¿Feminismo hegemónico, blanco y mainstream? Una mirada a otros cosmos feministas
En apariencia, el feminismo es uno solo: un movimiento por las mismas causas, con los mismos fines y frente a las mismas conquistas. Un torrente social histórico que lucha por la paridad y equidad de género, en todos los niveles y en constante desafío a los paradigmas, arquetipos, normas y creencias establecidas que derivan en violencia, opresión, discriminación y privación de libertades para las mujeres.
Sin embargo, colocados en contextos específicos y comprendiendo la representación histórica de ciertos sectores, los matices comienzan a aparecer. Para muchas activistas dentro del movimiento, la raza, nacionalidad, clase y colonialismo representan factores determinantes en el lugar que ocupan ciertas mujeres dentro de la causa feminista, lo que conduce a que ciertos colectivos culturalmente no privilegiados sean constantemente desdibujados en lo que llaman “una lucha etnocentrista” que no participa y no se encarga de sus necesidades particulares.
Términos como feminismo blanco o feminismo hegemónico se han popularizado en años recientes y a través de las plataformas digitales, para definir ciertas conductas, discursos o actitudes dentro del mismo movimiento que parecieran orientarse, más que a una causa única por el bien de todas, a la exclusión o a la negación de la interseccionalidad.
Más que un ataque o afrenta —que parecería contradictorio— contra la raza blanca, las detractoras de los feminismos blancos critican la ausencia de representatividad de las mujeres que no se encuentran en condiciones de privilegio o poder, o cuyas tradiciones y creencias son constantemente ignoradas o despreciadas por los activismos mediáticos. Esto incluye, por supuesto, mujeres pobres, indígenas, musulmanas, asiáticas, afroamericanas y no heterosexuales.
La autora Zeba Blay manifiesta que el problema del feminismo blanco no se trata solo de sacar la “carta de la raza” con fines de victimización:
“Se asume que la manera en que una mujer blanca experimenta la misoginia es la manera en que todas las mujeres la experimentan (…) Las mujeres blancas no afrontan las mismas barreras que las mujeres de color”.
La periodista Emma Gray, por su parte, pone de ejemplo una de las causas principales de lucha del feminismo actual: el salario igualitario. “El feminismo blanco pretende cerrar la brecha salarial entre mujeres y hombres, pero falla en reconocer que la mayoría de las veces, mujeres latinas y negras ganan aún menos que eso”.
La activista afroamericana Angela Davis, pionera en tratar temas de raza y clase en su lucha por los derechos civiles, lo ha llamado también “feminismo mainstream” y “burgués”, refiriéndose incluso al término “techo de cristal” (Glass Ceiling) —acuñado en los setenta por Marilyn Loden y popularizado en los noventa para referirse a los obstáculos que tienen las mujeres para lograr el ascenso laboral—, como evidencia de la disparidad en las condiciones laborales entre las mismas mujeres, dependiendo de su estatus o su raza:
“El feminismo del ‘techo de cristal’ está cimentado en la misma premisa de jerarquías. Aquellas mujeres que están lo suficientemente arriba como para alcanzar el ‘techo de cristal’ son probablemente blancas y, si no son blancas, ya son acaudaladas”. Y continúa: “Si los estándares del feminismo son creados por aquellas que ya han ascendido en las jerarquías económicas y lo único que desean es lograr la última escalada a la cima, ¿cómo es esto relevante para las mujeres que se encuentran en el fondo?”
Pero la discusión no queda solamente en temas de posición económica o aspiraciones profesionales. En Europa, principalmente, las mujeres musulmanas son aproximadas con sospecha, desconfianza o lástima, constantemente sujetas al ideario global de que son mujeres reprimidas o condicionadas a la voluntad de sus esposos.
“Es cierto que en países árabes como Iraq, Libia, Arabia Saudita y Sudán es obligatorio el uso de algún tipo de velo, pero el uso del hiyab no es cuestión de dogmas religiosos, sino de la forma de gobernanza de cada país. La mayoría de las mujeres que utilizan cualquier tipo de velo, lo hacen para practicar la humildad, rechazando que su cuerpo sea considerado solo un objeto y buscan así la individualidad de su persona. Tienen la libertad de usarlo o no”, menciona al respecto Andrea Cisneros, estudiante de Relaciones Internacionales en la Ibero.
Las mujeres que profesan el Islam tienden a sufrir segregación, preguntas incómodas referentes a su práctica religiosa e incluso, discriminación laboral, especialmente en Estados considerados laicos donde en ocasiones son obligadas a abandonar su hiyab o son censuradas por sus creencias.
Alitzel Verspecht, internacionalista del Colegio de México, especialista en Asia, menciona:
“La tendencia a exotisar el mundo del ‘oriente’ muchas veces nos da una imagen distorsionada o incompleta de estos países a los que se estereotipa como poco civilizados o salvajes. Han surgido alternativas a los feminismos blancos o hegemónicos, desde el llamado ‘tercer mundo’, que critican la ausencia de una mayor conciencia sobre la desigualdad que sufren las mujeres no sólo por su género, sino por otros factores que incrementan sus desventajas, como pueden ser identidades étnicas, culturales y religiosas o niveles socioeconómicos, entre otros. En Asia se han desarrollado tendencias feministas en esta dirección, que toman sus problemáticas locales específicas y, así, aportan a las líneas generales de la causa feminista global”.
Durante el especial por el Día Internacional de la Mujer #8M de Ibero 90.9, Verspecht formó parte de una mesa de diálogo entorno a la diversidad de motivaciones, luchas y aspiraciones de las mujeres en Asia, no sólo a causa de sus contextos inmediatos, sino frente a las representaciones de occidente.
“India es un caso sumamente interesante de feminismo subalterno, pues no sólo se centra en la desigualdad entre hombres y mujeres, sino que suma al debate el tema de las castas y la desigualdad económica. Además, permite dimensionar el tema de las ‘batallas locales’ dentro de la ‘gran causa global’, pues localmente su agenda se centra en temas como saati —la cuestión de las viudas—, matrimonios infantiles, dotes, salud reproductiva, la presión por tener hijos varones y para abortar niñas”.
Aunados al tema del aborto, punto que muestra el contraste con occidente dada que la causa local de ciertos países asiáticos es tener el derecho a decidir NO abortar, se suman otros factores como los estándares de belleza, la libertad de práctica religiosa y la condición social.
“El tema del aborto no es exclusivo de India, también está presente en otros países como China en donde la ley del hijo único acrecentó la presión por tener varones”, anota Verspecht.