La importancia de llamarse Francisco Hernández

Desde hace ya varios años, Francisco Hernández (San Andrés Tuxtla, 1946) se ha convertido en una presencia de indiscutible importancia dentro de la poesía mexicana. Libros suyos como Las gastadas palabras de siempre o Moneda de tres caras no sólo han sido premiados y recibidos con entusiasmo por parte de la crítica, sino que también le han dado a su autor una cosa extrañísima: lectores. A pesar de contar con un currículum que incluye el Premio Aguascalientes y el Premio Nacional de Ciencias y Artes, este 2013 es, hasta el momento, si no el mejor sí el año más prolífico en la carrera de Francisco Hernández: no ha publicado uno o dos, sino cuatro libros en lo que va del año. Todos diferentes pero todos imprescindibles.

Para empezar, a principios del año, la editorial regiomontana Posdata publicó Obra suspendida, una antología personal que recoge lo último de su carrera, desde Mascarón de prosa hasta Población de la máscara. Para el lector que quiera entrarle a la obra de Hernández, Obra suspendida es un excelente inicio que congrega algunos de sus textos más memorables y sus rasgos característicos: el humor, el juego intrépido de palabras, la mordacidad. “¿Quién no tropieza dos veces/ con la misma perra?”

Ahora bien, a esta antología habría que agregar Diario sin fechas de Charles B. Waite, libro reeditado por Almadía que en 2005 ganó el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines. Diario sin fechas de Charles B. Waite narra la visita que el enigmático fotógrafo estadounidense hizo a nuestro país a finales del siglo XIX. Lo que encontró Waite en México, mientras tomaba fotos eróticas o vagaba por el campo, fue una versión aún más indómita del México que conocieron Lowry, Kerouac o Lawrence.

Además de Diario sin fechas de Charles B. White, la editorial Almadía también publicó un libro indispensable: Mal de Graves. El más reciente poemario de Hernández nace de una anécdota y una coincidencia: su esposa sufre una enfermedad que paulatinamente la acerca a la ceguera. El diagnóstico: Mal de Graves, en honor al médico que descubrió la enfermedad, Robert Graves, homónimo del célebre escritor inglés. Así, Mal de Graves parte de una frase que pronunció la esposa de Hernández cuando la enfermedad comenzó a crecer: “Ahora me peino con mis recuerdos”. En este poemario que busca parecerse a una tragedia griega, conviven las voces del médico, de una paciente y del poeta inglés.

Por último pero no menos importante, La Diéresis Editorial, proyecto de libros artesanales de Anaïs Abreu y Emiliano Álvarez, sacó por estas fechas Mi casa se cayó del caballo. Este libro sobre la infancia del autor, además de ser una de las ediciones más logradas de La Diéresis, contiene el que probablemente sea el texto más personal de Hernández. De este último libro les recomendaría ver las fotos del mismo en el twitter de la editorial: @ponledieresis.

Cualquiera de los cuatro libros que elijan será una excelente elección para acercase a un autor que, contra todo pronóstico, sigue siendo una referencia.

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