Los rusos ya están en Chichen Itzá.

Es un vuelo de KLM en un 747 desde Amsterdam hacia México DF. Al lado mío, incómodo en su asiento durante todo el vuelo transatlántico, se encuentra un voluminoso hombre ruso cejudo, chapeado y con modales de oso. En sus manos sostiene una guía de viajes al Mundo Maya, con tipografía cirílica. Interesado en iniciar una conversación que no llegará muy lejos, dado su nulo español y su pobre inglés, me señala emocionado la fotografía de la pirámide de Chichen Itza en la portada, mientras exclama –The Mayans!– y con el mismo bolígrafo con el que llena los formatos de migración, escribe sobre la servilleta que acompaña a su refresco la cifra “2012”, y dibuja también una espiral. Después, señala a diferentes asientos del jumbo-jet ocupados por sus compatriotas y escribe el número 30. Y me intenta decir que vienen juntos –Ruski. Excurzoní–. Crecí viendo películas fantásticas de Hollywood elaboradas aún durante la Guerra Fría. Y mis pesados estereotipos culturales no me llevan mas que a asociar –de un modo spielbergeano– a que las maletas de este grupo de 30 rusos, cuyo destino final era la península de Yucatán, no vienen cargadas con bloqueador solar y bañadores, sino con sofisticados equipos para medir todo tipo de radiaciones físicas (y metafísicas) que se pudieran generar durante el vórtice climático situado al fin del Calendario Maya. En mi fantástica imaginación emancipada por el ocio y el letargo de un vuelo de 10 horas, yo ya me había hecho mi propio guión: si los rusos estaban en Chichen Itza, es porque algo grande se desatará el 21 de diciembre del 2012.

No pongo en materia de debate si estamos llegando al fin de una era y si “los mayas” son culpables tanto del gol que Layún metió contra el Toluca, como de la serie de temblores que han sacudido al país durante este año (dicen en Twitter que están haciendo pruebas). Lo que importa es algo que yace por debajo de las placas tectónicas: el subconsciente colectivo y la cantidad de deseos, anhelos, angustias y voluntades que se mueven alrededor de la nombrada fecha. Bien dicen que la fe mueve montañas.

¿Recordaremos este mes de diciembre del 2012 con el mismo sentido de absurdo que tuvo el Y2K y la tensión pre-milenio? Lo que es definitivo, es que dicha fecha será un hito que –a 21 días de que ocurra– nos lleva a plantear cuál será la mejor manera de experimentar este acontecimiento. Habrá quien pase la noche del 20 viendo a Skrillex en una bodega en Santa Fe; quienes viajen a Playa del Carmen para el multitudinario rave ‘Day Zero’ o quienes se desnuden para despedir al Quinto Sol dentro de un temazcal... Y usted, ¿ya planeó su 21 de diciembre?

El señor-oso ruso sí: y probablemente después de cumplir con sus funciones secretas, se brinde el tiempo de asolear su blanco lomo, ante el sol de la Riviera Maya.

Originalmente escrito para el Publimetro del 30 de noviembre 2012

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