Por Felo Arias
En esta semana de aprecio profundo al disco de vinilo, seguimos recorriendo Bogotá en busca de algunos de los que han sido referentes permanentes de Panamérika en estos cinco años y 250 programas. Simón Mejía, cabeza de la destacada banda colombiana Bomba Estéreo, es quien para esta ocasión nos habla de su experiencia como coleccionista, mientras los suyos hacen una pausa en medio de su gira internacional (vienen de recorrer Swazilandia, Mozambique y Sudáfrica). Acá nos cuenta cómo su variada colección de vinilos fue determinante en la búsqueda de un sonido propio y en la preservación de un legado histórico. Estamos ante la evidencia de cómo la memoria del vinilo también forma a la música y los músicos más destacados del presente.
¿Cómo ha sido tu experiencia personal en la recuperación del formato de vinilo? Incluso hablemos de lo que pasaba antes de Bomba Estéreo.
R. Mi historia con los vinilos es larga, porque fue mi manera de entrar y tenerle amor a la música. Mis papás tenían una colección, no muy grande porque no eran coleccionistas profesionales, pero tenían una serie de discos que yo heredé y que aún tengo hoy en día. Era una música que me llamaba mucho la atención, de los años 70: mucho soul, funk, discos de los Stones y del rock and roll, también mucha salsa, de la Fania. Hasta en uno de esos discos hay una portada en la que salió mi mamá, era un disco que se prensó acá en Bogotá en la discoteca Unicornio, sacaron una especie de compilación con canciones de Stevie Wonder, The Temptations, Michael Jackson...
Y yo cuando pequeño siempre tenía mucha curiosidad por eso, iba y abría esos discos y me ponía a escucharlos sin saber que me iba a dedicar a la música más adelante. Siempre me llamó la atención el objeto en sí y el arte, porque eso es lo chévere, que tu agarras el disco y el arte es muy appealing, es fuerte, que te impacta por el mismo tamaño del formato y en ese tiempo siempre se sollaban mucho con los colores y las imágenes.
Luego cuando adulto, eso se volvió una afición más consiente, cuando empecé a coleccionar discos de vinilo y le entré mucho a la música tropical. Mi primera fase de esa colección fue música de los 60 y salsa, esa música me hizo acercarme a lo tropical y así llegué a la cumbia, comprando catálogos de Discos Fuentes y Felito Records. Compraba discos en el Mercado de las Pulgas, en el centro, en Cartagena en el Mercado de Bazurto o cuando viajaba por fuera iba a tiendas. Comencé después a samplear esos discos viejos y a meterlos en el computador , a hacer loops y ponerles beats de música electrónica. Así empezó mi proyecto de hacer electrónica con música tropical.
Estamos en el 2000-2002, los años de Entrecasa y AM 770…
En ese disco de Entrecasa yo no fui el que sampleó. Pero Héctor Buitrago, que fue el gestor de ese proyecto, agarró sus discos de vinilo y los de otra gente cercana. Hizo unos samples cortos, los prensó en CDs y nos dio eso a varios productores y DJs de Bogotá. Él acababa de llegar de México de conocer a Nortec Collective y quería hacer acá algo similar pero con sonidos colombianos. Entonces ahí fue el álbum Colombeat (Entrecasa, 2002), donde yo saqué un sample de “Pa’ Colombia mi descarga”, de una canción de una orquesta venezolana.
Luego me quedó gustando eso. Y yo siempre he sido muy amigo de DJ Fresh, un DJ de hip hop que viene desde hace veinte años tocando en Colombia, el primero en hacer acá ese tipo de mezclas. Él me influenció mucho en eso y yo por mucho tiempo sampleé, de hecho en el primer disco de Bomba Estéreo [Volumen 1 (Polen, 2006)] la mayoría de canciones son samples de vinilos que luego fueron producidas. Ya hoy no lo hago mucho, sigo coleccionando pero ya no sampleo mucho, porque Bomba Estéreo encontró un sonido por sí solo.
Y todo eso es un resultado de ese consumo…
Del consumo y de la historia. Porque la música “clásica” no se oye igual en mp3 que en acetato. Desde todo el proceso de sacarlo, ponerlo, la aguja, que salga el scratch. La calidad del sonido es otro cuento, otro viaje que la gente que sabe de música sabe de lo que hablo.
Con lo que ahora es el sonido de Bomba Estéreo ¿Qué valor tiene seguir recopilando acetatos?
Para mí es siempre una fuente de aprendizaje. La gente gomosa del sonido siempre busca la calidad y en ese caso eso es muy especial, como cuando uno ve una película hecha en cine. Incluso nuestro último disco, Elegancia tropical (Polen, 2012), logramos prensarlo en vinilo. Nos hicieron un prensaje en Londres con Soundway, lo cual es un motivo de orgullo: yo veo ese disco y digo “esta es la copia que le voy a mostrar a mis hijos”, no un iPod sino eso, que es como una pieza de arte.
¿Y en medio de las giras de Bomba Estéreo ha habido tiempo de enriquecer la colección?
Sí, total. Recuerdo una vez que tocamos en Los Ángeles en un lugar llamado Ameba, es una tienda de toda la vida y era buenísimo porque tocamos y luego nos hicieron una entrevista. Ese día te daban como unos cupones y uno podía cogerse diez discos de la tienda. La tienda tiene una parte de vinilos, y pues cuando yo supe me fui de una pa’ allá. Tienen un catálogo muy chévere, de cosas nuevas y viejas. Y a veces en otras ciudades, en festivales, sacan cositas, pero no es muy común, además siempre que traigo tiene que ser un volumen limitado.
Claro, la valija pesa…
Exacto. Precisamente otro proyecto que hicimos en vinilo fue Jende ri Palengue es un material de colección que editamos con Souljazz, pero acá en Colombia se distribuye sólo en CD.
Ahora que hablas de tus ediciones ¿Cuál puede ser el futuro o incluso el presente de ese formato ante la proliferación de tantos otros soportes para la música?
Pienso yo que ese formato es como inmortal. Es como el libro, esas cosas que uno compra y adquiere que no son para nada prácticas desde el punto de vista actual, cuando todo el mundo quiere andar liviano de peso. Una biblioteca es difícil de trastear, así como una discoteca de vinilos. Es algo voluminoso, así que si uno la va a tener es porque sabe que es algo para conservar toda la vida. Es un archivo histórico y en esa medida nunca va a morir. Es una pieza de arte, tanto por la música como por la forma en que está concebida la imagen gracias sus dimensiones, no como iTunes que es una cosa pequeñita. Es que mirar un disco es algo que se hace como si uno estuviera en una exposición fotográfica.