A todos:
Ayer, en algún punto se pretendía publicar una carta a Morrissey. Sería una carta abierta. Una felicitación sincera, cargada de admiración y respeto hacia una carrera de un genio sin par. En algún punto, también, esa carta pretendía comparar —tal vez con ironía o sarcasmo— el amor incondicional de una persona hacia un país y viceversa. Y se publicó.
En pocos (o muchos) minutos, una horda de respuestas descalificaban el texto y tildaban a sus autores de “ignorantes”, “intolerantes”, “irrespetuosos”, “malos redactores”, “estúpidos” o —en el más educado de los casos— “hipsters de mierda”. La respuesta negativa fue apabullante. Pero nosotros, los autores, teníamos una duda del porqué de la reacción y, como cualquier persona con autocrítica debe hacer, nos dispusimos a releer nuestro —al parecer— repudiable texto. Línea tras línea, nos dimos cuenta de que quizá la ironía era cruda, pero jamás encontramos ese “algo” que nos sonara a una falta de respeto o intolerancia —los demás calificativos, los aceptamos con la mente abierta, pues no a todos podemos gustar, en mucho podemos mejorar y seguro ignoramos muchas cosas.
Después de una lectura pausada de los comentarios al respecto, llegamos a la conclusión de que una simple frase, influyó para que todo el texto fuera interpretado de una manera parcial. La oración dice:
"Quizá una palabra más adecuada sea animalicida (así es, la acabamos de inventar), pues a gente como nosotros —tan habituada a oler los tacos de longaniza de la calle, los trompos de carne al pastor, el chicharrón friéndose y amantes de la fritanga en general— en ocasiones nos parecen cómicas las personas apegadas a una política alimenticia tan rígida y limitada como la tuya".
Apocalypse now. Empecemos con la comicidad. Lo cómico es algo relativo. Lo que a mí me puede parecer chistosísimo, a otros les puede parecer repulsivo. Los seres humanos somos la relatividad andando. La subjetividad reinante. ¡Y qué bueno! Qué aburrido sería el mundo si todos pensáramos igual. El punto aquí es que, es verdad que a muchos mexicanos les provoca risa el que alguien niegue la oportunidad de echarse un taco de cecina. La risa es cómica y, también, muchas veces puede ser ofensiva. Pero en este caso, no ostentaba nuestro punto de vista. El término “cómico” hacía referencia al sentir del mayor cúmulo de la población. Es cierto que a muchos —tolerantes como debe ser— no les provoca ni risa ni ninguna otra emoción, pues el no comer nada derivado de los animales, simplemente es una decisión que otro ser humano ha tomado. Mas pregunto, ¿los mexicanos son más veganos u omnívoros? Creo que la respuesta se puede encontrar en casi cada esquina de la Ciudad de México que como a las dos o tres de la tarde, se encuentra atiborrada de gente que aprovecha la hora de la comida.
Los otros términos malinterpretados son “rígida” y “limitada”. Aquí no entiendo el enojo. Pero para que ya no se molesten, invito a todos a un asado a mi casa. Disculpen si la anterior oración les ofendió, pero era necesaria para probar un punto. ¿Cuántos aceptarían? ¿Cuántos lo tomarían como un insulto? ¿Cuántos dirían “nomás este pedacito de costilla y lo demás ya no”? Una simple invitación, que vaya en contra de ciertas conductas sociales, se puede convertir en un ataque a susceptibilidades. Asimismo, una simple oración, vista desde una arista determinada, puede agredir a cierto sector.
Es innegable que el vegano necesita de rigidez y límites. No obstante, eso de ninguna manera implica que sea algo malo, al contrario, es un punto de vista de mucha validez y una firme muestra de un criterio propio —tan necesario y escaso en nuestra sociedad hoy en día—, pues el negarse a consumir lo que la mayoría consume, implica luchar contra la corriente y contra lo establecido, lo que le brinda cierta aura de heroísmo positivo al acto.
En fin, algunos pedían una disculpa o la supresión total del texto pero, ¿eso no caería en censura por parte de un grupo que pide tolerancia? —es decir, un ouroboros vegano. Yo creo que cualquiera de las dos estaría fuera de lugar. Es mejor expresar una opinión de manera más amplia y exhaustiva, para que los malentendidos y embrollos del lenguaje, no tengan cupo en un texto al que no pertenecen. La carta no era pro-omnivorismo, mucho menos una bestial y brutal crítica contra las personas que luchan por sus ideales, simplemente era una manera irónica de destacar tan pintoresco y contrastante amor. Mientras escucho el Viva Hate a todo volumen y redacto esta carta, realmente espero que con más caracteres, no queden dudas al respecto. Mis respetos a cualquier ser de mi especie y también de especies ajenas.
Y —ya poniéndome muy sentimental y poético—, ¡larga vida a la vida misma!
Reitero, muchas felicidades, Morrissey.
Siempre te amare-Moz,
@AlanisMoon