'Dream Weapon', la nueva identidad de Genghis Tron con un giro psicodélico
En 2008, con su segunda producción titulada Board Up the House, Genghis Tron llamó la atención con su mezcla contrastante de metal extremo y elaboradas secuencias electrónicas, más propias de un acto de trip hop o electroclash. Once años después, regresan con su tercera obra: Dream Weapon, en la que nos presentan una nueva personalidad, si bien, identificable. Este álbum es el Extracto 909 de la semana en Ibero 90.9.
La última vez que habíamos escuchado a Genghis Tron era un trío, integrado por el cantante Mookie Singerman, el tecladista Michael Sochynsky y el guitarrista Hamilton Jordan. La batería era programada en la computadora. Singerman lograba pasar de los alaridos clásicos del grindcore a voces limpias, exaltando el estado anímico de cada canción. Esta cualidad los hacía encajar en la escena metalcore de los años 2000, junto a bandas como Trivium o Bring Me the Horizon. Pero, once años después, estos grupos ya abandonaron ese estilo para cantar, e igual hizo Genghis Tron en Dream Weapon.
Después de "Exit Perfect Mind", la intro instrumental, "Pyrocene" nos presenta al nuevo vocalista, Tony Wolski, en un tono más ensoñador —afín al título—, lo que le da un giro psicodélico a la música y, de ser una banda de metal electrónico, ahora son catalogados por la crítica como post-rock y shoegaze. También estrenan baterista, en la persona de Nick Yacyshyn, lo que otorga a las composiciones una sensación más orgánica. Las secuencias electrónicas y sintetizadores de Michael Sochynsky siguen ahí, pero la gama de sus sonidos se ha ampliado, por momentos con tendencia al rock progresivo, e incluso al space rock, el krautrock y el techno-pop.
El punto anímico más alto llega en el tercer track: la titular "Dream Weapon", que pese a ya no tener los gritos deathmetaleros, evoca el sonido pesado de sus álbumes anteriores; aunque, en general, a lo largo del álbum se mantienen sus distintivos contrastes anímicos y estructuras intrincadas de composición.
Las letras son difíciles de seguir, son más propias de un delirio surrealista. Aún así, se puede notar la transición del tono pesimista y suicida del Board Up the House, a un discurso redentor, en el que, a pesar de que al final de todos modos nos espera un destino fatal, ya se puede encontrar un asomo de absolución, congraciándonos con la "Gran Madre", que ha de liberarnos de este planeta que hemos destruido.
Dentro de la sencillez visual de sus portadas —que contrastan elementos naturales con arquitectónicos—, no es casual que, de los colores vivos impresionistas de Board Up the House, ahora la portada de Dream Weapon presente una gama de tonalidades frías: es una clara advertencia al cambio de estilo; no obstante, siguen perteneciendo al catálogo del sello discográfico Relapse, especializado en actos de metal extremo.
El nuevo rumbo podrá parecer drástico de un álbum a otro, pero si en esos once años de silencio hubieran sacado discos, ésta sería la evolución lógica, como ha ocurrido con otras bandas de metal extremo (Enslaved o Katatonia, por mencionar algunas). Ahora, quizás encuentren nuevos seguidores entre los felices aficionados a bandas como Tangerine Dream o Cut Copy.