Texto de Israel Ruiz Arreola, Wachito - Cineteca Nacional
Me he comido/ las ciruelas/ que estaban/ en la nevera. Y las cuales/ probablemente/ guardabas/ para el desayuno. Perdóname/ estaban deliciosas/ tan dulces/ y tan frías. Estas palabras pertenecen al escritor y médico estadounidense William Carlos Williams. Se trata de un poema sustraído de una situación que brilla por y desde su sencillez y familiaridad. El autor buscaba la poesía en lo cotidiano y ordinario de la vida; capaz de dilucidar la belleza de una manzana, de una carretilla roja o de una carretera congelada. Paterson es el nombre de su famoso poema dedicado a la ciudad del mismo nombre en el estado de Nueva Jersey. Y Paterson es el título del nuevo largometraje de Jim Jarmusch que en cuerpo y alma rinde homenaje a la obra del escritor, y cuyo protagonista, un conductor de autobuses y poeta aficionado, también lleva el mismo nombre.
A lo largo de una semana, de lunes a domingo, seguimos la vida de Paterson (Adam Driver): por la mañana, cuando observa su reloj y se levanta de su cama; después, mientras circula a bordo de su autobús por las calles de la ciudad recogiendo y escuchando las conversaciones de los pasajeros; luego, conviviendo con su querida Laura, con quien mantiene un idilio envidiable; y por último, paseando a su perro Marvin hasta llegar a un bar para beber una cerveza. A diferencia de Paterson, quien se resiste a publicar sus poemas, Laura es de una inquieta naturaleza artística, siempre en busca de experimentar nuevas expresiones (pintura, cocina, música). Él, casi siempre en el exterior, prefiere el claustro de sus palabras; ella, en el interior de la casa, exterioriza su personalidad: opuestos que se complementan. La rutina es el eje narrativo, las mismas situaciones se repiten todos los días pero ninguna es igual a la anterior. La monotonía no existe. También hay lugar para las situaciones extraordinarias (una avería del autobús, la amenaza de un arma de fuego), pero ninguna altera el apacible transcurso de los eventos. Uno podría decir que no pasa nada y es verdad; no pasa nada, justo como en la vida. Pero no se tome la “nada” en su sentido literal, sino como la oportunidad de ser receptivo, de apreciar la belleza de la supuesta insignificancia que existe en lo común y corriente. Una cajetilla de cerillos es el pretexto para un poema de amor, por ejemplo.
Los versos libres que escribe Paterson, sobrepuestos en las imágenes de la película, hacen eco al espíritu de William Carlos Williams. Poema y película, hombre y ciudad, conforman un diálogo circular. Todos comparten el mismo nombre, porque se corresponden el uno al otro. Pero Jarmusch no pretende hacer un filme-poema, sino encontrar a través del cine la poesía in situ, en lo terrenal, ya sea a bordo de un camión o sentado frente a las cascadas del río Passaic.
Si la poesía es goce puro, recreación artificial de una naturaleza ideal, según dice el literato español Dámaso Alonso, entonces Paterson es una recreación idílica de la cotidianeidad de una ciudad y un hombre. No importa que después del domingo todo vuelva a repetirse.
https://www.youtube.com/watch?v=m8pGJBgiiDU