizada en algún suburbio de clase media-baja; es de noche, las luces están prendidas. Por muy descuidada que parezca, alguien todavía vive ahí y es observado desde fuera. No conoce al mirón ni sus intenciones.
En palabras de Aubert: “la portada del álbum tiene una vibra que dice 'te estoy observando'. Es como mirar a esta cosa (la casa) desde un punto de vista ajeno y preguntarse qué es lo que está sucediendo ahí”. Eso es justo lo que Neck of the Woods hace que el escucha se pregunte, ya que el clímax del disco no es a la mitad de éste o al final, sino que está repartido en distintos momentos.
Un punto crítico se hace presente en algunos saltos intermedios, combinados entre la tranquilidad de canciones como “Here We Are (Chancer)”, la agresividad como obertura del disco con “Skin Graph” y lo casi inaudible de “Mean Spirits”, equiparable con el punto crítico de tensión y suspenso que existe en películas como The Shining, en el que Jack Nicholson entra decidido a asesinar a su esposa con hacha en mano: “Here’s Johnny”.
El momento de Neck Of The Woods más parecido a las antiguas producciones de SSP es con “Bloody Mary”: los cinco minutos con once segundos más irracionales, vulnerables y humanos de todo el álbum; seguidos por “Busy Bees”, track que no hace extrañar el bajo y la guitarra, cuyas las líneas son perfectas y van in crescendo, mientras que el mismo patrón se repite en canciones como “Simmer” y “Make Believe”. Esta última cuenta con el momento más orgánico en un riff de tan solo 10 segundos que hace Aubert antes de pasar al éxtasis de la misma, cualidad que la hace la más orgánica de todo el disco.
El terror del que hablara Brian Aubert se vuelve entonces suspenso convertido en la retrospectiva de mirar algo interno, externarlo como un objeto cualquiera (como una casa); escuchar desde fuera los gritos, sentir el miedo convertido en el frío sudor y entrar, no para arreglar lo que está mal ahí, sino para mirar (o mirarse a sí mismo) con frustración, quizá con arrepentimiento y el masoquismo constante de ver lo que hiere.