En algún punto de la noche, Conor Oberst tomó el micrófono del Plaza Condesa y dijo: “It’s good to be back doing a proper show”. Y sí. Desde 2008 en Pasagüero el nativo de Omaha no hacía una visita privada (sin festival o un evento masivo), lo cual provocó una especie de fermento fabuloso.
La noche comenzó con Dawes, agrupación de indie country que también acompaña a Oberst en sus canciones. No obstante, la banda no suscitó el mismo interés ni candor. El Plaza estaba lejos de estar lleno, pero la gente presente era la necesaria, estaban los que debían de estar y la respuesta fue maravillosa, lo cual se notó en las reacciones de los músicos.
El concierto de Conor Oberst comenzó con canciones de su último disco solista: Upsidedown Mountain, de las cuales destaca muchísimo la bella “Zigzagging Towards the Light”. A lo largo de la noche, Oberst llenó el setlist con canciones de su discografía total. Desde piezas del Fevers and Mirrors (disco de Bright Eyes) hasta álbumes que grabó con la Mystical Valley Band, Conor dio una probadita de todo. Pero más que nada el show brilló por su capacidad de sorprender.
Con una versión más distorsionada de “Old Soul Song (Fort he New World Order)” y una sorprendentemente ruidosa “Method Acting”, Oberst metió a los asistentes a su bolsillo con suma facilidad y jugueteo. Hubo un bloque muy especial, donde introdujo “Hundreds of Ways” como una de sus canciones más positivas considerando su discografía, sólo para rematar con una versión triste y devastadora de “Poison Oak”, uno de los puntos más dolorosos de la noche.
Clásicos como “Bowl of Oranges” y “Another Travelin’ Song” fueron interpretados con singular alegría y especial cariño, con una audiencia hambrienta por clásicos y novedades por igual. Sorprendentes y bellísimas las canciones “First Day of my Life” y “Lua”. Completamente inesperados clásicos que todos corearon con su característica melancolía y los recuerdos que provocan.
Definitivamente, Conor Oberst es un show de nostalgia, de recordar la década pasada entre las personas que nos hicieron reír y llorar, así como revivir el soundtrack de todas esas emociones adolescentes.