El Premio Nobel 2020 toma rostro femenino. El legado de Marie Curie
La astrónoma Andrea Ghez es la cuarta mujer en la historia en recibir el galardón en Física, Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna son la sexta y séptima en ganar el de Química y Louise Glück la décimosexta en recibir el de Literatura
Las primeras entregas del Premio Nobel 2020 van dejando un reflejo del avance hacia sociedades más igualitarias, aunque aún falta camino que recorrer, pues si bien el galardón que entrega la Real Academia Sueca de Ciencias sigue siendo mayoritariamente masculino, en particular en las ciencias, este año ya reconoció el talento y los hallazgos de cuatro mujeres y aún pueden sumarse más.
Este 2020 sigue siendo un año inédito, con una pandemia viral que nos mantuvo en cuarentena por meses y ha cambiado la forma de concebir la vida social, mientras un nuevo orden mundial resuena cada vez más en la escena internacional. Pero también trae aires de renovación en nuestras comunidades. Y el reconocimiento a las contribuciones sobresalientes de tres científicas es un buen augurio.
Son la astrónoma neoyorquina Andrea Ghez, reconocida con el Premio Nobel de Física (6 de octubre) por descubrir “los secretos más oscuros del universo” que son los agujeros negros, galardón que comparte con dos hombres, uno de ellos su compañero de investigación.
La francesa Emmanuelle Charpentier (51 años) y la estadounidense Jennifer A. Doudna (56) quienes se convirtieron en la sexta y séptima mujeres en ganar el Premio Nobel de Química este 7 de octubre. Fue por el desarrollo de un método “para la edición del genoma" y que se conoce como “las tijeras genéticas CRISPR/Cas9”.
Y se suma la poeta estadounidense Louise Glück (77 años) quien este 8 de octubre ganó el Premio Nobel de Literatura por una obra que explora la familia y la infancia con su inconfundible voz poética “que con una belleza austera hace universal la existencia individual” reconoció la Academia Sueca. Glück debutó en 1968 con Firstborn y pronto fue aclamada como una de las más destacadas de la literatura contemporánea de su país.
Hasta estos últimos cuatro premios de la edición 2020, el Nobel ha reconocido a 58 mujeres en su historia frente a 871 hombres y 24 organizaciones. Y 28 de ellas, prácticamente la mitad, lo han recibido en las últimas dos décadas (desde el 2000), y la otra mitad durante el siglo XX.
Es la primera vez en 56 años que no hay un hombre entre los ganadores del Nobel de Química. En 1964 la británica Dorothy Mary Crowfoot Hodgkin fue premiada en solitario, aunque hace solo dos (2018) la estadounidense Frances Arnold compartió premio con dos hombres, George P. Smith y Gregory Winter.
Charpentier y Doudna se unen así a la pionera Marie Curie, quien hace 109 años lo recibió por descubrir los elementos químicos radio y polonio; a la hija de esta, la francesa Irène Joliot-Curie (1935) y a la israelí Ada E. Yonath (2009).
Ghez secunda los pasos de la estadounidense Maria Goeppert-Mayer (1963) y la canadiense Donna Strickland (2018), quienes como ella compartieron el Premio Nobel de Física con dos hombres. Y por su puesto el legado de la francopolaca Marie Curie (1903), la primera mujer en ganar uno y precisamente en Física.
Glück es la decimosexta mujer en ser galardonada con este palmarés en la historia y lo recibe solo dos años después de la última mujer que ganó el Premio Nobel de Literatura, la polaca Olga Tokarczuk (2018). Se une a la austriaca Elfriede Jelinek (2004), la británica Doris Lessing (2007), la alemana rumana Herta Müller (2009), la canadiense Alice Munro (2013) y la bielorrusa Svetlana Aleksiévich (2015), quienes lo han recibido en lo que va de este siglo XXI.
Y a la sueca Selma Lagerlöf (1909), la italiana Grazia Deledda (1926), la noruega Sigrid Undset (1928), la estadounidense Pearl S. Buck (1938), la chilena Gabriela Mistral (1945), la sueca Nelly Sachs (1966), la sudafricana Nadine Gordimer (1991), la estadounidense Toni Morrison (1993) y la polaca Wisława Szymborska (1996).
La cuarta Nobel de Física mujer
La niña que deseaba llegar a las estrellas y soñó con ser la primer astronauta en la historia, y vio truncado su anhelo cuando en su adolescencia Sally Ride fue la primera en hacerlo, ahora podemos decir que ya lo hizo, y sin salir de la atmósfera.
Andrea Ghez emanó sororidad en sus primeras declaraciones tras anunciarse el premio y recibir la famosa llamada desde Estocolmo del Comité del Nobel. Explicó que no solo está encantada sino que asume la responsabilidad asociada de ser la cuarta mujer en ganar el Premio Nobel en su materia de estudio.
“Espero poder inspirar a otras mujeres jóvenes en el campo. Es un ámbito muy placentero si te apasiona la ciencia: aquí hay mucho que hacer”, dijo.
La profesora de la Universidad de California en Los Ángeles destacó como primordial, el convencer a la generación más joven de que su capacidad para cuestionar y para pensar es crucial para el futuro del mundo.
“Creo que hoy me siento apasionada, más que nunca, del lado docente de mi trabajo”, afirmó.
Ghez y el alemán Reinhard Genzel hallaron que un objeto invisible y en extremo pesado rige las órbitas de las estrellas en el centro de la Vía Láctea, un agujero negro supermasivo al que llamaron “Sagitario A”. Con telescopios gigantes desde Hawái y “muchos, muchos cálculos” pudieron medirlo.
Y comparten premio con el inglés Roger Penrose quien descubrió que la Teoría General de la Relatividad de Albert Einstein conduce a la formación de agujeros negros.
Pero ¿qué es un agujero negro?. A decir de la profesora de astronomía en UCLA “es un objeto extremadamente pesado, con una fuerza gravitatoria tal que nada puede escapar a él, ni siquiera la luz”.
Aunque en sus palabras es mejor escuchar lo que ha sido su hallazgo:
En las entrevistas que siguieron al reconocimiento del Nobel explicó que si bien es muy complejo poder definir un agujero negro, la forma de “verlo” -pues no son visibles- es observar y estudiar el efecto que tiene sobre los objetos a su alrededor. Y precisamente eso es lo que Genzel y ella hallaron: un objeto pesadísimo que hace girar a las estrellas de forma vertiginosa a mitad de la galaxia.
“No sabemos qué hay dentro de un agujero negro y eso es lo que los hace tan fascinantes”, añadió.
Confesó que el Nobel de Física es un premio a su curiosidad, ya que las preguntas del Universo la inspiraron y un empuje a no cejar en su intento por comprender la física de los agujeros negros y el papel astrofísico que juegan.
E hizo un llamado a las nuevas generaciones: “Duden, duden siempre”, incluso aunque estén ante un hallazgo tan importante que en el futuro pueda suponer un Premio Nobel.
Nació en Nueva York el 16 de junio de 1965. Se graduó como física por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) e hizo su doctorado en el Instituto de Tecnología de California (Caltech).
La doctora Ghez habla desde la sala de observación remota del telescopio Keck, su cuartel en UCLA, donde con su equipo vigila el centro de nuestra galaxia, sobre el porqué le interesó estudiar el universo y otras cosas más:
Las zurcidoras del código de la vida
Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna “han reescrito el código de la vida” con sus “tijeras genéticas”, algo que hasta hace poco era inconcebible. Su técnica revolucionaria, por decir lo menos, permite cortar y pegar el ADN a voluntad y editar cualquier forma de vida, ya sea animales, plantas y microorganismos de forma rápida, sencilla y muy eficaz.
Podríamos llamarlas las zurcidoras de la vida desde su esencia. Y el potencial de este descubrimiento es tremendo pues además de mejorar cultivos, incluso podrían resucitar especies. Este tecnología ya está contribuyendo al desarrollo de nuevas terapias contra el cáncer y está en camino el poder hacer realidad el sueño de curar enfermedades hereditarias, sin embargo aún necesita mejora antes de ser probada en humanos.
Y si bien este zurcido genético también requiere regulación, para evitar que se haga un mal uso de esta poderosa herramienta, como podrían ser embriones genéticamente modificados, el Comité del Nobel refirió que en muchos sentidos ya “está aportando el mayor beneficio a la humanidad”.
Los investigadores deben modificar los genes de las células cuando quieren descubrir el funcionamiento interno de la vida, pero esto era un trabajo lento, difícil y muchas veces imposible. Y ahora es posible en solo unas semanas.
“La capacidad de cortar el ADN donde uno quiera ha revolucionado las ciencias de la vida”, destacó Pernilla Wittung Stafshede, miembro de la Academia Sueca en la ceremonia de anuncio y entrega del galardón.
Mientras que Claes Gustafsson, presidente del Comité Nobel de Química y quien fue el encargado de presentar el descubrimiento en la gala ha destacado que no hay herramienta más afilada de la tecnología genética y tijera más precisa. El descubrimiento de estas mujeres, en 2012, además de haber revolucionado la ciencia básica, “ha dado lugar a cultivos innovadores y dará lugar a nuevos tratamientos médicos revolucionarios", agregó.
Y desde que este hallazgo salió a la luz ha contribuido ya a múltiples descubrimientos, ha permitido a los investigadores de plantas desarrollar cultivos resistentes al moho, plagas y a la sequía.
Como pasa en la ciencia usualmente, muchos hallazgos suelen ser inesperados, y así fue con las “tijeras genéticas”. La doctora Emmanuelle Charpentier considera que “el azar favorece a las mentes preparadas” parafraseando a Pasteur, para referirse a esos descubrimientos. Y así le pasó con el trabajo que dio pie a esta tecnología revolucionaria de la genética.
La bioquímica y microbióloga del Instituto Max Planck para la Ciencia de los Patógenos en Berlín, fue quien durante sus estudios sobre Streptococcus pyogenes, una de las bacterias que más daño causan a la humanidad, descubrió una molécula previamente desconocida, el ARNtracr. Eso fue en 2011. Su trabajo demostró que el ARNtracr es parte del antiguo sistema inmune de las bacterias, y que CRISPR / Cas, desarma los virus a dividir su ADN.
Tras recibir la llamada y saberse ganadora del Premio Nobel se dijo sumamente emocionada. “Cuando ocurre, una está muy sorprendida y se siente que no es real”, señaló pero también emitió un mensaje alentador para las mujeres en la ciencia que le sigan detrás.
“Mi deseo es que esto brinde un mensaje positivo a las jóvenes que deseen seguir el camino de la ciencia y mostrarles que las mujeres en la ciencia también pueden tener un impacto a través de la investigación que están realizando”.
Jennifer Doudna, profesora de química y biología molecular en la Universidad de California, Berkeley, y quien era una experta del ARN empezó a trabajar con Charpentier en 2011, luego de que la francesa publicara su descubrimiento.
Actualmente utiliza sus “tijeras genéticas” en la batalla contra el coronavirus SARS Cov2 como cofundadora de la firma de biotecnología Mammoth, que se sumó al laboratorio GlaxoSmithKline para desarrollar una prueba para detectar infecciones.
“Lo que empezó como un proyecto de descubrimiento fundamental movido por la curiosidad se ha convertido ahora en una estrategia de avanzada usada por innumerables investigadores que trabajan para intentar ayudar a mejorar la condición humana”, dijo Doudna en un comunicado emitido por Berkeley.
La neoyorquina que evoca a Emily Dickinson
Este año Louise Glück, la poetisa que no estaba en las quinielas, fue ganadora del Premio Nobel de Literatura 2020. Tiene 77 años, se divorció dos veces y sufrió de anorexia en su juventud.
"Tienes que vivir tu vida si vas a hacer un trabajo original. Tu trabajo saldrá de una vida auténtica ...", ha señalado la autora.
Es profesora de inglés en la Universidad de Yale, New Haven, Connecticut. Debutó en 1968 con el libro Firstborn, el cual fue muy halagado y se convirtió en una de las poetas y ensayistas más destacadas de la literatura contemporánea estadounidense. Además ganó el Premio Pulitzer en 1993 con el poema The Wild Iris (El Iris Salvaje), el Premio William Carlos Williams de la Poetry Society of America y el Premio Nacional del Libro en 2014.
Los temas centrales de su obra son la infancia y la vida familiar, la estrecha relación entre padres e hijos. Ha publicado 12 colecciones de poesía y varios volúmenes de ensayos sobre poesía.
La Academia Sueca refirió que la obra de la autora hace recordar a su paisana, la poeta estadounidense del siglo XIX Emily Dickinson en su “severidad y su renuencia a aceptar los simples dogmas de la fe”.
En la obra de Glück “el yo escucha lo que queda de sus sueños e ilusiones y nadie puede ser más duro que ella para confrontar las ilusiones del yo”, refieren en la propia Academia Sueca.
Nació el 22 de abril en 1943 en Nueva York y vive en Cambridge, Massachusetts. En 1961 se graduó en la Hewlett High School y luego asistió al Sarah Lawrence College y a la Universidad de Columbia.