Es sabido que de las sensaciones más vívidas en un sueño es la sensación de caer. Una impresión que el sistema nervioso registra como real y que provoca un despertar súbito y angustiante. “ I feel so real in my sleep” dice Kevin Parker en “Apocalypse Dream” y es de esa realidad hipnótica entre lo imposible, el deseo reprimido y la caída libre de la cual surge Lonerism, el segundo álbum de estudio de Tame Impala.
Kevin Parker es el cerebro y creador de Tame Impala, una amalgama de melodías psicodélicas y tonalidades cargadas de lo que alguna vez se tildó como “rock sesentero”. Extrañamente, ese groove ensoñador y remitente a dicha época no es, ni nunca ha sido, el objetivo final del proyecto de este australiano.
Su intención, de científico loco en bermudas, ha sido el conseguir un sonido electrónico con instrumentación tradicional; transformar las sonoridades rítmicas de seis cuerdas en beats y rasposidades de sintetizadores. Mientras que muchos artistas actuales se vuelcan sobre máquinas antiguas para reconstruirlas y sacarles un sonido electroso y nostálgico, Parker intenta sonar futurista con alteraciones a sus pedales y guitarras. Parker se asemeja a ese chico de chaleco rojo que intentó viajar al futuro en un DeLorean y quedó varado en una época de malteadas y riffs de Chuck Berry.
“Be Above It” marca el inicio de este segundo viaje, un inicio histérico, con una percusión que se toma de una influencia citada por Parker: los sonidos cabalísticos de Portishead. Un tempo acelerado, una distorsión arrítmica y el comienzo de una caída a máxima velocidad; un caer que dejara al despertar nebulosas de recuerdo y un zumbido incómodo en los oídos.
El sonido que Tame Impala desentraña a través de sus doce tracks, va ligado estrechamente a su temática lírica. Desde Innerspeaker (Modular, 2010) habían explorado el concepto de la soledad: No la soledad como angustia, sino como éxtasis reflexivo. Ese mismo tipo de aislamiento es el que poseen cada uno de sus instrumentos, cada uno al ejecutar su armonía a su ritmo e intensidad, guiados por una imperceptible cohesión sonora.
“Music To Walk Home By” y “Keep On Lying” son dos ejemplos del desorden estratégico en la música de Tame Impala. Canciones que empiezan con cierta tonalidad para luego perderse en su propia sonoridad: en ecos, reverberaciones y conversaciones que suceden a la distancia.
Tame Impala es también, el movimiento de la nebulosa de Orion y el camino de baba que deja un caracol. No podría haber mejor metáfora para explicar la ritmicidad del grupo. Como en la nebulosa de Orion hay variaciones en la rotación y movimientos irregulares. Hay explosión y percusión caótica. Pero también hay una lentitud, pegajosa y constante, que parece derretirse al progresar cada canción.
“Nothing That Has Happened So Far Has Been Anything We Could Control” ejemplifica la dualidad antes mencionada. La canción más larga (en título y en tiempo) y una de las más complejas en sus arreglos. Las diversas capas se enciman y mezclan unas con otras antes de fusionarse con la voz y dar paso a la última canción del disco “Sun’s Coming Up”: Una canción sencilla de piano y voz, una balada que remite a aquella canción con la que Syd Barret se despediría de Pink Floyd. Y como “Jugband Blues”, sirve para que exprimir las angustias y demonios antes de la salida del sol.
La caída nunca se concluye en un sueño, sólo deja la sensación de vértigo y el corazón palpitante. Los recuerdos de lo que se soñó son vagos, pero siempre al despertar dejan con ganas de revivir el sueño. En el caso de Lonerism, la experiencia se puede repetir con sólo volver a pulsar play.
http://youtu.be/KQH2Kq1QXaI