'Kid A': el álbum como experiencia rotunda en Radiohead

'Kid A': el álbum como experiencia rotunda en Radiohead

Como todo tiene que ir en su sitio, en esta ocasión toca regresarnos 20 años atrás para hablar de un álbum que ha dejado un legado importante en la historia de la música. El 2 de octubre de 2000, entre los paradigmas del nuevo milenio y los retos de entender la existencia tras el irrumpimiento de lo digital, llegó desde Oxford un sonido fresco, Radiohead había lanzado su cuarto álbum de estudio. En trascendencia de un género que claramente juega el papel de reinventarse, el rock en la actualidad, no podría explicarse dejando a un lado trabajos como Kid A. Un ensamble experimental de diez piezas que despiertan una ilusión torcida, un recorrido auditivo que no cesa la impresión de dar continuamente vueltas. En una entrevista para la revista Q Magazine, Thom Yorke declaró sus intenciones de escapar a lo melódico, este era un nuevo concepto musical que giraba en función del ritmo. El resultado fue un balance exquisito, entre el genio de Greenwood y Yorke se logró conformar un proyecto que rebasaba los formatos tradicionales, pues conjuntaron a la par lo acústico-intrumental con lo electrónico para brindar un sonido con un color completamente distinto.

La portada del LP es una ilustración de polaridades, montañas repletas de nieve como si fueran los Himalayas y el cielo en llamas, hay algo de muerte pero también de resplandor. Mientras OK Computer personaliza a la ciudad, Kid A figura algo menos rígido. “Everything In It’s Right Place” arranca con una melodía de sintetizador que inmediatamente se descompone. Después, regresa a su sitio para convertirse en la base rítmica y dilucidarse entre voces glitch y un fondo ambiental que parece rebobinarse.

La banda inglesa Radiohead. Foto vía NPRIllinois.

La banda inglesa Radiohead. Foto vía NPRIllinois.

La primera canción del álbum, sirve para anticipar el universo composicional de abstracciones, las modificaciones a un estilo concreto y el uso de la voz como instrumento. Una evidencia que se hace fuerte si prestamos atención a la pieza homónima, “Kid A” es una canción de cuna guiada por una voz robotizada, acompañada de percusiones suaves que rebotan hacia distintos ángulos sin la presencia de una sola guitarra.

Ed O’Brien, guitarrista de la banda, se ha referido en varias ocasiones a las adaptaciones y modos de colaboración pasivos que los integrantes sufrieron en pro de una propuesta holística. Es decir, “Kid A” cobra verdadero sentido como sonido particular de Radiohead, en tanto a su respectivo acomodo entre tracks, ya que al finalizar ese bálsamo confortante, despiertan las cuerdas y la batería de poder para estampar intensidades angustiantes, es la confusión del caos orquestal en “The National Anthem”. Ahí aparecen los destellos que este trabajo aporta, una montaña rusa de emociones, o bien, brincos entre sueños con personajes y escenarios cambiantes. Por lo general, una línea amena que se desplaza naturalmente con algunos brotes de locura y energía contenida. Para el interludio, “Treefingers” eleva las manifestaciones enérgicas con una realización ambiental que relaja los choques instrumentales, es el punto más álgido, la cumbre de aquellos picos nevados que aparecen en portada. Después, comienza un descenso anestésico hacia el infinito, la segunda mitad del álbum se disfruta con mayor acoplo. Desde la armonía hipnótica que resulta de las guitarras de “In Limbo”, hasta el frenesí eléctrico y raspante de una composición exquisita como “Idioteque”.

Este año se cumplen cuatro lustros del lanzamiento de dicho Long Play. Un pasaje brillante por un mar de sonoridades desbordantes, se convierten en una experiencia rotunda. Es el álbum como formato ejemplar, la complementación de un producto como un todo, sin disección. Kid A, representa un antes y un después en las intenciones de la agrupación de Abingdon, pues surge una necesidad por siempre empujar hacia la innovación de su propio sonido. Solo pasó un año para que saliera a la luz Amnesiac, proyecto que pareció darle continuidad a las exploraciones musicales destapadas en Kid A.

Hoy no sólo recordamos aquel sonido. También lo reafirmamos como único y personal, uno que no deja de impresionarnos a los ya acostumbrados a él ni de sorprender a los que apenas se introducen.

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