Es 1998. Un niño utiliza una playera con la serigrafía de Tin Tan que encima dice “Maldita Vecindad”, sin tener mucha idea de cuál es la conexión entre el actor y el nombre de la banda. Sale con sus primos adolescentes de su casa hacia el metro, rumbo al Foro Sol. En el camino, el niño ve extraños personajes que se unen a la caravana, mezclando carencias y presunciones, transformadas en cortes de cabello, aretes, lenguajes extraños y miles de colores que la ciudad había ocultado hasta ese fin de semana de noviembre en lugares como Rockotitlán, el Lucc y otros antros legendarios.
Entrar cada año en las inmediaciones del Foro reviven voces, acordes, y gritos entrañables. Noches en las que las bandas salían a decir que el día había tenido un saldo blanco, tiempos en los que ser “rockero” era mal visto por la sociedad, tiempos que justo el Vive Latino se encargó de cambiar. La fiesta ha madurado: en 2006 apareció The Magic Numbers en el line-up, nadie imaginaría que entonces el Vive aspiraría a ser un festival de relevancia global y el gran referente latino ante el continente y el mundo. Por un lado, el festival creció para bien, con calidad y apertura a ritmos que tratan de abarcar todas las culturas con un estilo muy chilango, relajado populachero y agradable. En contraparte, la esencia, la “disidencia” y los ideales cambiaron. La gente por la que nació el Vive hoy no tiene el dinero que un festival como éste demanda.
En un intento por luchar por más espacios y menos costos, el festival provocó en muchos jóvenes una manía que probablemente ha llegado al exceso. La era del festival por cualquier cosa nos llena de NRMALs, Bahidorás, All My Friends, Raymondstocks, etcétera. Abarcan cientos de géneros, algunos marginados, otros necios que a lo largo del año van marcando una tendencia en lo que muchos llamamos “la escena”.
El Vive es el culpable de que exista un Corona Capital, El Vive es el culpable de los amantes de Argentina en México, de música bastarda y cine cool. El Vive crea leyendas. Es el rey que ha aumentado tanto su imperio que incluso se extiende a festivales por todo el mundo.
Inician tres días más que alimentarán la memoria de aquel niño que ha crecido con el festival y que, a pesar de hablar como adulto, seguirá siendo un “pibe” mientras haya Vive y entregará al Rey cada mililitro de sudor, cada salto y hasta el último rastro de voz que pueda emitir. Tres días más para la gran leyenda que es, a 16 años, el festival iberoamericano de cultura musical.