Muchas veces la mejor parte de un festival de cine son las pequeñas sorpresas que parecen suceder en un vacío fugaz y para una pequeña cantidad de personas que creen haberlo soñado: desde ser obsequiado boletos para alguna proyección en el festival de Cannes (cierto), desayunar a un lado de Jennifer Lawrence (muy cierto) o recibir serenata del director de “American History X” (lamentablemente cierto), estos pequeños sucesos enriquecen días y semanas de ver el mejor cine de arte mundial. Justo este año presencié una extraña y singular película francesa dentro de un festival mexicano que sorprendió a los asistentes por su audaz caracter experimental. Era una ocasión especial porque sabíamos que este tipo de cine rara vez se podía apreciar fuera del circuito de festivales y además, contaríamos con la presencia del director al final de la proyección para aclararnos nuestras dudas sobre este excéntrico filme sobre sexualidad y pérdida. Una vez terminada la película, las luces se encendieron y el director tomó el micrófono frente a la pequeña pero bien asistida sala. “¿Alguna pregunta?” nos dijo. Un joven de no más de 25 años se puso de pie, tomó un micrófono que le dio un colaborador del festival y preguntó: “¿El actor que interpreta a El Semental es un actor porno en la vida real?” El joven en el público se refería al ex-delantero del Manchester United Éric Cantona.
Cada generación, cada copa y cada alineación sólo es memorable si por lo menos cuentan con un jugador sorprendente. Aquel que te coge desprevenido por sus hazañas, el que te asombra por hacer lo que otro jugador no haría y el que toma fuertes decisiones en milésimas de segundo. El francés Éric Cantona era y es uno de estos atletas. Sus actos dentro y fuera del campo de fútbol nos dejaron memorables estampas de proeza deportiva, preocupante obstinación y admiración artística. Cantona es un personaje fascinante en la novela futbolística, donde es el héroe en conflicto con sus demonios internos, que lucha y obtiene triunfos a la par de destruir y construir nuevos enemigos. Su vida es compleja y multifacética, recibe odio y admiración pero siempre por decisión propia y con esa tenacidad que lo ha caracterizado. No por nada los seguidores del Manchester United lo apodaron “King Eric”.
Desde sus inicios profesionales en un pequeño club de Borgoña, el AJ Auxerre, Cantona demostró dos de las características que lo acompañaron durante toda su carrera: un apetito voraz como delantero y un temperamento violento. Por cada victoria y anotación, Cantona arremetía con una falta disciplinaria o un duro comentario, eso culminó en una pelea con su compañero Bruno Martini. Este es un patrón que se repitió durante los 14 años de su tiempo como futbolista y causó que el fantasma del escándalo haya opacado hasta la fecha los triunfos del marsellés.
Pero se le necesita tener a King Eric un debido reconocimiento como figura única porque además de sobresalir como muchos otros jugadores (cinco títulos en la Liga Premier con el Man United, seleccionado nacional) tiene la distinción de ser un genuino actor dentro de una variada carrera filmográfica. Cantona actuó como parte de un Western (“The Salvation” al lado de Eva Green), un drama de época isabelina (“Elizabeth” con Cate Blanchett en el papel principal) y como él mismo (“Looking for Eric” en donde el ex-futbolista sirve como guía espiritual a un hombre perdido), entre muchos otros.
Curiosamente, sus apariciones le brindan a los filmes un aire de sofisticación accesible, en donde Cantona, aún con su imponente figura, rara vez interpreta a un bruto únicamente conectado con el lado físico de su personaje. Cuando es mejor utilizado, Cantona proyecta un aire de masculinidad contenida, siempre elegante como buen francés pero dispuesto a patear traseros si la ocasión lo pide.
En “Encuentros Después de la Medianoche”, la ópera prima de Yann González (hermano del músico M83 quien hizo la banda sonora del filme), Cantona interpreta a El Semental, una pieza clave dentro de un juego psicológico que siete extraños comparten previo a una orgía. La actuación de Cantona es reveladora y no sólo porque dentro de una escena se desviste y muestra su pene – un pene que resulta ser protésico, como aquel de la última escena de “Boogie Nights” – si no porque expone una fragilidad emocional que nunca vemos en atletas profesionales. Estar detrás de una máscara de actuación no impide que Cantona manifieste la vulnerabilidad que nunca vemos en los 90 minutos dentro del campo de juego. Es un abandono valiente que lo coloca como uno más de sus logros sorprendentes. King Eric seguirá haciendo lo que él quiera y tropezará tanto como triunfará pero eso no significa que dejará de sorprendernos.
Por cierto, la respuesta del director González con respecto a que si Cantona era un actor porno fue simplemente: “Te lo dejo a tu imaginación”. El joven que hizo la pregunta se sentó, miró a su acompañante y en voz baja le dijo “yo creo que sí”.
Arturo R. Jiménez