In memoriam: Carlos Cruz-Diez, la libertad del color
Carlos Cruz-Diez no fue precisamente un artista. A pesar de que el franco-venezolano se formó en la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas de Caracas, desde muy temprano se interesó por un elemento imprescindible en todas las artes: el color; curiosidad y asombro que lo llevó a convertirse prácticamente en un investigador de su aplicación y sus propiedades. Su acercamiento para con su objeto de estudio siguió siempre una metodología cuasi científica, por lo que no resultan arbitrarios los neologismos con los que él denominó su cuerpo artístico.
Su obra completa es un diario de investigación y, a la vez, una tesis completa donde el mensaje es constante y conciso: el color se concibe como una realidad autónoma que se modifica en el tiempo y en el espacio real, sin ayuda de la forma y sin necesidad de algún soporte. Así como un fotógrafo trabaja a partir de la luz, Cruz-Diez trabajó a partir del color.
De arriba hacia abajo, de izquierda a derecha: 1. Fisicromía, 2. Cromointerferencia, 3. Color Aditivo, 4. Inducción Cromática
A través de las ocho investigaciones en las que se organiza su trabajo se puede apreciar el desarrollo de esta exploración, observación y experimentación sobre la expresividad cromática. Su arte se despliega en diferentes formatos. Están sus pinturas y esculturas que necesitan del movimiento de quien las mira para mostrar su intención: sólo así se puede apreciar la inestabilidad propia de los colores y materiales que las conforman. Cruz-Diez hizo uso extenso de la intervención del espacio, ya que además fue fiel creyente de que el arte debe estar presente en la naturaleza, en los espacios urbanos y en el monótono entorno de nuestro trabajo. Por tanto, la obra de Cruz-Diez se encuentra esparcida por todo el mundo.
Transcromía en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo. Ciudad de México
En México, sus instalaciones han sido expuestas tanto en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, MUAC (donde hoy reside una Transcromía en su lobby) y más recientemente en la galería RGR, la cual posee un catálogo privado permanente. Pero aún siendo un artista profundamente valorado por los venezolanos, y tomando en cuenta la importancia que se le ha dado a la conservación de su patrimonio, estas intervenciones del espacio urbano no resultan inmunes a los problemas sociopolíticos y económicos que atraviesa Venezuela como consecuencia de una mala gestión gubernamental.
Un ejemplo de ello es el Laberinto Cromovegetal, situado en la Universidad Simón Bolívar de Caracas. Terminado en el año 1994 y compuesto por 53,000 macetas de flores, alguna vez lució por la lozanía de sus cuerpos botánicos y sus semi-círculos concéntricos de perfecta estructura. Hoy se encuentra en total deterioro por el desabasto de agua que ha suspendido sus labores de mantenimiento. Otro ejemplo es el pasillo central del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar en Venezuela que alberga la casi destruída Cromointerferencia de color aditivo, pues aunado a la falta de conservación, ciudadanos venezolanos que han emigrado en busca de un mejor futuro han robado sus azulejos como una especie de “souvenir”.
Aunque en términos cronológicos Carlos Cruz-Diez es catalogado como un artista contemporáneo, en sustancia, no podría haber cuestión más contradictoria. Pero tampoco es un artista moderno. Más bien, fue una pieza clave de la transición entre ambos géneros y es ahí donde está la magia de la originalidad y singularidad de su arte; pues es heredero del legado vanguardista que incansablemente se lee en el trasfondo discursivo de sus piezas, pero a la vez, su forma es una precursora de las técnicas y reflexiones que hoy podemos contemplar en el Museo Jumex o el MUAC. Esta flexibilidad conlleva a que su nombre se encuentre dentro de exposiciones junto a Duchamp, Vasarely y Calder, pero que también se vean sus piezas en el Art Basel de Miami y que haya colaborado junto a Liu Bolin, artista de performance. Cruz-Diez fue una pieza viviente que, durante su vida, interconectó dos espacios temporales muy característicos dentro de la historia del arte.
Así como en su formación aprendió a “no pintar el color plano y evidente de los objetos sino a interpretar los matices que lo componen”, Carlos Cruz-Diez nos deja muy claro que el arte no debe quedarse en un solo plano social, sino que debe existir dentro de los espacios y las periferias que componen un todo cultural que debe ser accesible para todos. Pero su legado no sólo se queda ahí, sino que se extiende hacia los adentros de la historia del arte, como uno de los grandes nombres que han ayudado a moldearla e innovarla, hasta llegar a convertirse en un símbolo de la diáspora venezolana como una alfombra de despedidas.
Carlos Cruz-Diez, maestro del color y el cinetismo, falleció a sus 95 años este 27 de julio en su residencia en París. Pero además de dejar atrás una obra extensa, nos deja un pensamiento que remite a lo esencial de las cosas y nos deja la tarea de darle la justa importancia a lo más fundamental.