Para todos los niños jodidos de este mundo, les presentamos: Spacemen 3
La lista de ídolos del rock “alternativo” es una constante. Es cuantitativa: "escucho a los Stooges por acá, a Suicide por allá"… con Spacemen 3 es común sacar el acordeón para el examen profesional del rock n' roll de los ochenta, época en la que una cantidad no tan mínima de sus iteraciones y expresiones novedosas ya habían sido extirpadas del garaje, e incluso quizá eran gestadas desde los laboratorios y fábricas de reproducibilidad artística.
Por suerte, en la actualidad, podríamos decir que existe una extensa historia escrita que respalda la relevancia de la cepa de space rock creada por los spacemen en la cultura popular. Su legado está representado por una enorme cantidad de referencias hacia ellos en obras de cientos de artistas que admiran algún aspecto de J Spaceman y Sonic Boom a su paso por nuestro planeta.
En retrospectiva, el contexto en el que Jason Pierce y Peter Kember aparecen en los reflectores, Spacemen 3 es esencialmente indie subterráneo, aunque definido por su crudeza, su estruendo y su ruido. Podría llamársele high indie, debido a la constante mención del uso de sustancias psicoactivas en sus letras y la presencia de éstas en la actitud y acontecer físico de sus autores. Incluso indie pop, porque en ese espacio-tiempo llamado Inglaterra de 1986 se gestaba la entrada al escenario principal del jangle desde las oficinas de la NME, en Londres. Del otro lado del charco, Sonic Youth ya tenía en sus manos el Evol, disco que marcaría su irrupción en las listas de "lo mejor" y ya no más "lo peor" del año en dicha revista británica.
El proyecto de los astronautas se encontraba en una etapa determinante: terminaban de grabar la cinta que se transformaría en la base de su sonido, los legendarios Northampton Demos, que incluyen varias de sus canciones más celebradas con el paso del tiempo.
Esta grabación clave ocurrió después de que un tipo llamado Pat Fish, también conocido como el Jazz Butcher, presenciara una presentación de los Spacemen en el mood correcto:
"Toda la gente me contaba que esta banda de Rugby, The Spacemen, era muy distinta. Justo [esa noche] me percaté de que lo que decían era cierto: eran únicos", fue lo que dijo Fish a Erik Morse, uno de los máximos historiadores del universo Spacemen, en una entrevista para Erik Morse.
Justo después de ese show en el pub The Black Lion en 1985, Fish dio el visto bueno a Sonic Boom, J Spaceman y Nicholas "Natty" Brooker para firmar con el sello Glass Records. Fue así como los tres sesionaron en los Studio Morocco en Northampton cuando eran apenas un grupo de jóvenes en transición entre la preparatoria y la universidad.
Si adelantamos rápidamente la cinta del cassette hasta mediados del año 1990, seis años después de su álbum debut, nos encontraremos ya a escasos meses de su disolución definitiva, evento que daría paso al surgimiento tanto de Spiritualized como de Spectrum, proyectos de Pierce y Kember respectivamente. El último álbum de Spacemen 3, Recurring (1990), fue realizado en partes separadas por el dúo; representa el rompimiento entre los sonidos que llamarían la atención de cada uno en el porvenir.
En ese momento crítico es cuando aparece Taking Drugs To Make Music To Take Drugs To (1990). El disco llega a cumplir, entonces, la función de una suerte de documento archivístico, más que la de un álbum, pues contiene exactamente las canciones que fueron grabadas en las sesiones de Northampton. El proceso por el cual se dio su publicación es también, hasta cierto punto, paralelo a las actividades de la banda, pues salió de forma no oficial en el sello Father Yod, una operación de bootlegs fundada por Thurston Moore y el poeta estadounidense Byron Coley.
Con Spacemen 3, mencionar la intersección entre el uso recreativo de drogas variadas y los procesos alrededor de la creación musical es hablar de lo evidente. El título que Moore y Coley eligieron para su reimpresión de las canciones primarias del conjunto ni siquiera utiliza adjetivos para describir perfectamente el ethos de la visión del universo que tenían los de Rugby.
El ahora guango término "lisérgico" no podría describir con atino la intención, más bien minimalista, de Pierce y Kember en el entorno sonoro que producen sus canciones. La música psicodélica, diría Simon Reynolds, "comparte la creencia de que menos es más: patrones simples, repetidos, pueden generar tanta complejidad como inmensidad". La sustancia equis es la que yace directamente sobre las figuras en el aire que reproducen los sonidos de los astronautas. Sus efectos: un zumbido constante, envolvente y profundo, que absorbe la mente de quien escucha atento o que hace resbalar hacia la psicodelia a quien le tome por sorpresa.
Cada una de las pistas de Taking Drugs muestra la intención sonora más primaria de la banda. Es una consolidación no intencional de la visión caleidoscópica de Spacemen 3, desde la que se recupera el uso de los riffs canónicos del rock para llevar a un viaje por el inframundo de la alienación, la desolación y la crudeza.
Estas rolas son un asomo con ojo de pescado a los momentos especiales de aquellas noches en 1985. Las luces y una bola disco iluminando, desde el suelo, el pequeño escenario de un pub. El sonido toma la forma de las siluetas larguiruchas de dos tipos con sus guitarras estruendosas que se alimentan del sonido entre sí hasta rechinar. Así vibraron los hipotálamos de los asistentes que les agarraron la onda, miraron hacia el cielo oscuro, vieron la nave espacial y se convencieron de que los spaceman son y serán "una estrella, una iluminación en la vida propia".