'El Hoyo': terror ficticio en tiempos reales

'El Hoyo': terror ficticio en tiempos reales

Los reclusos de una cárcel vertical viven asignados a un nivel concreto. Para comer, deben racionar los alimentos que encuentran en una plataforma que va de ...

En esta cuarentena, todos los habitantes del mundo nos hemos visto afectados por un enemigo común: un virus que nos ha obligado a aislarnos y que nos ha llevado a transitar por emociones como la incertidumbre, la angustia y el temor. En cierto sentido, podríamos decir que todos hemos caído “al mismo hoyo”. Sin embargo, aunque nos encontramos en una misma situación global frente a la pandemia de COVID-19, en lo individual, no todos estamos en las mismas circunstancias.

Aquellos que cuentan con un empleo estable y constante, tienen la posibilidad de seguir adquiriendo lo que necesitan sin salir de casa; no deben tomar riesgos porque el futuro parece más certero. Quienes están en un nivel intermedio, quizás deban dejar de lado los lujos y ciertas comodidades y vivir únicamente con lo esencial y mantenerse en estado de alerta. Pero los niveles más bajos —aquellos que “viven al día” o que han parado de recibir ingresos— sin duda representan el sector más afectado. Este virus ha pasado de ser un problema sanitario a convertirse en una dificultad socioeconómica. En un mundo paralizado, que no puede cambiar a la misma velocidad de un contagio, el hambre es el verdadero enemigo.

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A finales del año pasado el director español Galder Gaztelu-Urrutia presentó un proyecto que, casi como una predicción del futuro, sirve de reflejo de la situación actual. Se trata de El hoyo, una producción de Basque Filmsy de Mr Miyagi Films distribuida en América Latina gracias a la gran plataforma de streaming de Netflix. La cinta es protagonizada por Goreng (interpretado por Iván Massagué), un sujeto bienintencionado que, de manera voluntaria, decide entrar al "Centro de autogestión vertical", un edificio sobrio y gris formado por varios niveles. Dos personas seleccionadas al azar viven en cada nivel, sobreviviendo únicamente con muebles básicos (cama, inodoro, lavabo) y con un objeto de su elección (lo único que se les permite llevar consigo).

Pronto descubre, con la ayuda de su compañero Trimagasi (Zorion Eguileor) que este centro opera bajo una dinámica siniestra: todos los días baja una sola plataforma repleta de comida, y aunque ésta es abundante y deliciosa, no es suficiente para los más de 200 niveles existentes. Mientras que los niveles altos se atascan de manjares, abajo solamente reciben platos vacíos cuando la plataforma llega a ellos. Goreng se determina a demostrar que si los niveles altos tuvieran una mayor consideración por los de abajo, la comida siempre alcanzaría para todos.

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Con una fotografía limpia, actuaciones comprometidas y una banda sonora escalofriante, el filme nos hace reflexionar sobre la importancia de ver más allá de los beneficios personales. Es una crítica, no solo a la gula, sino también a la avaricia humana; a la falta de organización, de consideración y de empatía frente a una situación insólita.

La música, a manos de la compositora española Aránzazu Calleja consiste en una mezcla de violines, ecos y golpes metálicos. Estos últimos simulan el sonido de una vajilla; podrían parecer tenedores, vasos y bandejas que, al chocar entre sí, crean un tema estremecedor.

Cada personaje de la cinta tiene su propia personalidad, así como una postura fuerte y bien definida frente al planteamiento de su condición, lo que los convierte inmediatamente en una parte clave de la historia. Mientras que algunos son compartidos y pacientes, otros han perdido toda la esperanza, al grado de que son capaces de matar a otros o de saltar al vacío hacia su muerte en desesperación. Ningún suceso es en vano: la historia —lineal, pero acompañada de algunos flashbacks— se va revelando poco a poco y con un buen ritmo, hasta convertirse en una trama sólida.

Los efectos especiales y la fotografía, por su parte, ayudan a que los espacios luzcan convincentes a través de escenarios que son realistas a nivel técnico, pero también a nivel emocional. Son tristes. La paleta de colores es oscura: azules y grises a media luz. Esta escasez de iluminación no es solamente un factor decorativo, también es narrativo, pues ayuda a reforzar la noción de estar atrapado dentro de una pesadilla. La sensación de profundidad en el hoyo está bien lograda y hace que el espacio luzca como un escenario factible. La cinta ha ganado tanto el Premio Goya como el Premio Gaudí por sus efectos especiales y visuales, respectivamente. Adicionalmente, ha sido reconocida en el Festival Internacional de Cine de Toronto, donde se llevó el premio “Midnight Madness” y en el Festival de Cine de Sitges, en el cual fue ganadora como mejor película del 2019.

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La película está catalogada bajo dos géneros: ciencia ficción y suspenso. Pero, como la experiencia lo demuestra, puede que no sea un terror tan fantasioso como parece. De acuerdo con datos proporcionados por la ONU, 113 millones de personas en el mundo padecen de una inseguridad alimentaria que ahora se verá aún más agravada por el COVID-19. Antes de esta pandemia, cerca de 12 millones de personas en Etiopía, Kenia y Somalia padecían de un desabasto alimenticio debido a la sequía y a la desventaja económica de sus países. Igualmente, se encuentran desfavorecidas otras áreas del mundo: países vulnerables como Haití, Bolivia y Venezuela, o sitios involucrados en conflictos bélicos como Yemen o Siria. Estos casos contrastan con los granjeros en países como EU y el Reino Unido, que se han visto obligados a tirar al drenaje cientos de litros de leche debido a que nadie los compra. Igualmente es imposible ignorar cómo los supermercados se vacían debido a las compras de pánico, provocando un desabasto de alimentos y recursos. No hay peor thriller que aquel que es realmente viable.

Ver esta película en la época que estamos viviendo puede ser fuerte, pero también puede ser un medio de expiación para toda esa angustia acumulada. El Hoyo fue trending topic en Twitter a inicios de abril y múltiples usuarios expresaron su sorpresa, confusión o desagrado por el final. De cualquier forma, es una recomendación forzada, ahora más que nunca.

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