Por Aarón Ávila (@chicledeletras)
Caminar o transportarse por las bulliciosas arterias de la babélica, caótica y hermosa CDMX es toda una experiencia, casi una aventura. En uno de mis tantos viajes hacia Santa Fe, sucedió un hecho curioso: la unidad de transporte público fue abordada por un par de inmigrantes haitianos que pedían ayuda económica (y un poco de empatía) para continuar su calvario hacia los Estados Unidos. Sus ojos hundidos y tristes contrastaba con el brillo de su piel morena, la escena en su trasfondo no es poco común, desgraciadamente es habitual y moneda de uso corriente en la megalópolis. Sin embargo, después de la estupefacción causada por dicha situación, comencé a cavilar sobre lo que ocurre en la vida de los afrodescendientes en México.
Relegados, invisibilizados y sometidos a un doble estigma: ser de piel negra y pobres, la vida de los afromexicanos es dura. Este grupo étnico fue recientemente reconocido de manera oficial por el gobierno mexicano, no obstante, sus condiciones de vida siguen siendo poco favorables puesto que radican dentro de las entidades más pobres e inhóspitas del país, en las costas de Guerrero, Oaxaca, Michoacán y Veracruz. Los afromexicanos luchan día con día por mejorar sus condiciones de vida y salir del ostracismo al que autoridades y sociedad los condenó para integrarse dentro del mosaico multicultural de nuestra nación. ¿Qué nos llevó como nación a olvidarlos y excluirlos del discurso nacional?
En el imaginario colectivo nacional el negro es usualmente caricaturizado, los medios masivos de comunicación lo ridiculizan y empequeñecen su identidad y herencia. El negro, el afromexicano, no existe en el discurso mediático nacional más allá de las bromas y los chistes sosos.
El 5 de mayo es el Día Mundial de la Herencia Africana, instaurado por la UNESCO en 2015, es el otro cinco de mayo, ese que los mexicanos no festejamos porque no existe, porque en esa fecha las armas nacionales no se cubrieron de gloria, nos apena, lo escondemos y lo negamos. Ignorar y dejar de nombrar a las cosas por su nombre nos convierte en cómplices y verdugos.
Los afromexicanos existen y son tan mexicanos como el vecino de Peralvillo, la colonia Condesa o las Lomas. Diferente color de piel pero la misma sangre, la misma esencia. Convendría a todos, por el bien del país, comenzar a celebrar el otro Cinco de mayo.