Sufrir violencia doméstica te desgarra la existencia. Acaba con tu autoestima, de repente, te sientes insuficiente para todo, y sí, piensas que te mereces lo que te sucede. Sobre todo, te es muy difícil poder pelear contra quien te está violentando. Si te das cuenta que las cosas deben cambiar, normalmente es cuando ya han pasado cosas terribles.

Quienes sufren violencia doméstica comúnmente es porque vienen de una larga carga heredada de maltratos y agresiones. Por eso, pocas veces encuentran extrañeza en vivir de ese modo. Su percepción de sí mismas o mismos, se ve tambaleada por las agresiones y no conocen lugares seguros, pues, desconocen el hogar como refugio.

En esa espiral confusa y terrible, las más vulnerables son las mujeres, las niñas y los niños, sobre todo, los infantes que tienen alguna discapacidad. Las mujeres son más vulnerables, porque sus cuerpos son vistos como inferiores, manejables y dispuestos a servicios tanto en disposición del trabajo doméstico, cuidados y sexuales. De hecho, el 91% de la violencia doméstica es contra las mujeres.

Mientras que los niños por la condición de sus cuerpos y su necesidad de cuidados, son el flanco fácil del desquite de la frustración y actos de poder a través de maltratos físicos, psicológicos y/o sexuales. Además, se han realizado estudios donde se ha dado una correlación de la violencia familiar en los niños como detonador de baja escolaridad, así como el fracaso en el mundo laboral cuando son adultos.

Por tanto, las agresiones en la violencia familiar tienen que ver con un sujeto(s) que buscan suprimir la voluntad de otro(s) a través de actos de agresión física, psicológica y/o sexual, en terminología de la CNDH, la violencia familiar es:

“un acto de poder u omisión intencional, dirigido a dominar, someter, controlar o agredir física, verbal, psicoemocional o sexualmente a cualquier integrante de la familia, dentro o fuera del domicilio familiar, por quien tenga o haya tenido algún parentesco por afinidad, civil, matrimonio, concubinato o a partir de una relación de hecho y que tenga por efecto causar un daño.”

El panorama de la pandemia de incertidumbre, inestabilidad y problemas económicos graves, así como la ansiedad, ha hecho que el aislamiento sea un foco de violencia para las mujeres, niñas y niños, debido a que deben estar durante más tiempo en contacto con los agresores.

La Red Nacional de Refugios opera con normalidad, observando en las últimas tres semanas un incremento del 5% en ingresos de mujeres y del 60% en orientaciones vía telefónica, redes sociales o correo electrónico.

En ese sentido, la Red Nacional de Refugios se encuentra necesitada de recursos, los cuales no han llegado pues, apenas este 2 de abril por fin la Secretaría de Hacienda y Crédito Público liberó los $405,003,761 destinados a la Red Nacional de Refugios, AC, sin embargo, urge que este dinero llegué a los refugios para dar servicio a mujeres que lo necesitan. Además, la paralización de los poderes judiciales, provoca que haya un daño al derecho a la justicia y protección de mujeres que sufren violencia. Como declara EQUIS: Justicia para las Mujeres, en su informe Desprotección Judicial en tiempos de COVIDー19:

“La suspensión de labores de los Poderes Judiciales, sin que se tomen en consideración medidas para proteger y prevenir la violencia contra las mujeres, aumenta la vulnerabilidad a la que están expuestas ante una contingencia sanitaria que las pone en especial situación de riesgo, obstaculiza el acceso a la justicia y representa un sesgo de género que deja ver que los Poderes Judiciales aún están muy lejos de comprender la violencia contra las mujeres como un problema sistemático y estructural frente al cual además tienen obligaciones constitucionales reforzadas”.

Mientras la violencia doméstica y de género se acrecienta por las cuestiones de aislamiento, al mismo tiempo, los poderes encargados de la protección se ausentan. Sin dejar claras las condiciones para garantizar: órdenes de protección, personal de guardia para proteger, no contemplan el funcionamiento de audiencias para establecer medidas de protección para dar seguimiento a denuncias penales, entre otras cosas.

Los feminicidios no paran

El aislamiento aumenta la violencia contra las mujeres. Tan sólo en marzo, se reportaron 1048 llamadas por violencia de género, es decir, ¡un incremento de 250% con respecto al mismo mes del año pasado!. Abro hilo.👇🏼(1/7) pic.twitter.com/j77MCVhFsQ
— Magda Ramirez (@magdaramirez09) April 7, 2020

No. Los feminicidios no paran. La periodista María Elena Ferral fue asesinada el pasado 30 de marzo en Papantla, Veracruz. Ya había denunciado múltiples amenazas de muerte. Por otro lado, el pasado 2 de abril, Ana Paola, una niña de 13 años fue violada y asesinada en su casa mientras su madre salió por víveres.

¿Por qué la violencia contra las mujeres?

Desde que nacemos, se nos educa y diferencia el trato de acuerdo al género con el que somos establecidos. Las mujeres se han concebido históricamente como cuerpos que están al servicio y para cuidar de otros, además se determina que son cuerpos destinados para el consumo y uso sexual de los cuerpos masculinos. Por tanto, pareciera una determinación natural que los cuerpos femeninos pueden ser agredidos física, psicológicamente y/o sexual como forma de demostrar el poder de los cuerpos masculinos sobre los femeninos.

Esta idea es la que sostiene la violencia doméstica, pues, se percibe que las mujeres están al servicio de los hombres y la manera de asegurar una posición de sumisión es mediante la violencia en cualquiera de sus manifestaciones. Además, las niñas y niños se encuentran sin protección a estas dinámicas violentas.

La violencia doméstica, destruye a las personas y se cobra la vida de millones de mujeres, niñas y niños. Porque seguimos entendiendo la convivencia humana como un ejercicio de poder vertical, violento y unilateral. Sin embargo, esto no es natural, es un problema estructural y, por tanto, podemos y es nuestra obligación cambiarlo.

Como propone Rita Laura Segato, la política de los afectos, donde se apremie el cuidado de los otros por encima de la productividad y el protagonismo, es una forma de evitar el ejercicio de poder monopólica y violenta. Querernos y cuidarnos, es una opción de presente y futuro.