Durante su trigésimo período de sesiones en 1999, la UNESCO declaró el 21 de marzo como el Día Internacional de la Poesía, con el objetivo de “apoyar la diversidad lingüística a través de la expresión poética y dar la oportunidad a las lenguas amenazadas de ser un vehículo de comunicación artística en sus comunidades respectivas”. Esto a partir de lecturas masivas de poesía y distintas actividades donde ésta se pueda vincular con otras disciplinas artísticas como la danza, el teatro, la música y la pintura. En el marco de este día, en Ibero 90.9 recordamos al poeta recién fallecido Derek Walcott.
La mañana del 17 de marzo de 2017, el mundo de las letras recibió la triste noticia de la muerte de Derek Walcott, galardonado con el Premio Nobel de Literatura 1992. El poeta nació en la isla caribeña de Santa Lucía en 1930, y falleció en su tierra natal este viernes, según informaron sus familiares a los periódicos locales, tras sostener una larga lucha contra una enfermedad desconocida para el público en general.
Se puede considerar a Derek Walcott como el mejor escritor que dio el Caribe en el siglo XX, pues posicionó en el mapa literario este conjunto de islas al ser ellas un gran tópico en su obra, más allá de ser el espacio geográfico donde se desarrolla. La poesía de Walcott explora en la gente de esta región, sus dolores que parten muchas veces de la pobreza y el aislamiento del resto del mundo que una isla implica.
Entretanto, los buques de vapor que dividen horizontes
nos comprueban perdidos;
localizados solo
en folletos turísticos, detrás de ansiosos binoculares:
localizados en el azul reflejo de los ojos
que han conocido metrópolis y no creen felices aquí.
Esta localización geográfica lo hizo identificarse en los clásicos grecolatinos, sobre todo con los dos famosos poemas homéricos, la Ilíada y la Odisea, donde el mar juega un papel importante. A partir de constantes referencias a estas obras épicas, la playa y los hombres que la habitan, construyó gran parte de su obra. Libros como In a Green Night (1962), Selected Poems (1964), Sea Grapes (1976), The Fortunate Traveler (1981), Midsummer (1984) y The Arkansas Testament (1987) dan cuenta de ello.
Pues hay un instante en la marejada del corazón, en que
ya anclados en el sufrimiento –una tumba o un lecho-,
desesperando de la acción, preguntamos,
oh Dios, ¿dónde está nuestro hogar? Pues nadie salvará
al mundo de sí mismo, aunque él ande entre los hombres,
por costas parecidas, donde la espuma murmura
el olvido de la acción, entre hombres que no lanzan
ya grito alguno como garzas lapidadas por la lluvia.
[…]
¿Por qué culpar a la fe que has perdido? El paraíso sigue
donde está, en los corazones de esta gente,
en el seno de su iglesia, aunque la mortaja
de la lluvia se despliegue sobre su campanario.
Eres menos que ellos, pues tu verdad
consta de una pasión general, una necesidad de tu persona,
como ese casco en ruinas, en abandono desde que eras joven,
bañado por el agrio oleaje de la gula.
Sin embargo, el libro que guarda mayor relación con esta tradición literaria es Omeros, de 1990, su obra más ambiciosa y también la mejor lograda. Aquí el poeta retoma distintos personajes de la épica griega y los coloca en las Antillas para contar una historia diferente a la de Homero. Héctor y Aquiles ya no son héroes militares sino pescadores que luchan por el amor de Helena, una mujer de color cuya belleza sobresale. El mismo Homero, ahora llamado Seven Seas, surge como un personaje más, un viejo músico ciego que se dedica a narrar esta historia. Walcott, no conforme con esta recuperación, también construye su obra con la misma métrica que el griego, es decir, el hexámetro.
Además de la poesía, cultivó el género de la dramaturgia, en el cual se inició durante su estancia en Trinidad y Tobago, tierra en la que se estableció en 1953, tras haber concluido sus estudios universitarios en Jamaica. En la isla trinitaria fundó el Taller Trinitario de Teatro, que le sirvió de plataforma para sus primeras obras, de las cuales sobresale Sueño en la montaña del mono (1970).
La vida de Walcott no estuvo exenta de escándalos. En el año 2009, obtuvo la candidatura para obtener el grado de Profesor de Poesía por la Universidad de Oxford, a la cual tuvo que renunciar cuando salieron a la luz dos viejas demandas por acoso sexual. Dichas demandas fueron realizadas por dos antiguas estudiantes de las universidades de Harvard y Boston, donde impartió clases en la década de los años ochenta y noventa del siglo pasado. A pesar de las numerosas cartas de apoyo por parte de diversos escritores y de la talla del también Nobel Seamus Heaney, no lograron su reivindicación.
https://www.youtube.com/watch?v=CZ3ZGvuZlV8&t=101s
El autor de Omeros mantuvo una relación de amistad con Octavio Paz, quien le llegó a publicar algunos poemas en la revista Vuelta. Desde entonces, México fue un país que vio con aprecio y que visitó más de una vez. Una de ellas fue en 2008, donde ofreció una lectura-conferencia en el Museo Nacional de Arte. También, se esperaba su presencia en el Hay Festival de Xalapa, Veracruz, en el 2013, pero un accidente casero le impidió asistir y canceló su lectura de último minuto. Sin embargo, subsanó esta ausencia durante los homenajes por el Centenario de Octavio Paz en marzo de 2014, al formar parte del evento más importante en el Palacio de Bellas Artes, donde compartió escenario al lado de poetas como Wole Soyinka, Charles Simic, Valerio Magrelli, Ida Vitale, entre otros. En esta última visita, se le vio ya en silla de ruedas.
La mitad de mis amigos están muertos.
Te daré otros nuevos, dijo la tierra.
No, en vez de eso, devuélvemos como eran,
con defectos y todo, grité.
[...]
Los amigos que guardas, oh tierra,
Son más que aquellos que dejaste para amar.
Derek Walcott, posiblemente, fue mucho tiempo el mejor poeta vivo sobre la Tierra. Su exigencia técnica, su conocimiento de los clásicos, así como su talento para internarse en ciertas situaciones y darles lugar dentro de versos con poder suficiente para conmover a quien los lee, justificaron cada uno de los reconocimientos que recibió en vida. Su obra, que en español fue excelentemente traducida por el mexicano José Luis Rivas, sobresale como una de las más importantes del siglo XX y que espera ser descubierta por cada nuevo lector. Descanse en paz.
En conclusión
Yo vivo sobre el agua,
solo. Sin hijos ni mujer.
He dado vueltas a todo lo posible
para llegar a esto:
una humilde casa junto al agua gris,
con las ventanas siempre abiertas
al mar picado. No escogemos tales cosas,
pero somos lo que hemos hecho.
Sufrimos, y los años pasan,
perdemos peso, pero no nuestra necesidad
de llevar algo a cuestas. El amor es una piedra
que se asentó en el lecho del mar
bajo las aguas grises. Ahora no necesito nada
de la poesía, salvo el sentimiento genuino,
no la piedad ni la fama ni la curación. Esposa tácita,
podemos sentarnos a observar el agua gris,
y en una vida bañada por las aguas,
de la mediocridad y la basura
vivir como las rocas.
Yo olvidaré cómo se siente,
desaprenderé mi talento. Eso es más grande
y más difícil que aquello que pasa allá por vida.