Intimismo atmosférico. Deja lo que estés haciendo y escucha a MorMor

Intimismo atmosférico. Deja lo que estés haciendo y escucha a MorMor

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Hace mucho que la introspección no se sentía tan vigorizante como en los cortes melódicos que Seth Nyquist ha vertido en su reciente debut Heaven’s Only Wishful, una secuencia de cinco temas que firma bajo su enigmático sobrenombre MorMor y que transporta a quien lo escucha a un obligado estado de contemplación y misticismo, aún cuando los pies no pueden contenerse a tamborilear sobre el suelo.

Originario de la ciudad más grande de Canadá y una de las capitales culturales más influyentes del mundo, Toronto, MorMor abandonó su intento académico de estudiar sociología y optó por disfrutar de la diversidad de su barrio y la vibrante personalidad metropolitana, entre lecciones de piano, vocalización y tertulias con su madre.

Esta mezcla de quietud hogareña, dedicación musical y algarabía citadina se reflejan en su estética musical, sorprendentemente madura y consolidada para un artista que comenzó produciéndose así mismo en su sótano y que llega a los 26 con menos de una décima de canciones de arquitectura prácticamente infalible.

Su debut es una amalgama de sonidos sintéticos contrapuestos con instrumentos orgánicos y una voz afilada que enuncia los coros entre el lamento y la inocencia. En una especie de realismo mágico, MorMor parece conjurar los ecos de la naturaleza, el mundo y el espacio, para después pintar con ellos melodías que discurren sobre la irremediabilidad del paso del tiempo, la ausencia o la violenta fuerza del deseo.

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Su distintivo y dominado falsetto, filtrado con precisión a través de la sofisticada hechura de su producción de estudio, recuerda de pronto a la tersura hipnótica de Rhye o SOHN, y hasta del mismísimo Prince, aunque nunca alcanza niveles apoteósicos que excedan la mesura y el cierto minimalismo de su obra.

En su entrevista con Pitchfork, el reservado torontiano aseguró: “Me he dado cuenta de lo mucho que yo soy para mí mi propia persona y no me importaría estar en contacto con mis amigos o familia todo el tiempo. Sencillamente podría vivir en mi propio mundo”.

Esa franca y apacible conciencia de su soledad como culmen existencial se materializa en su creación: un sonido que parece reverberar en los muros de una catedral eléctrica, con modestos, pero discernibles sintetizadores que lo convierten en un emisario elegante del synth-pop ochentero, entrelazado con espíritu disco y la frescura siempre viva del R&B.


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Heaven’s Only Wishful”, el tema que da título a su debut, es una pieza compuesta de múltiples capas y momentos que cautivan, desde las percusiones noventeras del intro, hasta los clamores casi agónicos y desgarradores de su conclusión, contrapuestos con riffs saturados de guitarra que hieren con delicadeza el altavoz.

Waiting On The Warmth” es el bob perfecto para salir a correr bajo los arreboles mañaneros o la brisa de la noche. “Lost” es casi una oda espacial setentera al estilo de las escuelas europeas y “Whatever Comes To Mind” es una seducción de reminiscencias funk con romanticismo de los cuarenta.

Su más reciente lanzamiento, “Pass The Hours”, arranca con una guitarra muy a la The Kooks, antes de explotar en las altísimas frecuencias acostumbradas de su voz cuasi-angelical que no le pide nada a Sam Smith y que desciende sin problema a la aspereza urbana necesaria para no empalagar.

Con una serie de presentaciones en Norteamérica y Europa, podríamos quedar atrapados en la sentencia cliché que describe generalmente a los nuevos talentos como MorMor: “es una de las grandes promesas de la escena indie contemporánea”. Sin embargo, lo verdaderamente relevante de este cantautor y multi-instrumentalista —que bien podría ser el artista emergente más subestimado del 2018—, es el poder contemplativo que su pop atmosférico despierta en quien se deja llevar por sus odas de seda, en una era donde el escándalo, la extroversión y la fugacidad dominan los ánimos de quienes no quieren sentarse a contemplar un cuadro, un poema o a ellos mismos.


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