Nine Inch Nails, una experiencia de estética inimitable
La evolución de Nine Inch Nails ha pasado por diferentes etapas; desde la que señala a NIN como conjunto, la más constante de Trent Reznor como “hombre-banda” y la que comparte el sello creativo de Atticus Ross –a la par de la paz mental en la estabilidad adulta de quien abanderó al conjunto en su persona-, todas esas facetas han permitido que la identidad de los de Cleveland sea todo menos fácil de etiquetar.
La estridencia fue uno de los sellos principales de sus inicios y el motivo por el que tantas personas encontraron tanto cobijo en la violencia y furia de la pubertad iracunda de la última década de los años noventa. Ese Trent Reznor estaba en una clara etapa de auto destrucción y falta de autoestima, la cual logró canalizar de la mejor manera posible: creatividad musical. Su capacidad artística mezcló la formación musical que aprendió de Claude Debussy, la presteza escénica de David Bowie, la fractura y caos dentro del poder de Ministry y los sonidos electrónico-industriales en Depeche Mode para lograr algo único, magnético y hermosamente demoledor.
El paso de los años le dio madurez, pero también le hizo abandonar los fantasmas que por tantos años ayudaron a construir su personalidad artística para enfocarse en la renovación de sus alcances como músico. Dejó atrás los éxitos comerciales, enfrentó con algunas producciones discográficas, al consumo y drenaje que la industria musical exigía de su trabajo hasta llegar a la paz que lo reconoció como el “genio” que no buscaba ser. Ahora, el afamado Trent Reznor y su mancuerna compositora Atticus Ross, son favoritos en el círculo creativo del cine no tan comercial en Hollywood y hacen bandas sonoras para directores como David Fincher, Allen Hughes, Sam Raimi o John Hillcoat, faceta que les ha permitido ganar Globos de Oro, Premios de la Academia y hasta el Grammy.
Además de Ross, Reznor agregó a las filas del grupo que le dio fama a Robin Finck en guitarra y sintetizadores, Alessandro Cortini en teclados y bajo, así como a Ilan Rubin, el percusionista y cellista que le ha acompañado incansablemente desde 2009. Ellos han sido testigos de cómo sus iracundas presentaciones, se convirtieron en espectáculos visuales y experiencias de estética inimitable. Nine Inch Nails alcanzó una madurez que le convirtió de uno de los proyectos más anárquicos y destructores en uno de los más improbables brincos de genialidad y respeto crítico.
Aunque el escepticismo nos hace pensar que nuevas generaciones no apreciarán el legado de un conjunto como el de Cleveland, estamos seguros que se maravillarán de lo que garantizamos como uno de los actos que serán más recordados en la historia de este festival.