La paradoja del Diego
Por: Omar García Cosío | CRAC 909
Argentina es tierra de figuras que encarnan pináculos y parecen contar con nexos directos a la divinidad: Carlos Gardel, con la sabiduría eterna expresada a través de un bandoneón; el Papa Francisco, con línea directa al despacho de San Pedro y Diego Armando Maradona con un balón de futbol en los pies.
Pensar en el Diego genera calificativos ajenos a nuestro plano de la existencia: “D10s”, “un ángel con las alas heridas”, “el Barrilete Cósmico que proviene de otro planeta”. Sin embargo, quizá sea la extrema humanidad del campeón del mundo en 1986, lo que nos genere la verdadera fascinación.
Es el ciclo del héroe, de ida y vuelta, lo que constituye una de las narrativas más relevantes e importantes en todo el deporte-espectáculo. De niño en una zona marginal a la persona más famosa del mundo. De mito a fuente de escándalos.
En el paraíso se encuentra la figura encarnada en la cultura popular: el cuento de aquel que salió de Villa Fiorito por una cancha de tierra y a través de su “zurda inmortal” conquistó los ojos, corazones y a la pelota misma. La figura carismática que cantaba tango mientras redimía a su país llevándose a medio equipo inglés en el Mundial de 1986, en medio de la Guerra de las Malvinas.
Por otro lado, las llamas infernales que aparecían y lanzaba cuando el árbitro se percataba de que habían pasado los 90 minutos: conocido por manifestar actitudes y agresiones misóginas. A los que se suman los reportes de una adicción que nunca terminó de erradicar y fue su sombra; la personalidad que podía sentenciar “qué la chupen”, en televisión nacional.
El 10 se volvió a despedir a su estilo: con la sensación de tragicomedia. La primera, acompañado de una enfermera rumbo al antidoping; la segunda dejando claro que “la pelota no se mancha” y ahora, con la evidencia inobjetable de que Diego Armando Maradona no era Dios, pero sí inmortal.
Quedan el arte, el espectro y la memoria. Adiós Pelusa: el ser humano que tuvo la posibilidad de hacer mejor lo que la gran parte del mundo sueña con hacer.