Por H. S Román
Desde hace diez años, ante la declaración de guerra hecha al narcotráfico, la población mexicana ha vivido en un estado de violencia perpetua, producto de que el Estado mexicano tomó el papel de administrador de una máquina de guerra en la cual, más allá de legitimarse bajo el discurso de “salvaguardar la seguridad de la población” esta se encuentra manchada por el uso de la violencia sobre la población civil y la persecución y desaparición de grupos opositores, sin mencionar la total impunidad que cubre a estos casos.
Ejemplos de estos sobran, ya que trabajos como el de Carlos Fazio, en su su libro Estado de Emergencia recopila casos como los de las masacres de Tlatlaya y Tanhuato, el caso de los estudiantes del Tec de Monterrey asesinados por militares, o las desapariciones de los normalistas en Iguala, Fazio documenta una serie de atrocidades donde han estado involucrados agentes del Estado mexicano, declarando incluso que México vive en un estado de excepción no declarado.
Achille Mbembe es un filósofo, historiador y politólogo camerunés estudioso de la teoría postcolonial, que tras la necesidad de aprovechar los recursos críticos surgidos con el objetivo de dar cuenta de lo que llama “las depredaciones de la globalización neoliberal”, acuña el término “Necropolítica”, concepto que nace en un contexto de normalización de la guerra y legitimación de la violencia del Estado bajo la distinción entre medios y fines. Esta categorización sugiere la hipótesis indicando que la última expresión de la soberanía, a diferencia a lo descrito por la ciencia política tradicional, reside ampliamente en el poder y la capacidad del Estado de decidir quién puede vivir y quién debe morir..
Esta reflexión filosófica cobra realidad en un país como el nuestro donde día con día contamos los muertos, los desaparecidos y los desplazados por la violencia., Nos encontramos en un país donde se libra una singular guerra en muy distintos frentes y donde las víctimas en su mayoría son jóvenes. La teoría de la necropolítica explica desde una perspectiva distinta lo que ocurre, cuando el Estado se abroga el derecho de decidir quien vive o quién muere, un brutal efecto de las políticas neoliberales y de la llamada guerra contra el narco, que justo en este año cumple una década de librarse en un país asolado por la violencia..
