Notas sobre ausencia, ruptura y camas vacías: a 20 años del ‘No Angel’ de Dido
A finales del 2018, la cantante británica Dido anunció su regreso a la industria musical después de un hiato de cinco años, tras su última producción del 2013 Girl Who Got Away, álbum que también marcó su renacimiento en aquel año después de un lustro de ausencia desde su exploración intimista en Safe Trip Home del 2008. Así, en marzo de este año, nos llegó finalmente su quinto trabajo de estudio Still On My Mind, junto con su primera gira mundial en 15 años.
Las pausas prolongadas son ya una constante en la carrera de Dido, cualidad muy en sintonía con la evanescencia y placentera quietud que ha caracterizado su estilo musical desde sus inicios. Atrás en el tiempo, en un 1 de junio como hoy, pero de 1999, el álbum debut de Dido No Angel arribó a los estantes de las tiendas de discos norteamericanas y su primer sencillo, “Here With Me”, comenzaría a abrirse camino en las frecuencia radiales, surcando los mares de la industria con bajo perfil, intentando ganarse un lugar entre otros referentes del pop de inicios del milenio como el Californication de Red Hot Chili Peppers, el pop-punk de Enema of the State de Blink 182 y por supuesto, el edulcorado fenómeno mundial ...Baby One more Time de Britney Spears.
Y precisamente en una era donde aquella rubia norteamericana de menos de 20 asentó el canon de lo que debía ser y parecer una Princesa del pop con su atuendo de colegiala sensual, Dido de 27 cerraba los noventa como una partidaria de otro tipo de envoltura musical, una de piezas emocionalmente resonantes y voces tersas como las de Sarah Mclachlan o Diana Krall. O incluso, más cercana al pop alternativo de Natalie Imbruglia con su Left In The Middle del 97 o al de Alanis Morissette y su Jagged Little Pill. Sin embargo, pese a sus similitudes con sus contemporáneas, Dido sobresalió de inmediato gracias a su distintivo sello vocal y su preferencia por los sintetizadores y los arreglos downtempo.
Sería finalmente en 2001 que Dido lograría colarse en las listas de popularidad, con No Angel en el pináculo de los charts del Reino Unido, por encima de otros lanzamientos emblemáticos de ese mismo año como el Survivor de Destiny’s Child, los Greatest Hits Vol. 2 de Madonna y el homónimo de Gorillaz. Hazaña nada insignificante considerando que No Angel ya era para entonces un disco con dos años de antigüedad y no se trataba ni de una propuesta arriesgada ni del producto de una artista reconocida.
Una reseña del 2001 en el blog SLANT, llamó a Dido como una “pequeña maniaco-depresiva obsesionada con las camas” y se refirió a su No Angel como “una respuesta adormilada frente a la tortura de la pérdida del amor”. Aunque con algunos calificativos quizás demasiado incautos, este y otros comentarios de la época acertaron en describir la naturaleza nostálgica que definirían el estilo musical y lírico de la cantautora londinense, quien mostró una preferencia por los temas de ausencia, soledad y, por sobre todas las cosas, añoranza.
Sin embargo, pese a la latente oscuridad y las tribulaciones que Dido describía en sus letras frente a los estragos del amor (My tea's gone cold, I wondering why I got out of bed at all), su interpretación minimalista y su aura inocentemente seductora lograron impregnar en su estilo cierto desenfado, distinguiéndola de una Celine Dion con sus épicas power-ballads o una rebelde Morissette. Dido era lumínica mas no frenética, afligida, pero esperanzadora; al borde del quiebre, pero nunca exacerbada, cautelosa en su redención, pero ultimadamente, libre.
Musicalmente, Dido fundó su No Angel en las raíces del folk-pop y el pop-rock de los noventa, con un toque de cierta ansia juvenil y algunas reminiscencias del sonido orgánico y templado que sus compatriotas masculinos de Coldplay o Travis elaboraron alrededor de los mismos años.
Sin embargo, Dido no se quedó solamente en la textura acústica de las cuerdas y percusiones. Aunque No Angel es, en esencia, un disco pop que responde a los convencionalismos de cualquier joya de formato adult contemporary music —compuesto principalmente por un matiz bajo de romanticismo y claros acentos de tristeza—, aprovechó el virtuosismo de su hermano Rollo Armstrong, DJ y productor, para infundir texturas electrónicas en sus temas, de manera que las melodías se sintieran vibrantes y vigentes, sin ser desleales a la esencia abatida de su lírica.
Así, No Angel tiene destellos rítmicos y coloridos que supieron echar mano del trip-hop de la era, sub-género que influyó tremendamente a artistas como Björk, quien perfeccionó y llevó a nuevos páramos la experimentación de la electrónica con el folk o el dub.
Por supuesto que Dido jamás llegó a distancias tan extremas como la islandesa en la búsqueda de su propio sonido o la innovación. Dentro de todo, No Angel y su gemelo espiritual del 2003, Life For Rent, son discos easy-listening que nunca tuvieron a la vanguardia como fin ni búsqueda estética. Aún así, son referentes de una época, una que a lo largo de tres años, colocó a Dido en un ascenso aparentemente imparable en la industria musical, con éxito tras éxito, himno de amor tras himno de amor, certificado platino tras certificado platino, posicionándola como autora imprescindible en cualquier biblioteca musical del momento y referente de un pop alternativo redituable que no respondía a los grandes números musicales diseñados para arenas y coreografías provocativas.
A pesar de su personalidad monotemática, No Angel sí ofrece algunos intentos de diversidad: la canción que cierra el disco por ejemplo, “Take My Hand”, se revela como el corte más bailable y housero de todo el catálogo, mientras que “Don’t Think Of Me” se posiciona como la pieza más potente gracias a su sonido orientado al rock (algo que no hemos vuelto a escuchar en ella) y la letra ácida y malévola que Dido dirige a la nueva pareja de su ex. Incluso, entre las ya conocidas y gustadas estampas de enamoramiento y dolor que No Angel nos ofrece y que describen sentimientos de ausencia con los que cualquiera podría identificarse, el álbum también tiene su momento de osadía y liberación en la formidable “Hunter”, donde alude al deseo rampante de absolverse del yugo que su amante ha cernido sobre su individualidad, asegurando que “quiere volver a ver el mundo sola otra vez”. “Hunter” es casi una antítesis al primer sencillo y opener del disco, “Here With Me”, donde Dido más bien se consume y se deshace en la añoranza romántica que vive en el vacío de su cama tras la partida de su compañero.
Por supuesto, la pieza ancla del disco, que se convertiría en el sencillo más exitoso de No Angel y detonaría su subsecuente fama, es “Thank You”. Aquí, Dido explora de manera más abierta su coqueteo con el trip-hop y la folktronica, convirtiéndose además en el tema que cautivaría hasta el mismísimo Slim Shady, quien la samplearía para su “Stan”, permitiendo la entrada de Dido en las esferas más destacadas y populares del momento.
Tanto el video como el sonido de “Thank You” cimentarían las rúbricas sonoras y visuales de Dido como artista: en lo visual, una mujer serena, casi desinteresada y de semblante angelical. En lo sonoro, una voz tersa, flotante, como siempre introspectiva.
Con No Angel, Dido asentó las bases de su breve, pero certero legado en la realeza del pop, coronada como una ondina británica que, desde el comienzo, nos acompañó en nuestros altibajos sentimentales, cantando sobre amores que ya fueron, sobre lo que dejamos atrás o nos dejó, sobre lo efímero y lo volátil, en constante reflexión de lo ocurrido y en la eterna evocación de lo que ya no está.
Dido visitará por primera vez nuestro país el próximo 10 de noviembre en el Auditorio Nacional.