Notas de belleza entre pilares de cantera

Notas de belleza entre pilares de cantera

Con pies cansados, mochila pesada y pila casi nula caminaba perdido por las calles de Guanajuato en busca del Templo de la compañía, me tomó dos vueltas darme cuenta que estaba frente a mí, levantándose entre la calle del sol y Pedro Lascurain de Retana una iglesia de estilo barroco churrigueresco aguardaba la primera presentación del pianista Alexander Kirchel.

Avancé entre la fila para poder llegar a la entrada, gozando de los beneficios de prensa, –”permiso, permiso”- le digo a todos mientras me abro el camino, me tropiezo intentando ver la fachada y el detalle encomendado por los Jesuitas, congregación que la construyó y consagró en 1765, alguien me ayuda a levantarme y sigo mi camino, demostré mi poco profesionalismo al cubrir eventos. Eso o es sólo mi cansancio, no lo sé.

Finalmente logré entrar pero me prohibieron el uso de teléfonos celulares y cámaras, por esta razón no podré mostrar imágenes del interior querido lector. Sin embargo, te puedo decir que los pilares de cantera adornados eran una imagen digna de quedarse en mi memoria, no le di importancia al hecho de no poder producir imágenes, el lugar me tenía encantado y así, mirando siempre para el cielo o el techo en este caso, me dirigí hacia las bancas normales de la iglesia. El escenario sobre la nave principal al fondo con el piano iluminado sutilmente desde el techo y bajo un arco de elotes, frutos y plantas de piedra, labrados en los arcos del mismo material que los pilares de la iglesia. Una mujer con su bebé a mi costado, éste a punto de llorar, se notaba por ese distinguido quejar de los bebés que tienen hambre; me incomodó un poco, no lo voy a negar, aún así decidí quedarme en esa banca por el espacio; después más gente, una joven pareja de juniors que entre hedor a perfume y con el cuidado de no manchar los hilos de sus prendas, se sentaron suave y lentamente en la misma banca. Es todo, estaba incomodo.

Pasando por una pequeña plática introductoria era hora del evento, intenté acomodarme, dentro de lo posible, en una banca rígida para escuchar, entonces entró. Mandíbula pronunciada y mirada penetrante, rasgos delgados finos y directos, el ritmo ya era notorio con una zancada pronunciada por el escenario al piano. Alexander Krichel, con el mentón marcado en alto se postro en el centro del escenario para saludar a su audiencia, sabe que el aplauso alargado de este es honesto, estoy sorprendido y no puedo dejar de ver. Hay algo en su forma de comportarse que hipnotiza a la audiencia, nos hipnotiza, quizás es el hecho de que tiene lo que pocos hombres tienen, pero vital en un pianista: Porte.

Alexander Krichel

Deja caer suavemente sus dedos sobre las tecla, las roza suavemente, el bebé sigue quejándose, los jóvenes sacan su celular para ver instagram, se escuchan pasos en el fondo, alguien llegó tarde… Krichel no desespera, su postura inamovible y los dedos acariciando las teclas. La primera nota, le siguen las demás, los autos afuera, las voces, las aves, los ecos del recinto, los pasos, el bebé, el mundo entero se calla para escuchar el resto; "Le tombeau de Couperin" de Ravel, los jóvenes deciden apagar sus teléfonos, ni siquiera quieren decir donde están, quieren que esto sea sólo para ellos, así lo quiero también yo. Los egos del mundo se rinden ante la humilde firmeza con que cada tecla es tocada para regalarnos esas notas de belleza.

Durante 60 minutos, puntuales como reloj, Krichel enamoró a toda la audiencia, a todos nosotros sin poder pronunciar una palabra o quizás sin poder pensar para únicamente recibir lo que ofrecía. Al terminar un estruendoso aplauso llenó el recinto, el mundo de pie y agradecido, todos salimos con un rostro diferente.

#CervantinoXIbero

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