Llegas y navegas entre olor a exquisita garnacha, la fila de personas hacen que la banqueta se congestione hasta la calle Plaza Los Ángeles. De hecho, en esa zona de la colonia Guerrero varios recintos llevan ese nombre, incluyendo un deportivo y el salón más conocido para bailar. Este último, con solo mencionar su nombre arroja un sinfín de historias de la vida nocturna de la ciudad, un lugar por donde han pasado todo tipo de espíritus fandangueros para bailar el ritmo que fuere. El único requisito es simple: subyugarse a la danza. Así es el Salón Los Ángeles.
Sin dejar de lado lo tabernero, el lugar adquirió, la noche del siete de noviembre, un tono más aterciopelado y teatral, algunas narices rojas se convertían en el souvenir perfecto para la noche, y la excusa para bailar con seducción gitana fue la celebración de los siete años de Disco Balkan, colectivo que difunde la cultura de Europa del este y el llamado “Gypsy Balkan”.
Al llamado acudieron Noir Manouche, banda defeña compuesta por ocho integrantes que inició el retumbe caravanero. A escena llevan un contrabajo de donde emerge la potencia de muchas de sus piezas, igual a la cabalgata de un enfurruñado “cuaco”. Seguido de Manouche llegó desde Oaxaca La Furia con Lujuria Sonidera, volcando el ambiente al beat guapachoso sumado al de la tradición musical callejera del país; el sonidero.
Con ello comenzaban a sensibilizar los sentidos de cada uno de los asistentes, pues el acto venidero quedaba a cargo del DJ Blacky, rostro detrás del proyecto Disco Balkan, y que reventó una pista de baile cada vez más llena, tirando algunos brass beats. Lo extraordinario se dio cuando uno de sus invitados apareció con una titánica tuba haciendo algunos acompañamientos.
Para cuando “La Triciclo” subió al entarimado, la gente formaba parte de una ebullición, como un caldo que despide calor y aroma. Se sospechaba que Triciclo Circus Band podía sazonar aún más el cocido. ¿Y saben? no fue de otra forma; el set de la banda alcanza para eso y mantuvo a todos en estado libertino. Incluso sumaron algunos featurings al lado de la Furia con Lujuria, además de la aparición de “Pato” de la mítica Maldita Vecindad.
Faltaba más
Se volaba alto, las emociones quedaban expresas en gritos de gargantas ya roncas, una que otra mirada desviada develaba una noche de dualidad etílica y sonora, la catarsis estaba latente y solo faltaba el detonante. Entonces aparecieron, vestidos de negro, solemnes, aparentando ser miembros de alguna mafia. Pensar en la rumana sería buena opción. Fanfare Ciocărlia estaba en casa.
Entonces, retumbó el bombo como un corazón y sus latidos. Quizás por eso los dos percusionistas se diferenciaban del resto con rojo en su vestuario. Aquellos tambores comenzaron a dibujar “Asfalt Tango”, el golpe se venía bueno y no fue de otra forma. Conocimos las extremas posibilidades que otorga una tocada, con músicos extraordinarios que dominan su oficio, lúcidos en acompañamiento, puntuales en tiempo, cadentes en saxofones y trompetas semejantes a las de un tal José Alfredo. Esa es otra, la música balcánica es siamesa en adeptos con la música popular mexicana, hay varios vasos comunicantes, como el que se baila de la misma forma.
Es por ello que una de las mejores brass band del planeta hace bailar hasta a los más desafortunados arrítmicos. Todo el tiempo fue sudor sabroso, cuerpos rozándose, slam la mayor parte del tiempo, apretados todos como en un ghetto, moviéndonos con swing prohibido.
Afortunados todos, no importó el cansancio, no importaron las punzadas en todas las venas del cuerpo. Afortunados todos limitandonos al jolgorio del balkan.
Por David Ovando/@Ovandoous