Por Araceli Téllez Trejo
Las historias de las guerras que conocemos, por lo general, son muy limitadas en cuanto a su perspectiva y visión. Casi siempre son contadas por los vencedores, así, en masculino, y ni siquiera incluyen a todos los participantes.
En nuestro caso, la historia de las guerras mundiales ha estado impregnada de la visión de nuestros vecinos del norte. La Segunda Guerra Mundial casi siempre está referida al papel que jugaron los estadounidenses o los ingleses, si acaso los franceses, pero poco sabemos del papel de los rusos; más de una vez escuché decir que los rusos no habían ganado, que el clima había vencido a los alemanes. ¿Dónde quedaron registrados entonces los millones de rusos que murieron en esa guerra?
Todavía más importante es lo que consigue Svetlana Alexiévich, Premio Nobel de Literatura 2015, quien reivindica (para quienes no habíamos caído en cuenta) que en la guerra participaron miles de mujeres. Esta historia también ha tenido un sesgo de género.
Con historias de distintas voces, Alexiévich va tejiendo un panorama sobre la participación de las mujeres rusas en esta guerra, que en algunos casos las obligó a participar siendo adolescentes. Jugaron un papel que dista mucho de esa imagen idílica en la que una mujer rodeada de sus hijos despide a su marido que se marcha al frente. Las mujeres de la autora estuvieron en el frente de guerra como pilotos de aviación, en los tanques, como doctoras o enfermeras, francotiradoras o soldados de primera línea.
Sus voces cuentan una historia distinta de la guerra, que se atreve a reconocer su determinación, sentido patriótico, sus emociones, sentimientos, miedos y corajes; sus cuestionamientos éticos frente a la guerra y ante sus familias o la sociedad una vez terminada la conflagración mundial. En muchos casos, los hombres regresaron y fueron reconocidos como héroes, mientras que ellas tuvieron que guardar sus condecoraciones en un cajón para integrarse —las que lo consiguieron— a sus roles habituales de esposas.
Svetlana Alexiévich consigue ponerle rostro de mujer a la guerra, ése que ha sido invisible en muchas narraciones históricas o literarias. Leerla nos hace partícipes del sufrimiento llevado a su máxima expresión, y al mismo tiempo invita a reflexionar acerca del sinsentido de la guerra, el costo de vidas humanas e incluso el de los animales.
La guerra no tiene rostro de mujer consigue que esas mujeres sean capaces de mirar hacia atrás y reconstruir ese rostro que permite acercarnos a la condición humana e insistir en lo absurdo de las guerras.
La guerra no tiene rostro de mujer
Svetlana Alexiévich
Debate