Misiones Incumplidas

(Imagen de El Universal)

Por Helena Varela

Junio de 1993: Joaquín Guzmán Loera, también conocido como “El Chapo” es capturado en el Estado de Chiapas.

Enero de 2001: El Chapo logra escapar de Puente Grande, una de las cárceles de máxima seguridad, escondido en un carro de lavandería.

Febrero de 2014: el delincuente es nuevamente apresado en Mazatlán, pero logra huir a través de un túnel de un kilómetro y medio en julio de 2015.

Tiempo efectivo de cárcel en los casi 22 años transcurridos desde su primera captura: nueve años.

Y ahora, cuando las autoridades logran nuevamente su aprehensión en enero de 2016, el titular del ejecutivo nos deleita con un mensaje en redes que a más de uno y una nos ha dejado con la boca abierta. Y no fue lo de “misión cumplida”, pues efectivamente, tras la segunda fuga, tenía la obligación de recapturar al capo. No, lo que todavía me tiene entre la estupefacción y la indignación es eso de "La operación demuestra que las instituciones mexicanas funcionan". Primero pensé que se trataba de una broma, pero me pareció demasiado macabra y perversa si pensaba en los familiares de los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa que siguen pidiendo a las instituciones que funcionen y les den cuenta de dónde se encuentran los jóvenes; o en las víctimas de la violencia de género que siguen teniendo que soportar situaciones de abuso y hostigamiento porque las instituciones siguen siendo omisas ante relaciones de dominación patriarcal; o si consideraba a los más de 53 millones de mexicanos y mexicanas que viven en situación de pobreza, sin que las instituciones (educativas, sociales o políticas) puedan ofrecerles alguna expectativa de mejora; y ya ni hablar de las miles de personas desaparecidas, torturadas o asesinadas en manos de fuerzas del Estado. Definitivamente, miremos a donde miremos de nuestra realidad, afirmar que las instituciones mexicanas funcionan es, en el mejor de los casos, un insulto a nuestra inteligencia.

Porque el gobierno logró capturar a El Chapo, y sus integrantes pueden ufanarse, darse mutuamente palmaditas en la espalda, y decir que las fuerzas de seguridad son un orgullo para este país. Pero yo sigo esperando que alguien me explique quiénes fueron responsables y cómplices en las dos fugas del capo. Porque mientras se sigan dando este tipo de coyunturas, mientras la corrupción sea la característica más notoria de nuestro sistema político, mientras la violencia permee nuestras vidas, y mientras la impunidad siga siendo la única respuesta ante los abusos y la barbarie, mientras todo eso ocurra, señor Peña Nieto, me opongo a que se diga que las instituciones mexicanas funcionan.

Y es que, hasta el amigo gringo ha tenido que ponerle en evidencia, hablando de sus misiones incumplidas y señalándole con el dedo al afirmar, a través de una editorial del New York Times, que su gobierno se ha caracterizado por eludir sistemáticamente el ejercicio de rendición de cuentas, ocultando verdades, minimizando escándalos y yo añadiría que maximizando falsos resultados. Y es que si no hay rendición de cuentas, ¿alguien me puede explicar cómo pueden funcionar las instituciones? O mejor, ¿alguien se lo puede explicar a Peña Nieto y su gobierno?

 

 

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