Por David Ovando/@Ovandoous ¡Atención! ¡Atención! desde la fonoteca de su Majestad estimulamos ese espíritu verbenero con uno de los sonidos más festivos adoptados en la Isla. Éste llega de un lugar mágico al borde del Caribe en Colombia, donde el follaje de la selva es la cortina de la región y el color de los bananos determina la salud de sus cultivos.
Desde Ciénaga, Abelardo Carbonó comparte sus alucinantes registros a través de El Maravilloso Mundo de Abelardo Carbonó (Vampi Soul, 2013), una compilación que el mismísimo Marajá nombró como una especie de “vintage psychedelic sounds”.
Luego de haber dejado las filas de la policía hace más de 30 años, este compadre recreó implícitamente legados como los del amigo Fela Kuti y su ramificado afrobeat. Ya saben: puro acorde nítido y juguetón.
No obstante, el espectro sonoro de Carbonó es propagante y no se limita en absoluto. Figúrense que algunas ánimas de músicos afro-descendientes se posaron en localidades como Barranquilla o Cartagena, después no hicieron más que asentarse. De esa manera comenzó la bastardización en todo su territorio. De ahí el tutifruti mezclado entre champeta y vallenato.
Señores, paren oreja en “Ején en Acordeón”, un regocijo “vallenatesco” que espanta el mal estado de ánimo, llevándolos al movimiento.
El Maravilloso Mundo de Abelardo Carbonó resulta en una genealogía sonora, el amigo cafetero se jacta de ofrendar sus arreglos y fusiones, las cuales conviven tras un eje 100% festivo.
Pareciera que en “A Otro Perro con Ese Hueso” los leves toques de lira al inicio sugieren reflexión; sin embargo, resulta lo contrario cuando la rolita progresa rápidamente hasta que entra una bajeo swingueante, de ahí la primera línea: Cuando yo prometo cumplo seguido de la respuesta con un coro por demás rumbero... a otro perro con ese hueso.
La guitarra análoga propia de la época resulta ser un punto medular, tiene presencia en todo el trabajo del Colombiano y se cobija tras una deliciosa fórmula embriagante y psicodélica. ¡Mover el esqueleto no estaría mal!
A su vez los retratos locales y lenguaje popular son una constante, dichas narraciones reflejan el barrio y se postran en canciones como “La Cerradura”, una placentera pieza con aroma a costa, acompañada de electrificantes cargas de guitarra, un bajo movidón y una memorable letra que sobrepone la relación de una mujer a espaldas de su esposo. Quien narra la aventura es el despechado:
Hoy para ella es una fiesta, se encuentra lo más campante y de mañana en adelante tendrá al fin la molestia, la ropa que tiene puesta, mucho tiempo no le dura, puede seguir su aventura, aquí no vuelves a entrar, si se te da por tocar, te cambio la cerradura.
Presten atención en “La Negra del Negrerío”, que recrea amargamente la historia de una chica afro, matrimoniada con un hombre blanco a ritmo de terapia colombiana. Pareciera contraproducente dicha conjetura por la crudeza de la situación, la pura verdad es que Abelardo posee una forma singular de relatar historias mediante su música, donde no hay lugar para aflicciones y sí para la dicha.
No se hable más, acérquese a la playa de ser posible y disfrute del jolgorio meridional del camarada Carbonó; sonría con sus historias y ¿por qué no?, acompáñelo con un pescadito frito con arroz de coco.
¡Aloha Maraja!
https://soundcloud.com/palenque-records-4/la-negra-del-negrerio-abelardo