Por Gilberto Prado Galán (@gilpg)
Es difícil decir si estamos o no de acuerdo respecto de la celebración del Día de la Raza, sobre todo porque nos afectan sentimientos encontrados. En los dos extremos están quienes piden la celebración a ultranza y también quienes deploran una supuesta unidad fincada en el 12 de octubre como encuentro de dos mundos o como la invención de América (O’ Gorman dixit). Yo me quiero centrar en la figura de Cristóbal Colón y ni siquiera en su perfil biográfico o en su fenotipo histórico, por decirlo de algún modo. Fijo mi mirada en una novela corta de Alejo Carpentier: El arpa y la sombra, donde el escritor cubano retrata de manera magistral al Cristóbal Colón agónico y, asimismo, a la jerarquía de una iglesia católica (León XIII) que emprende la descabellada idea de beatificar al descubridor de América. Carpentier logra el delicado equilibrio entre la desmitificación de Colón y la puesta en marcha de una enternecedora cruzada en pro del armador de ensueños genovés. Y la otra referencia, más cercana a nosotros, es impactante. Se trata de unos versos imaginados por el poeta nayarita Amado Nervo, como diría Gracián: “bástale el solo nombre por encomio”: “¿Quién será, en un futuro no lejano,/el Cristóbal Colón de algún planeta?” Bellas palabras que, a casi un siglo de la desaparición terrena del autor de La amada inmóvil, aún nos inquietan. Nervo murió al promediar el año de 1919. Digo todo esto sin afán de parecer funambulesco, esto es, sin afán de ser queda bien con fulano, mengano o zutano. Lo digo desde el corazón y con sólo la íntima certeza de que el examen de la figura de Cristóbal Colón es suficiente (o entraña el principio de razón suficiente leibniziano) para mantener un ánimo equidistante acerca de la celebración del Día de la Raza, tal como avisa el palíndromo: “Allá Colón no lo calla”, y que conste: es imposible resistir los embates y los envites de la chispa etílica en la fecha señalada: ¡Salud!.
Columna Originalmente Publicada en el Publimetro el día 3 de Octubre de 2014