En defensa del jam interminable: ‘Chameleon’, de Anthony Naples
El comunicado en el sitio de Bandcamp informa que Chameleon (ANS, 2021) se trata del primer álbum del neoyorquino Anthony Naples dibujado a mano alzada, desde la guitarra, el bajo, la batería y los sintetizadores. ¿Querrá decir, sin la ubicua mano negra de la estación de trabajo de audio digital o DAW? Pese a lo anunciado como una novedad, en Anthony no me parece extraña la búsqueda de lo análogo.
Desde el comienzo, la obra de Anthony Naples es revista de audio cálido, gis y estática. Como DJ, ha hecho brillar con nuevos y opacos destellos los sonidos del garage house de Nueva York, desde el año 2010, mientras se gestaba el nacimiento de su sello Proibito. Hace casi 10 años atrás, él y otros inconformes como Brian Leeds (Huerco S.) y Brian Piñeyro (DJ Python, DJ Wey) proporcionaron al mundo el cianotipo del outsider house neoyorquino; pseudo-género caracterizado por muestreo sin complejos de disco y house, con olor a sótano húmedo, en respuesta al siempre presente EDM sin textura ni swing.
Fue en este contexto que la tripulación Proibito tejió lazos con la cada vez más amplia comunidad norteamericana que exploraba viejas músicas como el deep house de Chicago, el IDM británico y el techno de Detroit. Heads, diggers y usuarios empedernidos con copias pirata de FruityLoops en sus MacBooks se unieron en manojos, surgiendo iniciativas de gran valor en cada esquina del subcontinente: L.I.E.S. en un Los Angeles post-industrial, Future Times y P.P.U. en los suburbios del sector público estadounidense en Washington D.C., Forbidden Planet y Temple Records en Montreal; o Mood Hut y 1080p en la paisajística Riviera Canadiense.
El puente aéreo Vancouver - Nueva York, tendido en esas épocas de genuina emoción, transfirió a la gran manzana a C.Z. Wang, conocido por su acto de downtempo y house relajado, People Plus. Durante la pandemia, el ingeniero de sonido de Mood Hut parece haber consolidado una buena relación con Naples y compañía. Previamente a tocar instrumentos en Chameleon y realizar la mezcla final, Wang hizo sonido y producción en dos de los álbumes representativos de Incienso, el nuevo sello de Naples con su prometida, Jenny Slattery: Más Amable (2020), segundo esfuerzo de larga duración de DJ Python, y el excelente disco de trip-hop / dub ambient titulado Basement, Etc… (2021), debut del misterioso Josh Abramovici, alias Downstairs J.
Es “Primo”, primer corte del disco, el que anuncia este nuevo acontecer en conjunto, donde los pads y percusiones resuenan con el hipotético “sonido Vancouver” de Disco Mantras Vol. 1 (Mood Hut) o el Snaker 007 (Snaker, 2016). Estos sonidos operan sobre la constante cavernosa del sótano neoyorquino, donde seguramente ocurría la magia. La actitud relajada de Chameleon revisita ese tipo de ambientes de forma habitual, e incluso hay un esbozo de chillwave en “Pera”, el primer interludio del álbum. No obstante, es la pista final “I Don’t Know If That’s Just Dreaming” la que contiene la exploración más destacada del downtempo. Un saludo para todos los chill-out rooms.
En secuencia inmediata a la apertura, “Devotion” y la titular “Chameleon” presentan guitarras atmosféricas al tono, a primera escucha, de Phantom Band y su guitarrista Dominik Von Senger. Sobre advertencia no hay engaño, pues más cuerdas aparecen a lo largo del disco, a veces con destellos de Vinni Reilly como en el suave segundo interludio “Casia”, o en la más oscura “Sizzlin”, que recuerda un poco al Dean Blunt de Black Metal (Rough Trade, 2014). También hay a quienes nos recuerda otro tanto a cassettes de la década pasada como el de JCCG para Dept. Tapes, o el de COIN para Opal.
El sencillo “Massiv Mello” es una declaración audaz en pro de la experiencia musical extendida. Representa la síntesis de la actitud relajada de improvisación junto a los sonidos atractivos de la neopsicodelia que impera en Chameleon, con elementos como guitarras abiertas en repetición, percusiones pacientes y sintetizadores dispersos. Éstos indican que Chameleon tal vez fue una sesión larga, un jam interminable con color y tono que se transforman con parsimonia. Sin embargo, el tiempo de marcha del disco está conformado por exploraciones sonoras de corta duración, en una alternancia muy al estilo de Body Pill (Proibito, 2015) o Take Me With You (Good Morning Tapes, 2018).
En un tono más introspectivo y menos relajado, “Hydra” y “Bug” hacen uso de arpegios en secuenciadores y sintetizadores vintage. La paleta sonora recuerda menos al jazz espiritual o al krautrock y más a obras de la electrónica progresiva por Edgar Froese o Klaus Schulze. Si el sonido no es suficiente, otra pista podría ser la aparición de Returnal (Editions Mego, 2010) de Oneohtrix Point Never, en un reciente mix de Anthony para el club Juanitas NYC (2020). Junto con la centelleante “Full O’ Stars” y la culminación cinemática de “You Got What It Takes”, las cuatro forman parte del grupo de pistas más cerebrales y psicodélicas en Chameleon, que osadamente transforman la percepción y redefinen el tejido de la realidad desalentadora de la pandemia.
Ante la extenuante ola de COVID-19 que aún sacude nuestro mundo, el formato álbum ha tenido un repunte entre los artistas del espectro total de la electrónica. Del rave al ambient y, ojalá pronto, del ambient al rave. Después de la cohesiva y profunda huella micro house de Fog FM (ANS, 2019), Anthony Naples vuelve a bosquejar caminos alternos, intentando abrir una brecha distinta. Con Chameleon, Naples encaja entre quienes optan por proporcionar a sus escuchas y a su entorno productivo sonidos constantes de talante apacible, aunque con un toque psicodélico vibrante.