Esos rojos juegan como Diablos

Antes que nada, ofrezco una disculpa por la reiteración de todas las crónicas de este concepto, pero me parece una de las características por antonomasia del béisbol: su cotidianeidad. Sin embargo, aún dentro de esta rutina que tiene cualquier deporte que se juegue seis veces por semana, tiene sus momentos estelares, como esta serie de Playoff entre Diablos y Vaqueros.

Bajo la consigna del mejor registro en temporada regular y la despedida del que fuera su parque por casi 15 años, los Diablos Rojos del México sacaron el arsenal ofensivo y el primer juego de la postemporada terminó en un contundente, por decir lo menos, 18-1 a favor de la pandilla escarlata ante los Vaqueros de la Laguna. Violación, sería una palabra más adecuada.

La canícula del medio día capitalino no fue impedimento para una gran entrada al Foro Sol y el madero continuó la tendencia de los parques de la Zona Norte, donde es la ofensiva la constante. Con una ventaja mínima de los escarlatas en el primer rollo, la ventaja se convirtió en un préstamo a quien estuviera en la caja de bateo. Diablos 1-0 Vaqueros, Vaqueros 2-1 Diablos, Diablos 3-2 Vaqueros y Vaqueros 6-3 Diablos.

Ya con la última pizarra descrita, sólo cuatro rollos tardó la polémica en arder al Foro Sol, que despertó del letargo de una desventaja de tres carreras y trece hits para los visitantes por una pelota que traspasó el terreno de “foul”, aunque marcado como hit. La caseta local apeló la sentencia y con la decisión cambiada, se mantuvo en tres la desventaja local.

En la misma cuarta entrada, en su parte baja, los Diablos ocuparon los senderos paulatinamente y a falta de un out para finiquitar el episodio, Sergio Omar Gastelum pegó de “palo bonito” suficiente para igualar la pizarra; como dicen: “caballo que alcanza; gana”. Diablos 6-6 Vaqueros.

Dos episodios más tarde, la ofensiva escarlata no desperdició la oportunidad de darle la vuelta al marcador y aunque sólo una carrera, una es suficiente para ganar un partido.

El séptimo círculo del dantesco mundo del béisbol siempre es conocido por las grandes tragedias. Tras la hombrada escarlata, a los Vaqueros les bastó una inteligente entrada en los senderos para dejar en puntos suspensivos el resto del partido. Los Pingos no encontraron la misma suerte y al final de la entrada siete: Diablos 7-7 Vaqueros.

Dado el reglamento del béisbol, la pandilla escarlata no pudo esperar al noveno episodio para lograr la gesta. El Diablo es más práctico y querían dejar el partido en la bolsa al momento que cayera el out 27 y con otra brillante entrada en los senderos el México se puso 8-7.

La lomita escarlata, tan golpeada como la visitante, con siete carreras y quince imparables, abrían la novena entrada con la consigna de respetar la ventaja y llevar la serie al Parque Revolución con la mitad del trabajo. Sin embargo, bien diría “El Mago”: “las grandes tragedias ocurren en la novena entrada”.

Dos en base y con dos “outs”, Laguna amenazó no sólo empatar el electrónico, sino darle vuelta a la carrera con la que entraron perdiendo. Con Quintero en la caja y Acosta en lomita, sólo un strike era suficiente para que el México se fuera limpio a Torreón. Contra las cuerdas, sería la segunda pifia escarlata la que le devolvería el oxígeno a los Vaqueros quienes remolcaron no sólo dos, sino tres carreras. Ahora eran los Diablos quienes estaban contra las cuerdas.

Todo es tan igual y tan diferente. No era la primera vez que los Diablos arrancarían su último turno al bat en desventaja, no era la primera vez que en Playoffs una pifia de su cuadro les acercaba a una derrota; tan no es la primera vez que el desaparecido Basilio “Brujo” Rosell les otorgó el apodo que lucen en sus uniformes, pues la gesta de aquella tarde le abrió los ojos al locutor para decir: “estos Rojos juegan como Diablos”.

La parte fuerte del Line Up al madero de los locales esperanzó al Foro Sol. Douglas Clark apretó la correa y sólo faltaban dos. El siguiente en la lista era Japhet Amador conocido por su poder a la ofensiva, pero también por su facilidad a entregarse y comerse un “chocolate” recetado. ¿Qué Japhet habría de aparecer? Dos lanzamientos después, la pelota besó el concreto del autódromo Hermanos Rodríguez; el México estaba a sólo una carrera para “extra-innings”, y qué mejor que el turno del cuarto en el orden.

El líder jonronero del año, John Lindsey, aplicó el mismo martirio para la lomita de Laguna y envió un cañonazo por todo el central que despertó un infierno apagado y el pandemonio ya no creía en el alargue. Después de todo: “esos Rojos juegan como Diablos”. La tensión se redujo al tiempo que tardaría el último pingo en pisar la goma de “home”. Tres al orden después, el “Haper” Gamboa selló con un sencillo la ventaja de 2-0 en la serie.

Un infierno se disfraza de paraíso con la idea de despedir a su parque con la estrella 16; otro infierno, en Torreón, se abre ante la posibilidad de ni siquiera llegar al quinto de la serie.

 

Omar García

@omarrgc

 

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