Pájaros en el alambre

Por Gerardo Torres  @sticky909

¿Has pensado cuánto cuesta tu información personal? ¿Y tu privacidad? Siempre que pongo esta discusión sobre la mesa, irrumpe un ‘lemming suicida (Lemmings, NES, 1992)’ que pretende eliminar el trasfondo de la pregunta con comentarios como: “Pus nada. A quién le interesa lo que hago, si no hago nada” (¿escuchan?, va en caída libre).

Cuando esto sucede, me basta con hacer una respiración profunda y visualizar cómo el movimiento de ‘La palma de Buda’ (la que aparece al final de Kung Fu Hustle, [2004]) se encarga del lemming. Pero, cuando a lo dicho se añaden dichos como: “Ay, pus, qué tiene de malo”, me convierto en ‘The Great Mighty Poo’ (Conker’s Bad Fur Day, N64, 2001) y, como él, expulso todos y cada uno de mis argumentos.

Este tema tomó relevancia (otra vez) porque en uno de los recientes documentos revelados por Edward Snowden se menciona que el servicio de inteligencia británico y la NSA (siglas en inglés para la Agencia Nacional de Seguridad de EUA) encontraron en aplicaciones y juegos como Angry Birds una vía de acceso para obtener la información personal que almacenas en el teléfono o dispositivo donde están tus aplicaciones, los juegos o ambas.

¿Cómo sucede esto (ya sé que tú eres un Lemming constructor, pero la explicación es necesaria para aquellos suicidas que necesitan un paracaídas)? Cuando descargas un juego, como Angry Birds, después de la instalación aparecen un par de leyendas que nadie lee. Una de ellas ofrece que detengas por un momento tus ganas de jugar para enterarse del tedioso, aburrido y repetitivo acuerdo de privacidad. Saltárselo es sistemático. Casi puedo afirmar que hacerlo es causa de bullying y muerte social. Sin embargo, este despreciado acuerdo explica que mientras juegas, Rovio (responsable de Angry Birds, o cualquier otro desarrollador en el caso de cualquier otra aplicación. Sí, ya sé que sabes pero, 'paracaídas') tiene acceso –no limitado– a tu dirección de correo electrónico, la dirección IP de tu equipo, tu nombre de usuario y contraseña. Y todo esto, mientras tú te preocupas por matar curiosos cerditos verdes. ¿Espantado? Espera: al aceptar el acuerdo, consientes al desarrollador la opción de compartir con sus socios comerciales tu información. ¿Ardido? Espera: el bálsamo de este draconiano acuerdo es que “sólo lo hacen con inocente$ fine$ publicitario$”. Y si estás pensando: “Aaah, bueno, eso es justo porque, como nos regalan/venden muy barato el juego/aplicación...”, es momento de que alguien te ponga el paracaídas.

El problema con todo esto está en que, las empresas y ahora también, las agencias de inteligencia de los gobiernos, abusan de tu condición de ‘Lemming suicida que necesita un paracaídas’ para tomar tu información sin que te des cuenta. Ahí es en donde está el peligro: en lo fácil que resulta tomar tu información, el uso que le dan y, obvio, el que no le dan.

No es la primera vez que los videojuegos se involucran con el espionaje de datos. Hace algunos años, juegos como World of Warcraft o The Sims se vieron envueltos en escándalos de este tipo. La diferencia entre antes y ahora está en la cantidad de personas que abrimos ‘la caja fuerte’ de nuestra información privada para desaparecer dulces o matar cerditos. La empresa Rovio, declaró que no tenía conocimiento de que utilizaban su simpática aplicación con fines de espionaje. Yo creo que, en el mundo en que vivimos, parte de la responsabilidad que tienen las empresas que utilizan tus datos personales están obligadas a garantizar la privacidad de tu información. Después de todo, el hecho de que las uses, le da sentido a su negocio (uno que, en el caso de Angry Birds, se traduce en la venta de más de mil millones de descargas de su juego). Podrían invertir lo necesario, ¿no crees?

Soy víctima, ¿qué hago? * Toma el ejemplo de San Francisco de Asís, deja todas tus posesiones materiales y reduce tu comunicación a hablar con Dios (Si me apuran, su omnipresencia es el equivalente ancestral del espionaje de datos personales pero, hey, es Dios).

* Lee las cláusulas de confidencialidad de lo que descargas y consumes.

* Si la app/juego lo permite, juega off-line (no hace mucha diferencia hacerlo porque, cuando te conectes de nuevo, se enviará la información. Pero, al menos, datos como tu ubicación estarán ‘seguros’).

* Elimina todas las aplicaciones y juegos que no uses.

* Resiste las modas. Todos los días aparecen alternativas para jugar/comunicarte/socializar. Ninguna está libre de vigilancia pero, entre menos llame la atención, mejor.

* Enójate y prepárate para la próxima revolución en defensa de la privacidad y los derechos de los usuarios. Para ello, es indispensable que te mantengas informado.

Cloudy Mountain

Marcela Gonzáles Durán I Editora I #En6tracks

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