El día que la humanidad quedó al borde de la extinción
Hoy en día somos más de 7 mil 600 millones de personas en el mundo. Es difícil creer que con tal número de humanos habitando el planeta, hayamos estado cerca de extinguirnos en algún punto de nuestra historia, pero así fue. Hace 70 mil años, un cataclismo sumergió al planeta en un apocalipsis y dejó a los primeros humanos que exploraban el mundo al borde de la extinción. Sólo unos cuantos miles lograron sobrevivir a la tragedia para repoblar la Tierra.
El ser homo sapiens apareció en África hace apenas 200 o 300 mil años, una cantidad de tiempo diminuta a comparación de la aparición de los primeros homínidos hace aproximadamente 8 millones de años. No fue hasta hace 100 mil años que los humanos dejaron su lugar de nacimiento y comenzaron a expandirse por el todo el planeta.
Hace 70 mil años, el ser humano ya había poblado la mayor parte del continente africano, el medio oriente, el sudeste asiático y algunas islas del pacífico. Cuando la humanidad estaba en uno de sus momentos de expansión culminantes, un evento catastrófico sorprendió al mundo y casi acaba con la vida de todos los humanos del planeta.
El supervolcán de Toba, en la isla de Sumatra, Indonesia, explotó con una fuerza de entre 80 y 100 gigatones, 2 mil veces más potente que la Tsar Bomba (el arma nuclear más potente que ha existido), o bien, 7 millones de veces más fuerte que la bomba de Hiroshima, la explosión volcánica más fuerte de los últimos 25 millones de años. La explosión lanzó 2 mil 800 kilómetros cúbicos de ceniza a la atmósfera, cubriendo los cielos de todo el planeta y creando un invierno volcánico que se perpetuó por más de seis años.
Según la teoría propuesta en 1998 por Stanley H. Ambrose, de la Universidad de Illinois, el cataclismo fue tan serio que la mayor parte de los humanos viviendo en el sudeste asiático y en las islas del pacífico murieron casi al instante. Además, el invierno volcánico que azotó al planeta tras la explosión siguió mermando a la población hasta llevar al ser humano al borde de la extinción. Se estima que, seis años después del evento, el número de seres humanos en la Tierra oscilaba apenas entre los mil y 10 mil individuos, la extinción era prácticamente inminente.
Este escenario apocalíptico de seis años completos sin ver el sol y una dramática caída en la temperatura global de entre 3 y 15 grados Celsius, afectó a toda la vida en el planeta. Especies de flora y fauna se extinguieron alrededor del mundo, intensificando así la competencia por la supervivencia entre homínidos como el Homo Neandertal, el Homo Denisovano y el Homo Floresiensis. Los pocos humanos que sobrevivieron lo hicieron en el sur de África.
No sabemos con certeza cómo fue que sobrevivieron estos humanos, pero la teoría más aceptada es que el diminuto grupo de supervivientes se refugió en cuevas a las orillas de la costa sudafricana, en un lugar llamado Pinnacle Point. Ahí, aprovecharon al máximo el único sitio que no fue afectado por el invierno volcánico: el mar, sobreviviendo a base de pescados y mariscos. Unos años después, comenzó la repoblación de Asia y se dio la eventual llegada a Europa controlada por el homo neandertalis casi 20 mil años después.
Este evento hubiera desencadenado un suceso evolutivo llamado “cuello de botella”, donde la mayor parte de las características genéticas que la humanidad poseía se hubieran perdido, implicando que todos los seres humanos de hoy en día sólo tendríamos las características genéticas de esos individuos, explicando la escasa diversidad genética que poseemos en la actualidad.
Otra investigación llevada a cabo por Michael Petraglia, de la Universidad de Cambridge, sugiere, en cambio, que esa pequeña población al sur de África no fue la única en sobrevivir utilizando aquel método. Descubrimientos arqueológicos comprobaron la supervivencia de otro grupo poblacional al sur de India durante los años apocalípticos. Hallazgos más novedosos podrían indicar que, incluso, más de una población logró sobrevivir en la costa del sudeste africano.
Los descubrimientos indican que, a pesar de que la explosión del Toba puso en riesgo a la humanidad y dejó al planeta como un mundo frío y oscuro, tal vez el número de supervivientes no fue tan reducido como originalmente se estimaba.
El estallido es ahora catalogado con un ocho en la escala de explosividad volcánica: la clasificación más alta que existe.
Podemos tratar de dimensionar el verdadero tamaño de este incidente comparándolo con otros eventos. Por ejemplo, la explosión del monte Tambora en 1815, es la mayor explosión volcánica registrada en la historia moderna de la humanidad. El volcán dejó al planeta sumido en un invierno volcánico que duró más de un año, estallando con una fuerza de mil megatones, es decir, 100 veces menos potente que la explosión del Toba (un siete en la escala de explosividad).
Otra comparación sería la del sonido, pues en 1883 el volcán Krakatoa estalló con una fuerza de 250 megatones, produciendo un estruendo de 310 decibeles (el oído humano puede soportar entre 55 y 60 sin daños) que se escuchó en la mitad del planeta con un radio de 5 mil kilómetros, llegando hasta lugares como Perth o Tokio. Cualquier persona que hubiera estado en un radio de 200 kilómetros a la explosión, directamente hubiera sufrido sordera de por vida. Esta explosión fue 400 veces menor que la primera, un seis dentro de la escala. En cambio, el sonido producido por el Toba pudo haberse escuchado en cualquier lugar del planeta.
En una última comparación, el Monte Santa Elena, la mega-explosión volcánica más reciente, estalló con una fuerza de 25 megatones, lanzando 2.8 kilómetros cúbicos de cenizas a la atmósfera. Esta explosión fue 4 mil veces más débil que la del Toba y lanzó apenas el 0.1 por ciento de la cantidad de ceniza. Aún así, la explosión del Santa Elena está considerada en un cinco en el índice de explosividad volcánica, igual que el monte Vesubio.
Todo esto nos pone a pensar de qué manera el ser humano moderno podría sobreponerse a un cataclismo de esta magnitud. La super caldera de Yellowstone tuvo una erupción por última vez hace 70 mil años y, según los científicos, debería de hacerlo cada 50 mil años. Aunque es muy probable que el volcán diera indicios de una inminente explosión varios años antes, hay que recordar que ahí, hace 650 mil años, ocurrió la segunda mega-explosión volcánica más grande de la que tenemos conocimiento, sólo por detrás de la explosión del Toba.
Si nuestros antepasados lograron sobrevivir un cataclismo de ese tamaño, ¿qué nos hace creer que nosotros, con la tecnología actual, no podríamos lograrlo? Eso claro, si la tecnología no resulta ser nuestra propia condena, aunque esa es otra historia.
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