Esta película se encontraba plagada de comparaciones y estigmas debido a que es otra adaptación de la novela homónima (con una obra de teatro tremendamente exitosa) y un “héroe” interpretado por el protagonista de la franquicia más taquillera de la historia. La dama de negro venció estas trabas con una aproximación back-to-basics de la vieja escuela. Esta producción de Hammer Films (que en la década de los 50 engendró clásicos como Drácula, La Momia y La maldición de Frankenstein) se construye con recursos ambientales propios de su signatura. Esta identidad se compone por una estructura sencilla y familiar, temas como la venganza y agonía, un entorno victoriano gótico y una serie sólida de sustos. A diferencia del slasher donde las muertes sólo contribuyen a una cifra banal, el argumento apuesta con las vidas de la imagen más vulnerable de todas: los niños. Ese elemento delicado nunca cesará de turbar mientras nos encontremos en una cultura con un nivel “sano” de sensibilidad (cada vez más inconmovible con la evolución del contexto). Este aspecto aporta una dimensión crítica en cuanto a la implicación de los afectados, donde el protagonista también juega un papel sustancial. Al aterrizar en el caso simpatizante de Arthur Kipps, nos enfrentamos con un hombre de mente frágil cuyo único motivo para continuar su existencia es el ser que trajo al mundo (última huella restante de su familia). Sus heridas se manifiestan claramente en un perfil decaído con una tarea aparentemente tediosa (como lo es encargarse del papeleo) pero que remata como una caja de Pandora.
Con el paso del tiempo, la audiencia de este género se ha vuelto cada vez más cínica y exige mayores dosis de sangre o shock value. En la era del torture porn, resulta confortante remontarse a un período donde el espectador no se encontraba tan sistematizado y era más susceptible a sobresaltos auténticos, detonados por una ambientación efectiva, la naturaleza aprehensiva que conllevan las anticipaciones y una intimidad tormentosa que exterioriza la humanidad más allá de las tácticas superficiales del género.