25 años sin Kurt Cobain
Este año se cumple un cuarto de siglo desde que Kurt Cobain escapó de un centro de rehabilitación en Los Angeles, al que ingresó unas semanas antes por un intento de suicidio que involucró un coctel de champaña y Rohypnol.
Tomó un vuelo a Seattle —el cual compartió con el bajista de Guns’n’Roses, Duff McKagan—, recorrió por unos días la ciudad que lo vio evolucionar de un muchacho tímido que escribía poemas con su guitarra, a una de las figuras más icónicas en la historia de la música, y se quitó la vida con una escopeta el 5 de abril.
Pero antes de ese fatídico día, Cobain jugó por última vez con su hija, Frances y besó por última vez a Courtney Love. Antes de ese día abrazó a Dave Grohl y, sin saberlo, le dio la fuerza necesaria, no sólo para seguir haciendo música, si no también para fundar una banda por su cuenta y convertirla en lo que hoy conocemos como Foo Fighters.
Menos de seis meses antes de su muerte, Cobain tocó en el Unplugged de MTV, concierto que hasta la fecha sigue siendo considerado como uno de los mejores —si no es que el mejor— Unplugged de la historia. Un año antes se dedicó totalmente a escribir el tercer y último disco de la banda, el potentísimo In Utero (originalmente llamado I Hate Myself And I Want To Die), el cual incluía canciones como “Rape Me” y “Heart-Shaped Box”. Tres años antes salió Nevermind, probablemente su disco más importante, repleto de éxitos como “Come As You Are”, “In Bloom” y “Smells like Teen Spirit”, con una de las portadas más famosas y reconocibles de los 90.
Cinco años antes y con otro baterista, sacó su primer disco, Bleach, de las cuales se destacan “About A Girl” y “Blew”, mientras que dos años antes convenció, tras meses de rogarle, a Krist Novoselic de formar una banda de punk bajo el nombre de Nirvana. Ahora, si nos regresamos trece años, al 20 de febrero de 1981, nos encontramos con un Kurt celebrando su cumpleaños número catorce. Fue en ese cumpleaños dónde su tío le dio a escoger entre regalarle una bicicleta o una guitarra usada. Aunque parezca sorprendente, el adolescente que crecería a ser uno de los guitarristas más reconocidos de la historia, no escogió la bicicleta.
Unos años antes y tenemos a un Kurt que pasaba la mitad de su tiempo dibujando en clase y la otra mitad siendo víctima y victimario de sus compañeros. Un poco más atrás y sentimos la tristeza y confusión de un niño que vivió el caótico divorcio de sus padres, a los nueve años de edad. Pero antes, antes del divorcio y del bullying, de la inesperada fama de “Smells Like Teen Spirit” y el vórtice de drogas, antes de la escopeta que acabó con su vida, hubo un niño de cinco años que fue seducido por la música y que hasta hoy, día exacto en el que hubiera cumplido 52, sigue seduciendo a millones con su espíritu musical.