Como lo pudimos notar hace un par de años en el Mundial de fútbol, el antiguo gobierno de Lula Da Silva fue demasiado ambicioso al intentar abarcar los dos máximos eventos deportivos de manera seguida. Los resultados a menos de un mes de encender el pebetero; problemas de abastecimiento de agua por la creación del campo de golf, instalaciones deportivas casi a punto, un tren ligero que rueda a marchas forzadas, inseguridad a la alza, la paranoia del virus del Zica, una debacle política y económica equiparable a la vivida en los 80 y un pueblo dividido entre la opulencia y la tristeza de los juegos que los dejan en una ruina moral como nación.
Los XXIX Juegos Olímpicos de Río 2016 serían los terceros cerca del Trópico de Capricornio, la ilusión de Sudamérica. Sin embargo, desde el mismo cono sur se han levantado voces de deserción para la competición, ya sea por el temor a un piquete de mosquito o por la apatía de los deportes profesionales a ceder atletas para la justa. El caso de la renuncia del DT de la selección de fútbol sub-23 de Argentina abre una cloaca de corrupción añeja que no sorprende a nadie, sin embargo, lo particular fue que los mismos clubes locales, dueños de la inagotable cantera albiceleste, fueron los que se negaron prestar a los jugadores. Chaparrón que al parecer ya escampó en la AFA.
Pero las noticias desde Buenos Aires no son un caso aislado. En México la vergüenza después del 7-0 en la Copa América Bicentenario han puesto en evidencia una mala gestión de las selecciones nacionales al no poder negociar los refuerzos para defender el título de la justa veraniega, lo que ha dejado solo al “Potro” Gutiérrez a gestionar las piezas faltantes de sus esquema y tener que recurrir a viejos héroes como Oribe Peralta, y al lateral izquierdo Jorge Torres Nilo, en un trato bipartita con su club.
Pero hay algo más inquietante sobre estos juegos. En nuestro país existía una competencia paralela a las justas universales cada dos años; desde Seúl 88 en el que Imevisión (hoy TV Azteca) innovó en sus transmisiones incluyendo el humor versátil de Andrés Bustamante, Víctor Trujillo y Ausencio Cruz. Las dos televisoras más grandes del país calentaban los Mundiales y Juegos Olímpicos desde meses atrás, nutriendo nuestras noches de ocio con información cultural y deportiva desde la hilaridad a través de la pantalla. Los patrocinadores nos bombardeaban a consumir los aros olímpicos en todos lados. Pero en esta ocasión, los derechos de transmisión le pertenecen a América Móvil, propiedad de Carlos Slim, por lo que pareciera que las cadenas de televisión abierta hacen mutis a manera de boicot comercial contra la justa. El lucro sobre el deporte y su impacto social.
Lo cual nos da cierta nostalgia de ver en cualquier aparato receptor a los grandes atletas de siempre como verdaderos dioses del Olimpo en el panteón de nuestro inconsciente colectivo y nos recuerda que aunque para nosotros sea verano, en el cono sur ya comenzó el invierno.