Drácula no puede ver su propio reflejo porque forma parte de la cultura que lo rodea

Drácula no puede ver su propio reflejo porque forma parte de la cultura que lo rodea

“Drácula” de Bram Stoker (1897)

“Drácula” de Bram Stoker (1897)

Desde que Bram Stoker escribió Drácula en 1897, la imagen del vampiro ha sido un trabajo en progreso. En las millones secuelas, remakes y adaptaciones de la novela de Stoker, el personaje más famoso de Transilvania rara vez aparece de la misma manera dos veces. Ha evolucionado con la sociedad que lo rodea. Sus rasgos físicos, sus poderes y sus debilidades se han transformado para adaptarse a los climas culturales y políticos desde la época victoriana hasta la actualidad. 

El Drácula original fue un personaje de la vida real, pero no era un vampiro, no bebía sangre o tenía afilados colmillos. Pero sí hizo muchas cosas terribles, como asesinar a miles de sus compatriotas. Vlad Dráculea, mejor conocido como “Vlad el Empalador” fue la primera inspiración de quien ahora conocemos como el Conde Drácula. A pesar de su famosa crueldad, lo más probable es que su nombre, elegido al azar de un libro de historia de Transilvania, fuera todo lo que Bram Stoker sabía de él.

Hoy, Drácula a menudo evoca imágenes de un aristócrata sexy, misterioso y elegante, pero el Conde Drácula de Bram Stoker no era ninguna de esas cosas. Stoker lo describe como un personaje que tenía un bigote grueso, una nariz grande y cabello blanco que "crecía escasamente alrededor de las sienes". apariencia general del conde como es "una de extraordinaria palidez". El hijo del diablo tenía dientes afilados, orejas puntiagudas, dedos gordos y pelo en las palmas de las manos. El vampiro sexy y elegante que conocemos fue una creación de generaciones posteriores.

“Drácula” de Tod Browning (1931)

“Drácula” de Tod Browning (1931)

Mucho estaba sucediendo cuando Stoker trabajaba en su obra maestra a principios del siglo XIX: los ideales victorianos como la de un sexualidad reprimida y los roles subordinados de las mujeres estaban pasando de moda y Jack el Destripador estaba creando una gran ola de asesinatos. El villano de Stoker canalizó todo eso y mucho más, ya que este personaje lleno de maldad resonó con los lectores durante décadas. Drácula se convirtió gradualmente en la obra más importante de la literatura gótica de terror porque era el recipiente perfecto para los temores y los deseos de la época.

Como un intruso malvado que interrumpió vidas inocentes, Drácula personificó todo lo que era amenazante, poderoso y malvado. En las décadas de 1920 y 1930, esto se transformó en un aristócrata con peinado hacia atrás, una larga capa y un medallón, una apariencia que se convirtió en el estándar duradero para todos los vampiros. El actor húngaro Bela Lugosi se convirtió en el Conde por excelencia en la adaptación cinematográfica de Tod Browning de la novela de Stoker. Lugosi se negó a usar maquillaje que cambiara su rostro, por lo que la versión de Lugosi del Conde nunca tuvo colmillos.

“Dracula: El Principe de las Tinieblas” de Terence Fisher (1966)

“Dracula: El Principe de las Tinieblas” de Terence Fisher (1966)

Durante la era de la Guerra Fría, el famoso vampiro se convirtió en un verdadero villano. Sus motivos no eran importantes, el personaje simplemente era en un vicioso alborotador con apetito por la destrucción. Tal y como los americanos veían a sus enemigos en Guerra Fría, como puramente malvados, Drácula se convirtió en un personaje con el que era imposible empatizar.

La representación de Christopher Lee en 1958 el Conde tenía ojos rojos y enormes colmillos, a menudo con algo de sangre virginal escurriendo de ellos. Lee interpretó el papel del infame vampiro un total de seis veces, más que cualquier otro actor. El Drácula de Lee fue tan intrínsecamente amenazante que en la secuela de 1966, “Drácula: El Príncipe de las Tinieblas”, no tenía líneas en absoluto, solo silbaba a la cámara durante toda la película.

En el remake de 1979, el vampiro se actualizó para la era disco con aspecto más rebelde y una gran cabellera. El Drácula de Frank Langella representaba a una criatura sexual libre de anclajes morales, capaz de hacer lo que quisiera, esta interpretación le abrió a las puertas a la adaptación de 1992, con la interpretación de Gary Oldman y la dirección de Francis Ford Coopola.

“Drácula, de Bram Stoker” de Francis Ford Coopola (1992)

“Drácula, de Bram Stoker” de Francis Ford Coopola (1992)

En esta adaptación, Coopola decidió incluir un poco de la historia “Vlad el Empalador”, además de mezclar algunas de las leyendas detrás del personaje. Estos cambios crearon dos influencias drásticas en la imagen de Drácula en la cultura popular. Primero, la idea de que el Conde realmente es “Vlad el Empalador” hecho inmortal, y segundo, que todos los actos imperdonables que cometió el vampiro fueron hechos por amor. La película de Coppola convierte la novela de Stoker en una pesadilla erótica y macabra donde la implicación del sexo se vuelve explícita, se transforma en una historia que habría hecho que las caras de los lectores victorianos se pusieran rojas. 

Esto culminó en la apariencia del vampiro de hollywoodese: gótico, misterioso y moderno. Los vampiros de hoy exudan libertad absoluta y poder irreverente, y no olvidemos que ahora son extremadamente irresistibles. En series como True Blood, The Vampire Daries y la saga de Twilight, los vampiros modernos disfrazan su maldad debajo del su gran atractivo físico. Drácula nunca tuvo la intención de ser seductor, mucho menos romántico. El personaje era a menudo descrito como un demonio y una criatura de la oscuridad a lo largo de la novela original, se podría decir que el mayor truco que jugó este demonio fue convencer a la cultura popular de que él es el héroe de su propia historia. 

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