Se le llama “Bricolaje” a la construcción (de una escultura o una estructura de ideas) lograda al utilizar lo que se tenga a la mano: ésta, es una de las principales características del ‘hágalo usted mismo’ o D.I.Y. (Do It Yourself). En los 70, el punk británico retomó elementos de subculturas anteriores como los mods, glam-rockers, rudeboys o skinheads, en una libre asociación que no respetaba los cánones de la estética de aquel tiempo. De ese modo, las faldas de tartán escocés fueron combinadas con chamarras de cuero, botas militares, camisetas con frases shockeantes y símbolos contestatarios; ropa rasgada o pegada con seguros y transgresiones corporales que iban desde perforaciones o maquillaje excesivo, hasta las clásicas cabezas rapadas o peinados estridentes, como el “mohicano”.
Para retomar la analogía del punk con lo chaka, publicada la semana pasada en este mismo espacio —y así cerrar este trío de columnas— es valioso observar a los chakas más allá de los prejuicios que pesan sobre ellos/as: No se trata de valorar si son la nueva escoria social, sino asumir que sus expresiones culturales, a través de la moda, son un síntoma del aquí y el ahora de los jóvenes de clase baja, en la realidad de la capital mexicana.
Aquellos estigmatizados por el “perreo”, son en sí un perro “solovino”, bastardo y multicolor. En el DNA de lo chaka, existen códigos de identidad que sincretizan varias vertientes: El gangster caribeño glorificado en el reggaetón, herencia a la vez del hiphopero estadounidense; la aspiración buchona a narcotraficante del noroeste, mediante ropa estampada al estilo Ed Hardy; la onda “pachuco” de barrio tepiteño mezclada a la par de la espiritualidad (sea de los San Judas o la Santa Muerte) y finalmente, el Emo, que a su vez tomaba del gótico, happy-punk, skate, sexualidad ambigua, anime y cultura digital (no es gratuito que ya exista el concepto de “reggaeton-emo”).
Más allá de que lo “chaka” vaya más allá de lo naco (que ya es chido), el look chaka hace un bricolaje de los recursos a la mano, tomados de un entorno marginal, suburbano: desde artículos piratas comprados en tianguis como lentes Ray-Ban o ropa Baby Phat, hasta flecos cortitos que son teñidos en estéticas de barrio. Basta una visita al “Chakabook”, equivalente “pobre” del “Mirrreybook”, para analizar varias fotos ejemplares.
Y quedan varios cuestiones ¿Es “chaka” todo aquel que utilice uno o varios de estos códigos para vestir? ¿Qué significan los sentimientos, vivencias y filosofías de vida reflejados en estas exteriorizaciones en (anti)boga?
Este texto apareció en la columna de Ibero 90.9 en el Publimetro del 17 de agosto del 2012.