La Lírica de Cerati: Juegos de Artificio

Alguna vez en mi infancia escuché una canción que decía “te está tocando justo ahí, donde no puedes elegir. Cuidado con Dorian Grey, su espejo retrovisor, su espíritu de kermés, míralo de lejos, ouoh, Dorian Grey.” Nunca habría pensado que años después Gustavo Adrián Cerati Clark y su obra, formarían parte de mi vida de tal manera. Mucho menos de las cosas de las que hablaba y sus formas líricas. Conforme avanzaba mi decepción ante el mundo, las deformidades corporales y el desvanecimiento de la pureza infantil, necesitaba música. Y Gustavo me regaló algunas palabras e imágenes que oscilaban del erotismo a la muerte, formas que me permitieron entender el mundo de un modo distinto, a través de la mirada de otro adolescente eterno que vivía al límite de todo, en un plan de vuelo perfectamente definido.

Cerati nos legó historias perversas convertidas en cuentos de hadas en las que una escena pornográfica –con humanos destruyéndose sexualmente– era relatada a través del lente de una cámara en la que el cénit era alcanzado con un zoom anatómico. El músico argentino relató de la forma más elegante cosas que difícilmente pueden tener sutileza, e inclusive una estética que combinaba perfectamente con la música, de pronto nostálgica y abrumadora, de pronto música ligera.

Es innegable la relación del subconsciente de un artista con su trabajo. Cerati y estas formas freudianas cayeron en extraña sintonía, cuando hace cuatro años cayó en coma a raíz de excesos y una vida acelerada. En “Ella Usó Mi Cabeza Como Un Revolver.” Cerati involuntariamente vaticinó: “Después de un baño cerebral, estaba listo para ser amado. Pasa el tiempo y ahora creo que, el vacío es un lugar normal...” Cuando se cuestionó a Gustavo por la musa de la canción, él respondió que lo usó como una especie de recurso, realmente,  “ella” era un espejo. La canción se publicó en 1995. El 15 de mayo de 2010, Cerati tuvo un derrame cerebral por descompensación.

Cerati hablaba del tiempo, la muerte, el alma, la sexualidad. Era sumiso para amar y dominaba para ser amante. Sabía de sus excesos y consecuencias. Deconstruyó a Dios y tuvo contacto con “Lucy”. De Soda a Cerati, a un ídolo que a pesar de cometer crímenes, pagó éstos haciendo cosas imposibles. Conforme los días pasan la ausencia del Maestro pierde más sentido, o probablemente el sentido se perdió cuando Gustavo Cerati decidió abrir su cuerpo y exponer la visión de un tipo de masculinidad que dio respuestas a muchos sobre su propio comportamiento. La conexión musical que los artistas contemporáneos logran con sus propias obras, se siente escasa contra la ausencia de Cerati. A pesar de las palabras que acompañan a los clichés de una despedida; definitivamente, como Gustavo no habrá dos.

Gracias por venir.

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