'1917'... un retrato del infierno: la Primera Guerra Mundial sin interrupciones ni cortes

'1917'... un retrato del infierno: la Primera Guerra Mundial sin interrupciones ni cortes

"El camino sigue y sigue desde la puerta. El camino ha ido muy lejos, y si es posible he de seguirlo recorriéndole con pie decidido hasta llegar a un camino más ancho donde se encuentran senderos y cursos. ¿Y de ahí a donde iré? No podría decirlo”.

Tolkien, J. R. R. (1954). La Comunidad del Anillo

Siempre hacia adelante, sin interrupciones ni cortes. Así es la vida, algo que está en constante desenvolvimiento sin dar la posibilidad de volver sobre los pasos a enmendar errores, su marcha es algo a lo que no solemos prestar atención de más pues la experimentamos todo el tiempo y se vuelve irrelevante hasta cierto punto. Es justo aquí donde la maravilla de la más reciente producción de Sam Mendes se hace presente. 1917 apela justo a eso, a volver extraordinario algo que podría parecer ordinario a muchas luces como lo es una película más sobre guerra. 

La octava dirección de Mendes, tras su paso por los cuarteles de MI6, se basa en las historias que su abuelo Alfred Mendes le contó sobre la experiencia de servir por dos años al ejército Británico en Flanders, Bélgica durante la Primera Guerra Mundial. Una historia aparentemente simple, un mensajero con una noticia que entregar, pero que explora todo desde una perspectiva poco común. Diversos temas de carácter humano son tratados dentro de la película, desde la carga simbólica de lo material en contraste con su poca utilidad hasta la misericordia humana que inevitablemente conlleva al fracaso todo esto dentro de las trincheras características de la WWI, aquellas que películas como Paths of Glory (1957), The Trench (1999) o They Shall Not Grow Old (2018) retratasen. Pero esto no es una propaganda antibélica ni un documental que muestra  las condiciones en que se desarrolló el conflicto sino que plasma un día cualquiera en el frente en el cual progresivamente va envolviendo al espectador.

Una de las cuestiones que más destacan de la película es que se trata de una sola toma enorme, cuestión que ayuda la inmersión de la audiencia, pues acompaña a los soldados Will Schofield (George MacKay) y Tom Blake (Dean-Charles Chapman) a cumplir con su misión. Esta maravilla cinematográfica no es nueva en el cine: Rope (1948) de Alfred Hitchcock es uno de los usos más famosos de este recurso e inclusive Emmanuel Lubezki ganó un Óscar por una fotografía similar para Birdman (2014). En esta ocasión el encargado de conseguir la ambiciosa tarea es Roger Deakins, un viejo conocido de Sam Mendes por colaborar juntos en Skyfall (2012), que además ha trabajado la fotografía para películas de los hermanos Coen como Fargo (1996), The Big Lebowski (1998) y No Country For Old Man (2007).

Si a la fotografía se le suma la banda sonora compuesta por Thomas Newman que igual puede generar ansiedad ("Tripwire") o relajar los ánimos ("Milk"), la inmersión que experimenta el espectador se vuelve completa al no poder hacer otra cosa más que seguir viviendo el desarrollo de la historia. Todo lo que inicia eventualmente llega a su fin, de igual forma lo hace la travesía que narra la película.

1917 es sobre la vida de un hombre común, del soldado raso, que vive su día a día de la mejor forma que puede y cuyo accionar puede convertirse, eventualmente, en algo trascendental que puede salvar miles de vidas y cambiar el rumbo de la historia.

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