El clavecín revive en el Cervantino edición 49
Los objetos demarcan significados sociales. El clavecín, que nació durante el siglo XIV en las regiones de Borgoña, en la actual Francia, se popularizó rápidamente en la Europa occidental, y al igual que el piano, era un objeto considerado de lujo. Primero acompañado por el órgano, hasta que en el período de la música considerada barroca toma su independencia.
Los clavecines producidos en Italia fueron objetos suntuarios a los que se les agregó decoraciones en técnicas de embutido y marquetería. Por tanto, su posesión significaba lujo y abundancia, creciendo su popularidad en los hogares acomodados. De este proceso deviene su independencia y permitió la composición de obras para este instrumento en solitario, convirtiéndose en un instrumento pensado para el espacio doméstico, pero con fines de divertimento social en las reuniones de estos grupos sociales.
El barroco, como el momento de apogeo de este instrumento, tuvo cabida en el Festival Internacional Cervantino en su edición 49, en las brillantes y presurosas manos de Eliezer Jáuregui Arrazate, el día de ayer 27 de octubre. El músico y concertista que actualmente es el pianista de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Nuevo León, presentó un repertorio de Jan Pieterszoon Sweelinck, Francois Couperin y Johann Sebastián Bach, entre otros; en el maravilloso Teatro Juárez.
Al mirar la trayectoria del interprete se puede adivinar su pasión por la recuperación del pasado a través de la música, y también la vocación por la difusión de ello a través de programas culturales. Eliezer Jáuregui Arrazate, fungió como director artístico, guionista y productor de Radio Concierto. Laboró como coordinador de música en la Secretaría de Cultura de Coahuila. Fue director del Teatro de la Ciudad “Fernando Soler” y de la Escuela Superior de Música de la UAdeC.
Poder transportarnos a la época barroca en un teatro del siglo XIX, fue una sensación quieta y delicada entre la obscuridad cómplice del teatro. De repente no puede evitarse el pensamiento de cómo estos espectáculos fueron vividos en otros tiempos, sin embargo, la realidad actual se vislumbra con el poco público debido a las restricciones de seguridad por la pandemia, sin embargo, esto no detuvo al interprete de poder otorgar una experiencia suave para quienes prestamos oídos.
Cuando se piensa en el repertorio presentado por estos grandes nombres de compositores, vemos las múltiples posibilidades que nos ofrece el contexto cultural contemporáneo donde somos capaces de acceder a interpretaciones que en otros tiempos hubieran sido sólo para las élites. Se desdibuja el divertimento social burgués y más bien, se observa al interprete en solitario en un escenario, ejerciendo desde su cuerpo y conocimiento los sonidos que, juntándose unos con otros, convierten a ese momento en un ejercicio artístico.
Si bien, este tipo de sucesos musicales ya no son los más populares, probablemente debido a que la experiencia de la escucha quieta no es tan atractiva en nuestros tiempos frente a otras experiencias del concierto. Es de reconocerse el esfuerzo cotidiano de este artista que desde la persistente disciplina por la ejecución de su instrumento nos permite conocer, desde el oído, otros tiempos; y tal vez, sólo por un momento, estar conscientes de la melodía.
El clavecín puede ya no ser un objeto del deseo burgués de nuestros tiempos, pero sí ha sido el medio a través del cual artistas ejecutan con pasión melodías de antaño, quizá forzándonos a escuchar con atención, pero que nos hacen sentir desde el sonido.
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