Cambio de Gobierno: ¿inicio del fin de la protesta mexicana?
“Derroquemos a los gobernantes, ellos no hablan por nosotros”
“No Surprises”- Radiohead
Hace 30 años el Zócalo de la CDMX estaba lleno de mexicanos hartos del abuso de autoridad, del PRI, de represión. Del saqueo, el robo y el asesinato.
Veinte años atrás el PRI les había matado a sus hijos, 15 años antes el PRI les devaluó la moneda. Cinco años en reversa les quitó los bancos, los dejó en la calle. En el lluvioso verano mexicano de 1988 les usurpó su libertad de elección.
Cuauhtémoc Cárdenas había ganado las elecciones de 1988. Los otros tres candidatos de oposición, Rosario Ibarra y Manuel Clouthier, se unieron junto al verdadero triunfador de las elecciones del 88 en una marcha que no tenía precedentes en México. Eran los años de Reagan y Bush padre, en pleno ascenso de la globalización y caída del Comunismo, México no podía estar en una situación comprometedora. México puede ser el backyard gabacho, pero es el jardín trasero más importante del mundo, una nación estratégica.
Nos remontamos tres décadas atrás, y contamos una historia que se ha dicho mil y un veces porque reclamamos la memoria qué nos ha arrebatado el meme, el clickbate y lo inmediato. Te hacemos recordar por qué la toma de protesta del presidente electo Andrés Manuel López Obrador es la culminación de la protesta de un México de metabolismo lento, de 50 años de “Revolución callada”, de rifles caídos, de clases sociales encontradas, de mentiras dichas tomadas en serio, de carcajadas y bufonadas de los falsos demócratas. Es el día que la sociedad mexicana ha guardado para sí por 150 años.
A partir de mañana AMLO será el hombre más solo de la historia de México, el más desdichado, el más golpeado y escupido. Dice la teoría presidencial de Jesús Reyes Heroles —sí, notable priísta—, que el momento más solitario de un Presidente de México es el momento de escoger a su sucesor. Con López Obrador esto cambiará a partir de ahora: él será el hombre más solo de México por los próximos seis años.
Los errores propios del sistema serán achacados a él. No hay otra manera. La única forma de evitar los errores fácticos es destruir por completo la sociedad en la que vivimos y comenzar de cero absolutamente. La única forma de terminar la corrupción sería volver a fundar este país y de paso reformar la estructura genética del ser humano. La única forma de terminar con la desigualdad sería expropiando los bienes del “fifi” y dárselos de la nada al pobre.
El laberinto de los mexicanos…
La falta de autoestima del mexicano está bien expuesta en El Laberinto de la Soledad de Octavio Paz. Somos un pueblo que “ya se vio”, pero que no es posible de reconocerse frente a un espejo. Se los dice Molotov: “Somos potencia mundial”. Somos una nación de 130 millones de mexicanos dentro y fuera de sus fronteras. Con una increíble fuerza de trabajo imposible de contar gracias a las ventajas de la informalidad. Somos el refugio del necesitado: de judíos, libaneses, españoles, chilenos,.argentinos, haitianos, ahora de hondureños. Por 200 años hemos aplicado la política de donde comen 100 millones, pueden comer 100 mil más.
Venimos de 12 años sangrientos, fulminantes, de inseguridad, encarecimiento y abusos. Donde el feminicidio, aunque real, es una cuestión de medios, de saturación informativa, como dice Reyes Heroles, también: “en política la forma es fondo”. En todo caso en este país mueren más hombres jóvenes por cuestiones de seguridad, que mujeres por razones de género.
Para llegar a algún lado con todo esto, el punto es que el triunfo de AMLO no comenzó con el meme de Peña, ni se cristalizó por el 2 de julio de 2018. El triunfo del primer gobierno de izquierda está bañado en sangre: Tlatelolco, el halconazo, la Guerra Sucia, el ‘88, Colosio, Clouthier, Acteal, Aguas Blancas, Juárez. Está fundado en crisis y devaluaciones como la que dejó a mi papá sin trabajo en 1995. Está hecho de hartazgo y decepción.
López Obrador no es un caballero andante al rescate de la damisela, ni el mago de Las Vegas. Todo lo contrario, lleva consigo el peso de un pueblo dolido que aspira a ser lo que en verdad es, una apotencia mundial, pacífica e incluyente. Lleva a sus hombros el peso muerto de un sistema que no puede desaparecer de la noche a la mañana; lleva a cuestas los nombres negros de algunos colaboradores que ya han sacado las uñas, de quienes sabemos sus nombres y arrogancias. Tiene sobre sí la agenda global que domina las decisiones antisistema donde “al parecer” el fenómeno es el regreso de la ultra derecha o la ultra izquierda.
El neo fascismo europeo, Bolsonaro, Trump, las caravanas migrantes en Europa y México, el Bitcoin, Siria, la primavera árabe, la muerte del rock, la normalización de lo trans, el aislamiento, la hipersensibilidad, son parte de la agenda de un grupo que quiere ver arder el mundo, y lo está logrando.
¿Qué nos depara el destino? ¿Cómo seremos en seis años? La respuesta ya la dio Andrés Manuel López Obrador en la Cámara de Diputados en 2005 ante su juicio de desafuero: “Ustedes me van a juzgar, pero no olviden que todavía falta que a ustedes y a mí, nos juzgue la historia”.
* Los puntos de vista planteados en este texto no representan la postura institucional de Ibero 90.9.