¿Realmente estuvimos al borde de una Tercera Guerra Mundial?

¿Realmente estuvimos al borde de una Tercera Guerra Mundial?

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Irán no cuenta con las capacidades militares ni económicas para vencer a Estados Unidos en un conflicto bélico directo y Donald Trump no puede arriesgar su capital electoral rompiendo una promesa de campaña.


El 2019 se fue, dejando tras de sí más de un foco rojo amenazando la seguridad global. Si Corea del Norte logró robarse algunos encabezados con su promesa de entregar un “regalo de Navidad” a Estados Unidos, fue la escalada del conflicto entre el país norteamericano y la República Islámica de Irán la que verdaderamente dominó la atención y angustia internacional durante los primeros días del nuevo año. 

Los temores ante la presunción exagerada del preludio de una Tercera Guerra Mundial, acompañados por el humor negro de los memes, invadieron los canales informativos (y “desinformativos”) de los medios digitales. Si bien ninguno de estos dos países busca un conflicto bélico directo, el desarrollo de este desencuentro tendrá consecuencias para todo el mundo, incluyendo el bolsillo de los mexicanos, también sensible a los cambios en los precios del petróleo. Por lo tanto, es relevante tener un panorama sobre lo que está sucediendo entre Irán y Estados Unidos, así como lo que representa el asesinato del general Soleimani.  

Breve recuento de antecedentes

Las tensiones entre Estados Unidos e Irán no son nuevas. El historial de hostilidades se remonta a la Revolución Islámica de 1979 y a la famosa Crisis de los rehenes. También destaca el nombramiento de Irán como un miembro del “Eje del mal” (junto con Irak y Corea del Norte) establecido por George W. Bush durante su guerra contra el terrorismo. En el marco de esta guerra, la Casa Blanca denunció el presunto desarrollo de un programa nuclear que amenazaba su seguridad y la del resto del mundo por parte de Irán e impuso una serie de sanciones económicas que fueron ahorcando al país persa. 

Fue hasta 2013, cuando Hasán Rouhaní llegó al poder con una postura más moderada que su antecesor Mahmoud Ahmadinejad, que el expresidente estadounidense Barack Obama se acercó para negociar con Irán.

En 2015, Obama tuvo uno de sus principales logros en política exterior: Irán aceptó firmar el Plan de Acción Conjunta (PIAC) para limitar su desarrollo nuclear únicamente a fines pacíficos y energéticos, con la observación del llamado P5+1, es decir, los cinco miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido) y Alemania. A cambio de que Irán firmara este acuerdo, se levantarían las sanciones que lo perjudicaban

La muerte de Soleimani reavivó un sentimiento nacionalista y dirigió su enojo a los estadounidenses, específicamente uno: Donald Trump. 


No obstante, en 2016, Donald Trump llegó a la presidencia de Estados Unidos y con él una serie de polémicos virajes aislacionistas y contradictorios en sus relaciones con el mundo. No vale la pena ahondar en la cantidad de decisiones y políticas con las que el mandatario puso a todos de cabeza; sobra mencionar que la política exterior norteamericana presenta una serie de contradicciones, ambigüedades y completa incertidumbre para sus interlocutores. 

En 2018, Trump retiró a Estados Unidos del PIAC (“el peor acuerdo jamás negociado”, como le gusta decir) de manera unilateral, además de reincorporar y aumentar las sanciones en contra del país persa. En 2019, las tensiones fueron en aumento conforme se incrementaban las presiones estadounidenses. Como resultado, Irán enfrenta recesión económica y malestar social; además, ha abandonado los límites de enriquecimiento de uranio, lo que ha provocado la alarma de la comunidad internacional, pues podría acumular lo suficiente para producir armamento nuclear. 

La muerte de Soleimani

El 2 de enero de 2020, cuando se dio a conocer la noticia de que el general Kassam Soleimani había fallecido en Irak por un operativo estadounidense, el pueblo iraní se vistió de luto y más de uno reclamó venganza. Esto contrastó con un par de meses antes, cuando las calles de Teherán resonaban con las voces de manifestantes que protestaban por las pésimas condiciones económicas, el desempleo, la corrupción del régimen y la conducción de la política exterior. Sin embargo, la muerte de Soleimani reavivó un sentimiento nacionalista y dirigió su enojo a los estadounidenses, específicamente uno: Donald Trump. 

La influencia de Kassam Soleimani llegaba más allá de las fronteras del país persa. Fue uno de los generales más importantes de Irán, pertenecía a las fuerzas de élite de la Guardia Revolucionaria Iraní, y encabezaba las operaciones militares y de inteligencia con fuerzas aliadas al régimen iraní en Irak, Líbano, Yemen, Siria y Palestina. Incluso, se especulaba que fuera el próximo dirigente del país.

golfo pérsico

Estados Unidos justificó esta medida argumentando que la presencia de Soleimani en Irak significaba que el Gobierno iraní buscaba equilibrar su influencia debilitada en la región, lo cual se traducía en una amenaza para los diplomáticos y soldados estadounidenses, y sus aliados. En realidad, este operativo también respondía a una serie de agresiones cometidas en contra de la presencia norteamericana en Medio Oriente, presuntamente dirigidos por Teherán, en especial, al atentado a la Embajada de Estados Unidos en Irak. 

Sin duda, Teherán no podría ganar una guerra contra Estados Unidos, pero debía dar una respuesta simbólica que, por un lado, manifestara al pueblo iraní su determinación de vengar el atentado y, por otro, demostrar a Estados Unidos que cuenta con la capacidad para responder a esos agravios. Lo anterior debía lograrlo sin provocar una guerra. Esto explica que no hubiera bajas norteamericanas tras el bombardeo a las bases militares de este país en Irak; el tiro fue preciso y la respuesta del presidente estadounidense fue que, al no haber muertos, no habría otro ataque de su parte. Se consideró una respuesta proporcional conforme al artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas.

Teherán no podría ganar una guerra contra Estados Unidos, pero debía demostrar a Estados Unidos que cuenta con la capacidad para responder a esos agravios. Lo anterior debía lograrlo sin provocar una guerra. Esto explica que no hubiera bajas norteamericanas tras el bombardeo a las bases militares de este país en Irak.


La muerte de Soleimani dio al régimen iraní un respiro frente al descontento social. Poco les duró, pues el fatídico derrumbe de un avión de pasajeros ucraniano con misiles iraníes volcó nuevamente la indignación y cólera de la población en contra del régimen.

Más fichas sobre el tablero 

Si bien las noticias se han concentrado en Irán y Estados Unidos, hay más actores involucrados. En primer lugar, recordemos a los otros países que firmaron el PIAC. Francia, Reino Unido y Alemania han tenido mínima incidencia, pese a los intereses geoestratégicos que se juegan en la región; ni siquiera tenían conocimiento del operativo estadounidense para acabar con Soleimani. A inicios de esta semana los tres países europeos anunciaron la activación de un mecanismo de resolución de controversias con la finalidad de obligar a Irán a cumplir con el acuerdo. Por supuesto, la respuesta de Irán ha sido negativa.

Otra ficha relevante sobre el tablero regional es Rusia. El presidente Vladimir Putin expresó su rechazo a la idea de activar el mecanismo de solución de controversias, pues comprende que esto sólo podría hacer que el conflicto aumente. En cambio, Moscú aboga por recuperar el diálogo. Es posible que Rusia sea uno de los ganadores de este conflicto, pues es buen momento para fortalecer su influencia. China, por su parte, ha mantenido un silencio cauteloso y sólo se ha limitado a expresar preocupación por la escalada de tensiones. Con esta actitud cautelosa, Beijing busca mantener el equilibrio de sus intereses en Medio Oriente que comprende la relación con Irán, pero también con uno de sus rivales: Arabia Saudita. Aunado a lo anterior, China pretende evitar una confrontación con Estados Unidos en la región, a la vez que se enfrentan en una guerra tecnológica y comercial.  

También es indispensable tener en mente a otros actores regionales. Por un lado, se encuentran los aliados de Estados Unidos: Arabia Saudita—rival de Irán por la influencia ideológica y la hegemonía regional—e Israel, que identifica a Irán como un actor que amenaza su seguridad nacional y apoya a grupos hostiles a la nación israelí como Hezbolá.

Por otro lado, están los países con mayor influencia iraní: Líbano e Irak. Ambas naciones enfrentan sus propias crisis sociopolíticas internas. La población de las dos naciones comparte el enojo por la corrupción y autoritarismo de sus regímenes, así como el rechazo a la injerencia de Irán en sus asuntos políticos. No obstante, aún no es claro si la influencia iraní disminuirá. Por ahora, Irak ha sido el escenario de la confrontación entre Estados Unidos e Irán; se ha pasado por alto su soberanía. 

Cierre preliminar 

El estallido de una tercera guerra mundial no ha sido un escenario factible, pues a ninguno de los dos países les conviene. Irán no cuenta con las capacidades militares ni económicas para vencer a Estados Unidos en un conflicto bélico directo y Donald Trump no puede arriesgar su capital electoral rompiendo una promesa de campaña (no iniciar un nuevo conflicto armado, ni enviar más tropas estadounidenses a los mismo), además de que el inminente debilitamiento de la economía norteamericana sería un precio demasiado alto. 

Cabe mencionar, que esta situación no tendrá una resolución cercana. Irán se enfrenta a grandes retos ante fuerzas externas e internas: el descontento de la población por los problemas socioeconómicos, la dirección de la política exterior iraní y la impotencia ante la muerte de civiles en el avión ucraniano. Además, mantener su estrategia e influencia en la región tampoco será labor sencilla para Irán. 

Para el resto de los actores involucrados, los retos tampoco son menores. En pleno año electoral, Trump se enfrenta a un juicio político que ya entró en su segunda fase, los países europeos han desempeñado un papel secundario en el desarrollo de esta crisis y la economía global está a la expectativa de los desequilibrios globales que constantemente amenazan con golpes recesivos. 

Finalmente, es probable que el mayor peligro que se está gestando en la región con estos acontecimientos es el resurgimiento del Estado Islámico (EI). Han cesado las actividades de la Coalición Internacional contra del EI, se fortalecen los sentimientos nacionalistas y anti-americanistas, y aún está por verse la reacción de los grupos paramilitares en varios países ante la muerte de Soleimani.


Alitzel Verspecht es Internacionalista por el Colegio de México con especialidad en Asia. Síguela aquí.

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