Quizá las mejores recetas de cocina surgieron por errores cotidianos, mezclando cosas que parecerían no tener ningún factor en común, ingredientes innovadores con algunos clásicos, un poco de condimento y ciertas horas de cocción. No siempre es fácil obtener buenos resultados, aún cuando se sigue a la lógica y a la intuición; sin embargo, es un hecho que las creaciones más inspiradoras empezaron por una idea descabellada.
David Byrne, originalmente miembro de The Talking Heads, tiene una carrera larga, no solamente como solista, sino en colaboraciones con artistas que van desde Arcade Fire hasta Selena. No es de admirar, entonces, que la idea de crear un álbum al lado de Annie Clark se diera de manera natural, una extraña combinación que parecería ser más un soundtrack de cine que un álbum pop. Todo comenzó cuando Byrne y Clark se encontraron en un evento donde el cóctel musical estaba a cargo de Björk con los Dirty Projectors; tras un largo proceso de tres años, con giras y grabaciones interponiéndose, presentaron a su hijo sonoro, Love This Giant.
La unión de dos creativos puede traer caos o maravillas, en este caso ambas reinan contundentemente de un track a otro, siendo los arreglos de metales la línea conductora de la melódica voz de St. Vincent y los equilibrados versos de Byrne. El primer sencillo y teaser es uno de los puntos más altos de la producción, “Who” abre el acordeón de canciones donde desde el inicio se siente como una composición contemporánea elegante contraposición de voces, acordes de la guitarra de Clark y un beat tranquilo mientras la letra narra un cuestionamiento incesante.
En “I Am An Ape” hay tanto puntos de misterio como de celebración, un enorme rango de emociones donde nos demuestran que cada letra y sonido esta puesto estratégicamente. Otro ejemplo es “Lightning”, donde nos llevan desde un momento fúnebre hasta una reminiscencia al mismo Miles Davis.
En “The Forest Awakes” la batuta es llevada por Annie Clark, aún cuando originalmente fue pensada para ser cantada por Byrne, es el momento en el que la tuba y la guitarra se entremezclan de manera casi imperceptible, un delicado paseo por un bosque de caricatura.“Lazarus” es la canción más compleja y perfecta de todo el disco, comienza con una melodía ligera a la que poco a poco se le van adicionando detalles hasta lograr una bizarra telaraña de disonancias que enmarcan las voces en una marcha cíclica.
Sin embargo, no todo es majestuoso. Llega un momento en que se siente un abuso de confianza por ambas partes, sabemos que estamos dentro de su zona de confort. “Ice Age” bien podría ser un lado B de Strange Mercy, la más reciente producción de St. Vincent, mientras que los beats de funk tienen el innegable sello de haber sido idea de Byrne. No se desafían a si mismos para llevar sus límites a un universo nuevo, sino que unen lo que ya saben hacer y lo decoran con la emotividad de la línea de metales.
La receta secreta de Love This Giant combina sabores que simple vista no parecerían compatibles; la madurez de un queso añejo que no opaca los tonos refrescantes de la menta, una ensalada donde la esencia de cada ingrediente queda intacta en una obra donde los detalles demuestran la complicidad de ambos artistas. St. Vincent y David Byrne tienen más diferencias que similitudes, sin embargo la sensación después de probar su mezcla es algo digno de un buen paladar.