De Marcy Houses a la Galería Pace

Fotografía por Mimi Ritzen Crawford para la revista Vogue

Texto por Ricardo Marín (@reecardough)

La evolución artística es algo natural. No se puede esperar que un escritor o músico se pase toda su carrera abordando los mismos temas una y otra vez. Por esto, la renovación no sólo es un buen paso, sino es el paso necesario. En el hip-hop y rap esto es muy curioso, pues ¿cómo es posible que un rapero cuya cuenta de banco rebasa las 7 cifras siga escribiendo versos sobre las dificultades sociales del ghetto? ¿Qué sigue cuando el factor que te hizo famoso se desvanece?

Mientras hay artistas que mantienen un estilo urbano y callejero, cuyo contenido trata problemas sociales, entre otros, algunas de las figuras más reconocidas de hoy están completamente ajenas a este estilo.  Un ejemplo se encuentra al comparar grupos como Dead Prez junto con Kanye West. Mientras los primeros continúan tirando rimas estridentes y sumamente críticas, este último vende playeras blancas en su totalidad a más de 100 dólares, justificándose con la etiqueta de arte. Sin embargo, hay un artista masivo que resalta por acciones recientes, y ése es Jay-Z.

Jay-Z ya no es esa figura del barrio que vendía droga para sacar adelante a su familia. Decir su nombre tiene una connotación diferente a la musical: la del negocio. No es poco familiar en este circuito saber que Shawn Carter, su nombre real, es dueño de marcas de ropa cuyo valor circula los 490 millones de euros o clubes en Atlantic City que generan cantidades exorbitantes de dinero. Estas alternativas no le han restado demasiado a su contraparte artística, en la cual Jay-Z continúa siendo un exitoso productor y escritor cuya carrera se caracteriza en ser proactiva y prolífica

Sin embargo, Magna Carta… Holy Grail no fue exactamente lo esperado y no satisfizo a muchos escuchas. Es más, su lanzamiento y noticias subsecuentes han dado mucho (o hasta más) de qué hablar. A través de Samsung y las disqueras del rapero, y gracias a un acuerdo millonario entre éstos, los usuarios de la marca telefónica podrían descargar la producción sin costo. Sin embargo, la aplicación utilizada para descargarlo requería un exceso de datos, lo cual recibió varias quejas por violaciones de privacidad sin la autorización de los clientes. Estas quejas inclusive llegaron a otros raperos de la escena, un ejemplo (con algo de humor ácido característico) es Killer Mike, cuyo tweet dice más que mil palabras.

Posteriormente, Jay-Z se inspiró en Marina Abramovic para filmar su nuevo video. Abramovic es conocida por su arte performance y ha ayudado a romper la barrera que separa el supuesto tedio del arte moderno con la cultura popular. A partir de esto, Carter recorrió durante 6 horas la Galería Pace mientras cantaba su canción “Picasso Baby” e interactuaba con el público, con lo cual realizó una especie de performance/filmación/acto musical, etc. En Youtube pueden verse varios clips del rapero brooklinita mientras interpreta su canción, ríe con la audiencia y permite que ellos presenten sus propios actos.

Para que se den una idea del público presente, se encontraban Jim Jarmusch, Wale, Judd Apatow y la misma Abramovic, entre otros. Aquí hay un video de Jacolby Satterwhite, un artista visual, presentándose con Jay-Z mientras éste se pasea por la sala grabando su video.

No sabemos qué tan lejos se encuentre la galería Pace del lugar donde creció Jay-Z, Marcy House Project en Brooklyn, pero ideológicamente estos lugares son sumamente distantes. No es que dichas viviendas sean ajenas al arte o a manera de elitismo, pero el cambio es notable, y mucho más cuando se observa en el trabajo de Jay-Z. Él comenzó como un músico de contenido más social y urbano, pero ahora escribe canciones sobre artistas de vanguardia, su estilo de vida multimillonario y realiza performance artístico en un espacio atípico (el cual seguro no fue gratis) con el fin de promocionar su más reciente disco.

Tiene mucho tiempo que el rap dejó de ser exclusivo a los barrios bajos y hoy se regodea entre varios espacios y contextos. Desde universidades o escuelas hasta centros de ayuda comunitaria, pasando por mansiones y cárceles, el rap no pertenece a un solo lugar, más bien se moldea y embona al espacio que se apropie de él. Jay-Z ha tomado el género y lo puso en los museos de bellas artes, ha tomado el negocio y, aunque ha tenido sus traspiés, sigue realizando música cuya esencia básica es la rima y el flow sin importar el entorno. Si bien eso no es exactamente el barrio, tampoco lo hace menos rap.

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