Por Ricardo Marín Es difícil olvidar la primera vez que se está al tanto de ciertos sentimientos. Es una sensación tan contundente y definitiva que permanece con nosotros queramos o no. La primera vez que se dice “te amo” con ganas, la primera vez que se hace algo de lo cual se siente verdadero orgullo, vaya, hasta la primera vez que se come la mejor pizza del mundo. En inglés hay una palabra con una deficiente traducción al español: linger. Permanecer, persisitir, estar a pesar de que ya se estuvo. Parece que The Postal Service es una banda cuyo primer y, hasta ahora, único álbum hace eso, persiste. Pero no sólo su música, sino los sentimientos, todo lo que alguna vez hizo sentir el bello electropop sigue aquí, diez años después, como si hubiera sido lanzado hace un par de meses.
Incorrecto sería denominar a esta mezcolanza de álbum como una “lucha de contrastes”, es más una armoniosa combinación de opuestos, un material sin precedentes cuya respuesta ha sido más que cálida, pues el disco es una referencia cuando se habla de un indie-pop del estilo más fino e icónico.
Con el pasar de los años, Give Up poco a poco se consolidó como uno de los discos importantes de la década por varias razones. Si bien, fueron en realidad pocas publicaciones las que lo pusieron en sus conteos, lo que sí es notable es la gran cantidad de artistas cuya influencia principal parece haber sido la identidad sónica de esta agrupación. Artistas como Owl City, Passion Pit, The Bird and the Bee, Hellogoodbye, Two Door Cinema Club, entre otros, cuentan con el claro legado de esta banda, con un sonido electropop muy curioso y musicalmente paralelo.
The Postal Service en realidad no necesita lanzar otro álbum para dejar huella, lo hicieron con creces al sacar sólo uno, y generaron melodías oníricas dentro de un paisaje cuyo espacio aborda desde lo desolador hasta la búsqueda de la esperanza, siempre en busca de resonancia y respuesta, como dice Gibbard: “And when you scan the radio I hope this song will guide you”.